Pero el problema no se quedó en los mencionados productos. En
efecto, fue pasando de los productos de lujo, y de los productos menos
necesarios, como el automóvil, hacia todas las mercancías más demandadas,
nacionales o importadas, sometidas o no a regulación, incluyendo el gas, la
gasolina y otras energías. Y, como el gobierno, con la intención de contrarrestar las tendencias
inflacionarias, impuso la regulación y control de los precios de muchos
productos, la respuesta “del mercado” (vale decir de los capitalistas y
comerciantes especuladores), fue casi siempre la misma: desaparición de
productos, re-marcaje de precios, acaparamiento, escasez, contrabando de
extracción, súper-especulación, “bachaquerismo” y otros.
Además de todo lo expuesto, comenzó a crearse o extenderse (e
institucionalizarse) lo que los economistas llaman un “mercado de vendedores”,
algo totalmente desfavorable a los consumidores (compradores) y causa directa o
indirecta de la especulación desenfrenada. Lo extraordinario se fue
convirtiendo en ordinario. La excepción
se convirtió en regla. La perversión económica se instaló. Y lo que
inicialmente fue un mercado negro de dólares se fue extendiendo hasta convertirse
en un mercado negro generalizado que incluyó progresivamente automóviles,
repuestos, cauchos y otras partes automotrices; línea blanca, alimentos,
equipos electrónicos hasta, más recientemente, las medicinas.
Y, el resultado final fue una inflación galopante y generalizada.
Los precios ascendieron verticalmente. Por su parte el gobierno respondió
profundizando sus políticas y tratando de responder a la “guerra económica”
desatada con más guerra económica gubernamental. Es decir, con más intervención
del Estado en la economía, ratificando la política de subsidios, la regulación
o control de precios, y, por añadidura, fiscalizaciones,
requisas, sanciones y otras medidas
extra-económicas que no sólo no
lograban resolver el problema, sino que, por el contrario, lo fueron agravando,
desestimulando la producción y aumentando la escasez por acaparamiento
intencional o por la dinámica propia del mercado capitalista, pues, bien sabido es que se trata de tendencias propias
de cualquier mercado, es decir, en cualquier relación comercial fundada siempre
en el interés de los particulares que intervienen en la misma como compradores
o vendedores.
Si cada quien acude al mercado procurando su beneficio individual
o personal, bajo la idea de obtener el mayor beneficio con el menor esfuerzo o
la mayor ganancia con la menor inversión, los resultados tienen a ser los
mismos. Se produce una resistencia a las
políticas públicas por parte de los particulares que se ven afectados por
éstas. Esa es la lógica del comercio, la dinámica del intercambio de
mercancías, la razón de ser de la interacción comercial en cualquier país y ha
sido así en todas la épocas, desde la más remota antigüedad, es decir, desde
que existe la mercancía y el intercambio comercial.
Esa dinámica que rige compulsivamente y con toda su fuerza en el
mercado capitalista, ha sido, es y será el mayor obstáculo para el éxito de la
política económica de gobiernos que, a través de reformas legales intentan una distribución
más justa de la riqueza mediante políticas sociales, es decir, mediante la
intervención del Estado en la economía. Estas
tendencias se hacen particularmente perversas en una economía rentista
petrolera en la cual el Estado (y también los particulares) manejan cuantiosos
recursos que no han sido producto del esfuerzo colectivo de los habitantes del
país, sino que se reciben del exterior como contrapartida a la exportación de
un recurso natural con relativamente poco valor agregado.
Y, por aquello de que “al que parte y reparte le toca la mejor parte”
la burocracia, como bien sabemos,
históricamente tiende a la injusticia y a la corrupción, pues los funcionarios
públicos también “tienen su corazoncito”...
es decir, también son personas con intereses individuales, con aspiraciones y
deseos de beneficiarse y “la tentación es
muy grande“, las posibilidades son muchas y los obstáculos son pocos o
fáciles de evadir, pues, en estos casos, se
une “el hambre con las ganas de comer”, es decir, coincide el interés
particular del corruptor que soborna, con el interés particular del funcionario
sobornado. Ellos también quieren obtener “el mayor beneficio con el menor
esfuerzo”. El funcionario -viendo toda la riqueza que se mueve a su
alrededor y, a veces, con la
intervención de su voluntas, es decir, de su poder discrecional, y no sin
cierta razón, ¿Cuánto hay pa` eso?, o ¿Y, pa´papaíto no hay nada?
En resumen, las políticas sociales y de inclusión, los esfuerzos
por lograr una más justa distribución de la renta petrolera, así como la
defensa del salario y los subsidios resultaron totalmente contra-producentes.
Veamos a continuación las principales consecuencias negativas de estas
políticas.
a) Institucionalización de los mercados negros
Se ha generalizado el mercado negro de una inmensa cantidad de productos que van desde el mercado negro de divisas hasta el mercado negro de medicinas, pasando por vehículos, repuestos y partes, cauchos, artículos de línea blanca, artículos de aseo personal y de limpieza y mantenimiento, alimentos, etc. El fundamento lógico de tal mercado negro estriba en las diferencias de precio de los productos regulados, protegidos o subsidiados con respecto a los precios que se derivan de la demanda solvente de esos productos dentro (“bachaqueo”) o fuera del país (contrabando de extracción). En otras palabras, lo que persigue un fin de beneficio social, de protección o defensa de los consumidores, se ha pervertido de tal manera que se ha convertido en algo totalmente opuesto a lo deseado y totalmente perjudicial para la mayoría de los venezolanos.
b) Institucionalización de las compras nerviosas
Se han generalizado y podríamos decir, institucionalizado, las llamadas compras nerviosas, un fenómeno que, como todo el mundo sabe, opera totalmente en favor de los vendedores y en contra de los intereses de los consumidores. Nos es necesario ser economista ni un experto financista para estimar o deducir las muy nocivas y perversas, las terribles consecuencias y funestos efectos de las compras nerviosas. En nuestro caso se ha creado una situación que favorece ampliamente los niveles de ganancia de los comerciantes en general, pero especialmente de las grandes empresas nacionales o extranjeras que dominan la producción y la comercialización a gran escala (las cuales imponen la escalada de precios) abultando extraordinariamente sus ganancias, al aumentar la velocidad de circulación de sus mercancías, así como la reposición de sus inventarios.
NOTA: Como hemos dicho, el tema que estamos
desarrollando lo hemos puntualizado de la siguiente manera: a) Institucionalización
de los mercados negros; b) Institucionalización de las compras nerviosas; ya
desarrollados. Continuaremos en nuestra
próxima entrega con los siguientes puntos: c) Institucionalización de los
mercados de vendedores; d) Aparente o real desabastecimiento e) Círculo vicioso
del canibalismo económico; f) Espiral hiperinflacionaria indetenible; g) Los
salarios van renqueando detrás de los precios; h) Disminución del poder adquisitivo
de los salarios e i) empobrecimiento general de la población.
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