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¿Qué pasa en Venezuela? Nº 3: Reversión de los avances sociales

El gobierno y los partidos que lo respaldan hablaron y hablan de una supuesta revolución, hablan de socialización, comunas, poder popular, del Socialismo del Siglo XXI. Pero, nos preguntamos qué hay de cierto en ello. ¿Ha habido acaso una verdadera revolución en Venezuela o se trata de un discurso socialista que se queda en las palabras? Por nuestra parte respondemos que lo que existe es un capitalismo puro y duro. Nadie puede negar que se han producido un conjunto de cambios pero que, de ninguna manera constituyen una revolución social. En el país no se han modificado en lo más mínimo las relaciones sociales de producción: Existe una estructura económico social capitalista dependiente en gran medida del capital transnacional. Vivimos en un sistema regido por el afán de lucro y la voracidad acumulativa, y, por añadidura, con las perversiones propias del “rentismo” petrolero.


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Como afirmó un ilustre venezolano ya fallecido, hemos pagado reformas a precio de revolución (2).En efecto, en el país existe un gobierno que se proclama revolucionario y socialista, pero no ha habido una revolución social ni existe el socialismo, aunque se hayan impulsado un conjunto de reformas sociales y políticas. El gobierno, lo hemos dicho, procuró mediante políticas económicas de carácter social, una distribución más equitativa de la renta petrolera e  intentó frenar la voracidad acumulativa que caracteriza al imperante sistema capitalista. Es indudable que mucho se avanzó en la reducción de la pobreza y las desigualdades. Como puede percibirse a simple vista, el gobierno ha tenido éxito en las políticas de inclusión e incremento de las oportunidades para gran parte de la población antes excluida. 
          
Pero, a la larga, como hemos visto, los cambios sociales positivos logrados por el chavismo han sido contrarrestados, minimizados y/o relativizados por un conjunto de limitaciones propias de este modelo de revolución totalmente atrapado en el régimen capitalista. Por una parte, se han hecho sentir los efectos de las tendencias a la acumulación y a la concentración de la riqueza propia del sistema y, por otra parte, el país se ha visto afectado por las perversiones y vicios del capitalismo dependiente imperante en el país, así como por los efectos perversos del “rentismo petrolero” específico de Venezuela. Por otra parte, no hay que olvidar que el chavismo tiene el gobierno, pero no tiene el poder. Si acaso detenta una fracción limitada del verdadero poder económico y social.  En muchos sentidos los poderes fácticos del capital transnacional y de la burguesía parasitaria se imponen sobre la voluntad del gobierno y el poder del Estado.

Comencemos por esto último. A lo largo de la historia se ha podido distinguir perfectamente la diferencia entre un gobierno surgido de una revolución, de un gobierno de “izquierda” o “socialista” atrapado en el capitalismo. Una revolución social requiere un cambio profundo en las relaciones sociales de producción. Implica un cambio en la estructura económico-social, una modificación del régimen de propiedad, en especial en lo que se refiere a la propiedad de los medios de producción, lo que implica a su vez, un cambio de las relaciones sociales de producción. No basta un simple cambio de gobierno. Ni siquiera un cambio de “la forma de gobierno”. Tendría que haber cambiado el Estado, haber dejado de ser un Estado capitalista para convertirse en Estado socialista.

Cuando hablamos de transformaciones intentadas a través de reformas legales debemos situarnos frente a las limitaciones propias de este proyecto de transformación. Lo primero que habría que advertir es que en este modelo de revolución el gobierno, por fuerte que sea, se enfrenta al poder económico del capital interno y externo. En algunos procesos de cambio social, cuando el gobierno es fuerte, puede detentar una parte del poder, pero nunca todo el poder. Y, bien sabemos que los políticos no hacen lo que quieren, están sometidos a la cuota de poder que detentan. Están sujetos a determinada correlación de fuerzas. Por eso se ha definido la Política (con “P” mayúscula), es decir, entendida como disciplina teórico-práctica (conocimiento para la transformación), afirmando que es “la ciencia de lo posible”.   

Otra particular debilidad de un gobierno que pretende construir el socialismo mediante reformas legales y decretos gubernamentales dentro de una estructura de capitalismo puro y duro, es que en el capitalismo el egoísmo caracteriza o condiciona la conducta económica de los individuos. En este régimen de producción la conducta de los individuos está regida por el afán de lucro y por la ley del mayor beneficio con el menor esfuerzo. En la economía capitalista impera la ley del más fuerte y cada quien se ve obligado a procurarse las mayores ventajas individuales posibles. Se trata de una guerra en la cual la mayoría de los pobladores del país deben -cada quien por su lado- luchar por su propia sobrevivencia y la de su familia.

Por ello están en permanente conflicto el interés público y el interés privado. Así, un gobierno que intenta fortalecer lo colectivo (lo público, lo estatal, lo social o comunal) se encuentra con un gran obstáculo: el interés privado o individual. Pues no sólo confronta el egoísmo de los grandes oligarcas, no sólo colide con los intereses de los propietarios más poderosos, sino que, en la mayoría de los casos, se enfrenta al interés privado en general, pues todos estamos atrapados en nuestros intereses individuales. Se requeriría un nivel de conciencia social muy elevado para que la mayoría comprendiera que defender “lo público” es lo que más le conviene a los más vulnerables, así como, a la larga, a toda la sociedad.  

Los valores de una sociedad, dependen del modelo de producción social, es decir, de las relaciones sociales de producción existentes. La ideología, la moral, el derecho y en general la cultura, son un reflejo súper-estructural de la estructura económico social existente. Es como un espejo en el cual -mental, intelectual, moral y espiritualmente- se reproducen las relaciones sociales de producción. A un régimen social de producción capitalista, corresponden -en términos generales- unas formas de pensamiento coherentes con esas relaciones de producción. En el capitalismo la ideología dominante es la ideología burguesa. Imperan los “valores” burgueses, la “moral” burguesa.  Es decir la alienación, el fetichismo de la riqueza y el afán de acumulación. En síntesis, el poder ideológico del Dios-dinero.

Un sistema económico-social opresor, injusto e inhumano, como es el capitalismo, para poder perpetuarse, necesita valerse de un conjunto de coacciones económicas y extraeconómicas, políticas, jurídicas, policiales, militares y también culturales y morales, podríamos decir, ideológicas. También imperan  condiciones y/o emociones como el miedo, la ignorancia y los prejuicios que alimentan y se alimentan del egoísmo y constituyen los cerrojos, los candados, las claves de la conducta inhumana e irracional de los individuos. Todo ello es lo que mantiene a la Humanidad caminando hacia un abismo de auto-destrucción. Ya veremos de qué manera este entrampamiento de intereses, individuales y colectivos (de clase), ha condicionado o determinado el perverso y contagioso fenómeno (que he denominado “canibalismo económico”), imperante en estos momentos en Venezuela.

NOTA: Continuamos este análisis en nuestro siguiente artículo que titularemos: ¿Qué pasa en Venezuela? Nº 4: Políticas económicas contraproducentes.

(1)   Nos referimos a Rigoberto Lanz, sociólogo, profesor universitario, intelectual de izquierda y revolucionario venezolano.

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