El debate comienza a plantearse. Ya muchos venezolanos -dentrisis.ro o fuera del gobierno, dentro o fuera de las organizaciones que lo apoyan- sostienen que la solución a la grave crisis que se ha abierto y tiende a agravarse requiere, para su superación, una respuesta certera del movimiento popular organizado. En otras palabras, se ha afirmado que sólo desde el poder popular podrá surgir una respuesta que ponga fin a la crisis. Es cierto que el gobierno ha tomado algunas medidas que apuntan en esta dirección, pero, ¿serán suficientes para lograr la deseable y positiva reactivación de la economía en favor del pueblo trabajador sin la activa participación del movimiento popular?
Ahora, cabría preguntarse, ¿podrá el pueblo organizarse y responder adecuadamente? ¿Se superará de esta manera la emergencia económica que vive Venezuela? En nuestra opinión, la superación de la crisis pasa por la comprensión de lo que está ocurriendo en nuestra economía, lo cual no encuentra una clara explicación echando mano a los análisis económicos más conocidos. En efecto, la crisis que se vive en Venezuela en la actualidad tiene particularidades que la hacen única, totalmente inédita, razón por la cual demanda un análisis y una caracterización que logre abordar y comprender esa especificidad.
Comenzamos señalando que ante el país se presentan dos caracterizaciones aparentemente contrapuestas de lo que ocurre. Dos versiones que ocupan el centro del debate en este momento. Desde el gobierno se afirma que la crisis es producto de una conspiración. Que se trata de una “guerra económica” planificada desde el exterior y cohonestada internamente por la oposición y por parte del empresariado venezolano. Desde la oposición se sostiene que la crisis es consecuencia directa y exclusiva de la política económica del gobierno. Por nuestra parte pensamos que esas dos caracterizaciones no son excluyentes sino complementarias. Se retroalimentan mutuamente.
En efecto, cabría preguntarse: Las políticas económicas destinadas a favorecer a la gran mayoría, ¿no constituyen acaso la causa que ha provocado la respuesta empresarial y política que el gobierno ha denominado “guerra económica”? l respecto nos preguntamos: ¿Es que la decisión de gobierno de controlar los precios “para evitar abusos especulativos”, no constituye acaso una declaración de guerra contra los intereses de la oligarquía acostumbrada a ser la principal beneficiaria de la renta petrolera? También podríamos preguntarnos ¿No se sienten igualmente agredidos los comerciantes venezolanos por la “camisa de fuerza” que constituye el “control de precios”? ¿No han respondido sobornando funcionarios, o en su defecto, acaparando o dejando de producir o desviando los productos?
Es obvio que unas clases y grupos sociales que se crean, o que realmente sean, afectados en sus beneficios, van a responder con todos los medios a su alcance, oponiéndose a las políticas que contrarían sus intereses o merman sus ingresos. Las respuestas que desde la llamada sociedad civil se han producido, constituyen en su conjunto lo que el gobierno ha llamado “guerra económica”. Sin embargo, el problema va mucho más allá de la lógica y muy común reacción de sectores sociales poderosos afectados en sus intereses. Existen fenómenos y circunstancias propios de la dinámica económica que deben ser considerados para poder comprender lo que ha ocurrido en el presente caso.
Los procesos económicos constituyen una actividad social extremadamente dinámica y -podríamos decir- marcadamente reactiva. En efecto, la vida económica en el capitalismo posee un dinamismo y una capacidad de reacción y adaptación que podríamos considerar volátil. La dinámica económica es sensible no sólo a los cambios objetivos o concretos (como por ejemplo una reducción de la oferta debida a un fenómeno natural o a una reducción de la demanda por un aumento de los precios) sino que, también es sensible a lo subjetivo, a las expectativas, a los prejuicios, a temores fundados o infundados, respecto a lo que se espera que ocurra o deje de ocurrir
Todo lo ocurrido en la economía venezolana durante los últimos años ha estado decididamente influido, o mejor sería decir, determinado, por intereses mezquinos de individuos y de grupos. Un interés económico siempre impulsado por el afán de lucro; por el interés individual movido por el objetivo de lograr el mayor beneficio con el menor esfuerzo, la mayor ganancia con la menor inversión o el menor riesgo. Ha estado determinado por la lucha de clases. Contrariamente a lo deseado, las políticas del gobierno lejos de contrarrestar estas tendencias leoninas, las han estimulado y potenciado. Queriendo evitar la especulación y la voracidad acumulativa del capital, las han llevado a límites que rayan en la aberración. Un resultado contrario al objetivo propuesto.
Si observamos con atención la dinámica económica podremos verificar que en el capitalismo la alteración de los precios provoca, casi inmediatamente, cambios en el comportamiento de los venden y de los que compran y, por lo tanto, en la distribución de la riqueza. Esa afirmación es especialmente válida para los precios altos, pero, lo es también, y en gran medida, respecto a los precios bajos, impuestos mediante subsidios y/o controles de precios. El caso venezolano es un ejemplo muy elocuente de ello. Se podrá apreciar cuando analicemos lo que ha venido ocurriendo en el país en los últimos años.
El objetivo de la presente reflexión es dar respuesta a las interrogantes que se desprenden de lo planteado en los párrafos anteriores e intentar un diagnóstico acertado de lo que ocurre y del cual puedan desprenderse las propuestas, tareas y consignas que permitan la superación de la grave y peculiar crisis económica que vive Venezuela, superación que demanda una respuesta efectiva desde el gobierno, desde el movimiento popular o mediante la acción combinada de gobierno y pueblo. Intentemos entonces comprender.
Comenzamos por señalar un conjunto de rasgos y características que no pueden ser soslayadas a la hora de analizar lo que ha venido ocurriendo: a) El carácter capitalista de la economía venezolana; b) el carácter rentista de esa economía capitalista; c) la sensible dependencia del Estado del ingreso petrolero; d) la dependencia de la economía privada del apalancamiento del Estado; e) la tradicional actitud de parasitismo voraz del empresariado venezolano respecto a la renta petrolera; f) la tradicional política paternalista del Estado; g) las elevadas ganancias que tradicionalmente reciben las empresas extranjeras (o nacionales) que operan en el país; h) la elevada participación o inversión del Estado en la economía; i) el alto componente importado directo o indirecto del consumo interno del país; j) el carácter casi siempre regresivo de la política tributaria del Estado venezolano; k) las tendencias especulativas muy comunes en la dinámica comercial del país desde que se inició la era petrolera.
Por otra parte, hay que destacar que el capitalismo mundial, en su actual fase de decadencia y descomposición, se convierte en un sistema cada vez más delincuencial, más y más inclinado a conductas ilegales, y/o abierta y descaradamente delictivas. Tiende a prevalecer lo que hemos denominado “acumulación delictiva de capital”. En su esfuerzo por contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, impulsada por una composición orgánica de capital cada vez más centrada en el trabajo muerto y menos centrada en el trabajo vivo, el capitalista, se ve obligado a invertir cada vez más en tecnología, procurando elevar la productividad (robotización, inteligencia artificial), y, sustituir fuerza de trabajo viva por maquinarias y equipos (trabajo muerto). Todo ello también impulsa o presiona cada vez más a los capitalistas a incrementar su participación en lo que hemos llamado “acumulación delictiva de capital”, la otra manera de contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Eso es más fácil que elevar la productividad del trabajo mediante la inversión en investigación y desarrollo o mediante la compra de tecnología de punta.
NOTA: Continúa en nuestra próxima entrega: ¿Qué pasa en Venezuela? Nº 6: Perversión del mercado interno
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