ESPECULACIÓN, HIPERINFLACIÓN Y LUCHA DE CLASES
A la Prof. Pascualina
Curcio
Entre los partidarios, militantes
y simpatizantes del chavismo, así como entre dirigentes populares cercanos al
PSUV, al Polo Patriótico o a las organizaciones populares vinculadas a los
mismos, se ha abierto un debate muy
candente relacionado con el galopante deterioro de la capacidad adquisitiva
de los sueldos y salarios y otras formas de ingresos fijos, como, por ejemplo,
las pensiones y los montos jubilatorios.
Muchas veces las discusiones se
quedan en el ámbito de lo técnico-económico y se hacen poco accesibles a los no
especialistas e incluso, hasta para los avezados resultan incomprensibles en
algunas ocasiones las opiniones
distintas a las propias, dado a que los lenguajes y los argumentos son a
veces enrevesados. En algunos casos, la mayor complicación consiste en que los
que opinan no están suficientemente preparados para opinar y lo que hacen es
complicar el problema.
Pero considerando únicamente el
caso de las investigaciones debidamente documentadas y acertadamente sustentadas, es decir, haciendo
abstracción de las deficiencias cognitivas y de los errores o inconsistencias de
los analistas, nos queda por fuera otro
problema: las debilidades de las teorías, las limitaciones propias de las doctrinas
económicas escogidas y las insuficiencias de los métodos o de las técnicas de
investigación pretendidamente científicas.
La inflación, por ejemplo, es generalmente
analizada como un resultado exclusivo de la política económica del gobierno, como
un problema técnico de carácter macro-económico, obviando el aspecto social y
político y la importancia que tiene, por ejemplo, la correlación de fuerza entre las clases; el nivel de conciencia
de las clases trabajadoras, su grado de organización, su capacidad de acción y
movilización, así como el poder del gobierno para imponer sus políticas.
Tampoco se toma en cuenta que la
Economía es una ciencia de la conducta y que, por lo tanto entran en juego
aspectos de psicología social. Nos referimos, por ejemplo, al poder de las expectativas, es decir, al poder económico de emociones como la desconfianza
y el miedo, como desestímulos a la inversión, al ahorro o al riesgo.
También influyen en las decisiones económicas, las matrices de opinión, la
propaganda, los prejuicios y los valores morales.
A estos aspectos de la
problemática deseamos referirnos. En efecto, intentaremos una reflexión, un
análisis sustentado teórica y metodológicamente de una manera diferente a las fundamentaciones teóricas de los análisis que
hasta ahora han salido a relucir. Explicaremos la inflación como un
problema de expropiación y de distribución de la riqueza, y los precios como un
medio o instru-mento de distribución de ingresos propio de la lucha de clases.
La explotación/expropiación
capitalista, la acumulación de la riqueza, el empobrecimiento creciente o
depauperación progresiva del proletariado (proletario significa literalmente:
el que sólo tiene hijos) tiene dos
ámbitos diferentes, pero complementarios: el lugar de trabajo, es decir, la
empresa capitalista, y el mercado (el comercio), es decir, el encuentro de compradores
y vendedores. En ambos ámbitos se enfrentan antagónicamente explotados y
explotadores.
En la empresa se dirime el
reparto de la riqueza derivado de la contradicción capital-trabajo, es decir, salario-plusvalía,
pues mientras mayor sea el salario (integral), menor será la plusvalía (es
decir, los beneficios o ganancias del capitalista). Mientras menor sea el salario, mayor será la ganancia o plusvalía.
Pero aquí no termina la lucha de clases. El otro ámbito de la lucha capital-trabajo,
es el mercado, el encuentro de vendedores y compradores.
El incremento de la capacidad
productiva, logrado a través de la utilización de la ciencia aplicada a la producción (tecnología
para la elevación de la productividad). Así se reduce el tiempo de trabajo necesario para producir las
mercancías; se reducen los costos y el valor de las mercancías; aumenta la
plusvalía (ganancia del capitalista); crece el desempleo, no aumentan casi
nunca los salarios de los trabajadores; no se reduce el precio de las mercancías
ni la jornada de trabajo.
Para lograr un mayor beneficio, el
capitalista muchas veces produce menos mercancías (reduce la producción) porque
sabe que puede ganar más, produciendo menos, a menor costo y vendiendo a un
precio mayor. En este caso, manipulando los precios, el capitalista puede aumentar su nivel de ganancias sin
crear inflación, o aumentando muy ligeramente los precios. Se trata de una
inflación indirecta, porque las mercancías que tienen un menor costo y se venden
al mismo o mayor precio.
Lo que disminuye en este caso (o
se mantiene estable) es el nivel de vida del trabajador asalariado pues el
capitalista puede aumentar sus ganancias sin necesidad de inflar los precios. Quienes
sí disminuyen sus ingresos son: los
trabajadores empleados, indirectamente, porque pagan al mismo precio mercancías que valen menos
(porque tienen un menor costo) y por otra parte, también disminuyen sus
ingresos los trabajadores que quedan desempleados, sin salarios.
Si las mercancías que tienen
menos valor (por reducción del costo de producción), se venden al mismo precio
o a un precio mayor, esos precios resultan inflados. En este caso, los capitalistas aumentan sus ganancias
(su plusvalía) produciendo más en menos tiempo, y los trabajadores se
empobrecerán, porque una parte de ellos quedará sin empleo, sin salario y, como
consumidores pagarán el mismo precio, o un precio mayor, por mercancías que
tienen menos valor.
Esto no ocurre en los países
capitalistas en los cuales la inflación es mínima. Allá los capitalistas no
necesitan manipular los precios al alza para aumentar sus ingresos. Por el
contrario, les interesa la estabilidad en los precios. La inflación cero les conviene. Es lo que ocurre en los países
capitalistas cuando la economía está totalmente bajo el dominio del capital. La
sobreacumulación corre paralela al empobrecimiento relativo o a la
depauperación absoluta de los asalariados.
Pero, ¿cuándo a los capitalistas
les convine o necesitan provocar el aumento general de precios que se conoce
como inflación? No es casual que la inflación se produzca cuando están en el
gobierno partidos políticos o alianzas de organizaciones políticas que pretenden favorecer a las grandes mayorías mediante
políticas sociales, reformas legales o constitucionales
orientadas a la justicia social, a una más justa distribución de la riqueza.
Los ejemplos históricos sobran.
En otras palabras, la inflación
constituye la respuesta que la burguesía o las oligarquías dan cuando se sienten
amenazadas o resultan efectivamente afectadas
por las políticas de gobiernos que se declaran socialistas o pretenden adelantar
reformas sociales orientadas a la justicia
social. Es decir, cuando los gobiernos reformistas, sin el acuerdo con las
clases dominantes, logran aumentar la capacidad adquisitiva de la población, los
capitalistas responden inflando los precios.
De esta manera, los capitalistas logran
aumentar sus ganancias y al mismo tiempo, conspiran, le crean problemas (o generan
descontento e impopularidad) a un gobierno opuesto a sus intereses. En otras
palabras, las clases dominantes literalmente le “sacan del bolsillo” a los trabajadores, los incrementos de la
capacidad adquisitiva con los que les ha pretendido favorecer el gobierno, sea
este popular, populista, reformista o “socialista”. Por ejemplo, en la Venezuela
hoy.
La inflación y aún más la
hiperinflación, constituye una especie de “impuesto” privado con el cual la
burguesía parasitaria “pecha” al pueblo trabajador. Una suerte de tributo feudal, que le arrancan los
capitalistas a los trabajadores. La
burguesía parasitaria, a través de los
precios, le arrebatan al pueblo la fracción de la renta petrolera
que el gobierno le cede mediante las políticas sociales, los subsidios, los
aumentos de salarios y demás reivindicaciones sociales.
La inflación constituye una
expropiación, un robo, un traslado arbitrario de riqueza, de los más débiles a
los más poderosos. Un saqueo que el capital trasnacional, la oligarquía y la
burguesía parasitaria perpetran contra el pueblo venezolano, sin emprender nada, sin arriesgar nada, sin
invertir ni un céntimo. Algo que las leyes tipifican como “enriquecimiento
sin causa”, pues no se trata de la plusvalía derivada del proceso de producción,
sino de algo menos legítimo, similar a
lo que los señores feudales arrancaban por la fuerza a los siervos que
trabajaban sus tierras.
Es por ello que a los capitalistas,
en muchos casos, le resulta mucho más conveniente (les produce mayores
ganancias) disminuir la producción o no aumentarla, pudiendo hacerlo. Prefieren
vender menos productos a un precio
mayor, que más productos a un precio menor. Esto permite, en especial a los
capitalistas que tienen un control monopólico del mercado (como Mendoza en
Venezuela) optimizar los precios para maximizar las ganancias.
Esto es especialmente grave, cuando
en un país capitalista se agudiza la lucha de clases pero no se expresa, como
un conflicto entre capitalistas y trabajadores en los centros de trabajo, sino
como un conflicto entre los poderes
fácticos de la economía y un gobierno popular que pretende una más justa
distribución de la riqueza, mejorando las condiciones de vida y elevando el
nivel de ingresos de la mayoría de la población. La respuesta del capitalista
es contundente.
Ya que los capitalistas, cuando
se ven afectados por estas políticas y, aunque no sean realmente afectados sino
que, por sentirse amenazados por el discurso de gobernantes que suponen
contrarios a sus intereses, en esos casos, movidos
por el miedo y el redoblado afán de lucro, contraatacan, redoblando la
explotación de sus trabajadores para mantener o aumentar sus ganancias, y en el
mercado, hacen lo propio, vendiendo sus mercancías al mayor precio posible.
En Venezuela, desde el ascenso
del gobierno bolivariano al poder se dispararon las alarmas y comenzó una
batalla en todos los terrenos, entre el gobierno, apoyado por los sectores
sociales y los partidos que dicen
representar al pueblo trabajador, contra los capitalistas y las otras
clases dominantes, apoyados por los partidos de derecha, por la jerarquía
eclesiástica católica y por los dirigentes y directivos de los organismos empresariales. Todos apoyados
desde los EEUU.
En el terreno económico, este
enfrentamiento condujo a una perversión del mercado interno y a unas prácticas
especulativas que hemos denominado “canibalismo económico”, el cual comenzó
mucho antes de que apareciera el
fenómeno, más reciente, denominado “guerra económica”, un aspecto de la intervención
imperialista, una ofensiva de la cual también forman parte oligarquías,
gobiernos y partidos de derecha de Europa y América Latina.
Este “canibalismo económico” es
la expresión peculiar de la lucha de clases en un país rentista petrolero, que tuvo
y tiene como componente fundamental la lucha por la renta petrolera, que es un conflicto transversal a toda la economía
venezolana y que constituye el centro, la parte medular de las
contradicciones y conflictos que conforman ese canibalismo. Un fenómeno muy complejo
del cual forma parte, jugando diferentes roles, casi toda la población del
país.
En efecto, la lucha por la distribución de la
renta petrolera se manifiesta en primer lugar como un problema de política
monetaria que afecta la relación bolívar-dólar, (es decir, que afecta el valor de nuestro signo monetario y por
lo tanto su poder adquisitivo). Eso en cuanto al gobierno se refiere. Pero,
por otra parte, el valor de nuestra moneda y su poder adquisitivo interno, resulta
afectado por la gran demanda de dólares que caracteriza a la sociedad
venezolana.
El “hambre” de dólares se fue
contagiando progresivamente a toda la población. En un primer momento y con la
idea de impedir la fuga del excedente (compra excesiva de dólares), el gobierno
impuso el Control de Cambios, a objeto
de frenar la fuga de divisas y la devaluación provocada por la creciente demanda
de dólares, en aquel momento proveniente de los sectores de mayor nivel de
ingresos. Pero, no se redujo la demanda de dólares ni se logró impedir la
devaluación.
El control de cambios se
convirtió en un estímulo a la corrupción, en una fuente de múltiples
irregularidades que deterioraron moralmente a amplios sectores de la población que
pasaron a formar parte de los
fraudulentos demandantes de dólares. Desde los viajeros traficantes de cupo,
hasta los falsos importadores que estafaron miles de millones de dólares
preferenciales a la nación, la política destinada a impedir la devaluación fue
el principio de la actual “dolarización”.
Una dolarización que se ha
traducido en una pulverización del valor de nuestra moneda, a lo cual hemos
contribuido y seguimos contribuyendo todos los venezolanos, pues cada vez que compramos,
un dólar, que aceptamos pagar en esa moneda o que exigimos se nos pague en ella,
estamos bajando un escalón más hacia la devaluación de nuestra moneda. Mientras
mayor sea la demanda de dólares, más aumenta su precio, más desciende el valor
del bolívar y mas nos empobrecemos como país y como individuos los venezolanos.
Es evidente de que el gobierno le
ha ganado la batalla política a las clases dominantes apoyadas por los partidos
de derecha, por el imperialismo y sus lacayos. También es evidente que hasta el
momento nuestro gobierno ha venido
perdiendo la pelea económica en toda la línea. Al menos en lo que respecta
a la devaluación del bolívar y a la galopante hiperinflación que ha hecho
desaparecer el bolívar devorado, como es lógico, por una moneda más poderosa.
Somos los venezolanos, todos,
quienes contribuimos a la devaluación del bolívar y al aumento desbocado de los
precios de todos los productos. Dos formas combinadas de perversión y de envilecimiento del mercado interno. La especulación se instaló en la economía
venezolana con el consentimiento y la participación de todos los
venezolanos. Pero nosotros nos preguntamos: ¿Los venezolanos conscientes y organizados, no podemos hacer
nada contra la especulación?
Así como todos los venezolanos
hemos contribuido a la devaluación de nuestra moneda ¿No es posible que desde el poder popular,
partiendo de la elevación de la conciencia y la organización del pueblo, desarrollemos
una política en defensa de nuestra
capacidad adquisitiva? En Otras latitudes, en otros momentos,
organizaciones de defensa del consumidor han dado importantes batallas exitosas
contra la especulación y el abuso de los vendedores. ¿Nosotros, no podemos?
Los venezolanos, atrapados por el
hambre de dólares, no nos estamos percatando de que en el plano internacional
el valor de dólar está a punto de venirse abajo frente a las monedas de casi
todos los países del mundo, especialmente
frente al creciente valor de las “criptomonedas” y en particular frente al
Bitcoin, considerado como “oro digital”.
Al respecto, hay que considerar que Venezuela ha emitido su propia criptomoneda:
el petro-coin, lo que implica
una ventaja adicional.
Pero quienes me leen se
preguntarán ¿qué hacer y cómo empezar? En Venezuela, si en algo se ha
avanzado es en la organización popular. Gran parte del pueblo está integrado a
distintas formas organizativas. Hay un
cierto nivel de conciencia y un cierto nivel de formación
político-ideológica. Chávez y Maduro y muchos otros líderes del chavismo, han
contribuido a la educación política y a la formación teórico-ideológica de los
dirigentes populares. En especial de nuestras mujeres.
Y no hay que olvidar que las mujeres pueden considerase
buenas economistas. Economía, por la etimología de la palabra, significa “administración de la casa”. Las mujeres venezolanas,
día a día, demuestran que hacen verdaderos
milagros para dar de comer y vestir a la familia con un nivel de ingresos
que cada día disminuye por el efecto combinado del incesante aumento de los
precios y la progresiva desvalorización del bolívar. Dos caras de una misma
moneda.
Pero, a las mujeres venezolanas, al
igual que a la mayoría del pueblo, les interesa poco conocer los análisis y predicciones
de los economistas, tanto de los que trabajan para el gobierno, como los
análisis y las explicaciones de los opositores. Los economistas, sean keinesianos, liberales, neo-clásicos o neo-liberales;
sean de derecha o de izquierda, hablan el mismo léxico, incomprensible para el
pueblo. Y todos se equivocan casi siempre en sus predicciones y en sus propuestas.
Y ¿porque se equivocan casi
siempre los economistas? Porqué sus análisis se basan en cálculos econométricos;
manejan datos, cifras, estadísticas, como si el análisis de los datos
estadísticos fuese suficiente para hacer pronósticos y propuestas que conduzcan a auténticas soluciones. No toman en
consideración la realidad social, los intereses contrapuestos; la fuerza de los
poderes fácticos de la economía, los cuales muchas veces tienen más poder que
el mismo gobierno.
Es posible y necesaria la compresión
popular del mecanismo mediante el cual a través de los precios se condiciona o
determina la distribución de la riqueza. En efecto, la comprensión de la lucha entre los capitalistas y el pueblo consumidor, podría resultar
clave para frenar o derrotar la hiperinflación. Poco a poco y paso a paso, podría
fortalecerse el control popular de los precios, a través de la acción
consciente y organizada de los consumidores.
En lo que se refiere a los
precios, las políticas populares y de clase del gobierno y de sus partidos,
puede contrarrestar la fuerza de los poderes fácticos de la economía y doblegar
a comerciantes inescrupulosos y a los especuladores, así como a los capitalistas
súper explotadores. Tienen mas poder los consumidores organizados que los
comerciantes y distribuidores de las mercancías. Con una táctica eficiente
derivada de una inteligente y bien pesada estrategia, puede lograrse.
En efecto, una política de
control popular de los precios, mediante la organización y la acción de los
consumidores, podría doblegar la especulación causante tanto de la
hiperinflación como de la devaluación. Lo hemos dicho y lo repetimos: los consumidores organizados tenemos más
poder que los comerciantes especuladores y que los monopolios y los
oligopolios capitalistas. En verdad el problema es de conciencia, organización
y línea política, es decir de lucha de clases.
Por ejemplo, las múltiples
organizaciones de mujeres que existen en Venezuela, debidamente preparadas,
conscientes, organizadas y armadas de una estrategia de lucha que implique el
conocimiento de los datos económicos (costo
de los productos, ganancias de los capitalistas, impuestos que pagan,
empobrecimiento de la población, manipulaciones de los comerciantes
especuladores). Información + conciencia + organización = poder popular =>=>=>
revolución.
En Venezuela existe la
experiencia de comunidades organizadas que, apoyadas en la unidad y la
coordinación, han ejercido un auténtico poder popular, uniendo en acción
coordinada diferentes organizaciones
populares (muchas de las cuales son
de mujeres o integradas mayoritariamente por mujeres) y han logrado liberar
a sus zonas de residencia del abuso y de la especulación comercial, poniendo a
raya a los comerciantes del barrio, ejerciendo auténtico poder popular.
Lo contrario del monopolio es el
monopsonio, es decir, la unión consciente y organizada de los compradores), para
defenderse de los abusos y la especulación de los monopolios y oligopolios, así
como de los comerciantes en general, organizados o no. La especulación se instaló en la economía
venezolana y esta sería la única manera de romper el círculo vicioso de
canibalismo económico, de devaluación e hiperinflación; del hueco en el que nos
encontramos atrapados.
En algunos países capitalistas,
en distintas épocas, los consumidores, muchas veces sin el apoyo de sus respectivos
gobiernos, se han organizado para defenderse de los abusos de los vendedores,
sean productores o simplemente comerciantes. Pero no sólo para defenderse de los precios especulativos o de
monopolio, sino para defenderse también de la mala calidad de los productos,
del contenido insalubre, toxico o dañino para la salud de los productos,
alimenticios o no.
Ya las mujeres venezolanas tienen
parte del trabajo hecho, pues son muchas las organizaciones populares de
mujeres que existen y, siendo así, lo que faltaría sería presentarles el plan
de lucha y establecer mecanismos de coordinación
entre los distintos organismos y movimientos. En una segunda etapa, una vez
avanzado el “Plan popular de control de
precios contra la especulación y el acaparamiento”, se podría pasar al “Plan de defensa del bolívar contra la
dolarización perversa”.
Los venezolanos estamos
entrampados, ahora en una dolarización perversa (no oficial) que agrava mucho
más el problema de la hiperinflación. Tanto así que el problema se hace cada
vez más grave, pues estamos atrapados en
un círculo vicioso. Los propietarios de las mercancías y todos los
comerciantes, se curan en salud, y antes de verse afectados por la
especulación, se aventuran a especular. Se trata de un círculo vicioso que nos
ata férreamente a una imparable hiperinflación.
Y ¿cuál puede
ser el límite de esta locura de la cual todos los venezolanos formamos parte?
La oposición dice que el gobierno es el responsable de la hiperinflación y de
la devaluación. El gobierno dice que es producto
de la guerra económica y de la manipulación criminal del “tipo de cambio”.
Pero hay que decirlo: los consumidores somos responsables, por dejarnos
especular. ¿Vamos a seguir pagando el dólar, sea cual sea precio que nos
impongan los especuladores?
También hay que decir que la
especulación galopante afecta tanto al precio del dólar como al precio de las
mercancías. Y como una culebra que se muerde la cola, los precios aumentan si aumenta el dólar y el dólar aumenta si
aumentan los precios. Hasta un niño sabe que si aumenta la demanda de
cualquier mercancía, inmediatamente aumenta su precio. ¿Hasta qué punto
tendría que subir el dólar para que los venezolanos dejáramos de comprarlo?
Como enloquecidos por el hambre
de dólares, los venezolanos, mientras más nos aumentan el precio del dólar, más
desesperadamente lo compramos. Se trata de una demanda inelástica. Por
inconsciencia, por insensatez, por
ignorancia, por falta de dirección, nos comportamos como el animal que
persigue a una presa atada de tal manera a su cabeza que mientras más rápido
corre, más rápidamente la presa se le aleja. Actuamos atrapados por el
cretinismo y la insensatez.
Mientras más compramos dólares
más nos empobrecemos, más devaluamos nuestra moneda y más encarecemos los
productos que consumimos y por ello mismo, como una consecuencia más dañina
todavía, aceleramos la hiperinflación. Todo
ello favorece a los que tienen más dinero y empobrece día a día a los
sectores medios y bajos y, a la larga nos perjudica a todos: hundimos la
economía en un diabólico encadenamiento, cíclico y en espiral, que nos conduce al
abismo.
La gente se organiza para algo:
para resolver un problema o satisfacer una necesidad. Y si se trata de una
necesidad colectiva muy sentida o resolver un problema que afecta a todo un
pueblo, la propuesta, si es entendida y acogida y nos permite resolver el problema o aminorar el daño, y, además, nos
permitirá avanzar, abrirá brechas, contribuirá a la acumulación de fuerzas y a
la elevación de la conciencia social y de clase. Más democracia, más fuerza,
más avance.
Por el contrario, si las mujeres organizadas,
favorecidas por el incremento del poder popular movilizado, no logran revertir
la especulación y detener la
hiperinflación, será inevitable el
colapso de la economía venezolana. Y, seguidamente, sobrevendría una derrota
política del gobierno, la cual podría abrirle paso a la propuesta neoliberal, que
avanzaría dentro del gobierno o mediante la llegada al poder de una fracción
fascista tipo Bolsonaro o Yanine Añez. .
Con toda seguridad, la unidad del
pueblo y su acción y movilización en torno
una política como la que puede derivarse del presente análisis,
impulsada por las mujeres venezolanas integradas en los diferentes movimientos y organizaciones de lucha que
existen en el país, se convertiría en un poderoso e imbatible movimiento
que cambiaría la correlación de fuerzas y podría dar lugar a un importante y
positivo giro a la orientación de la política venezolana.
El procurado y esperado avance del
poder popular, podría convertirse en poco tiempo en una realidad indiscutible.
La democracia venezolana se renovaría, se fortalecería sólidamente el poder
popular, los enemigos, opresores, explotadores
y expropiadores del pueblo perderían poder. L@s venezolan@s avanzaríamos, con pie firme, hacia
la consolidación de una auténtica democracia participativa y protagónica.
Iniciaríamos, de la mano de la mujer, una nueva historia venezolana.
Así, avanzaremos cada vez más en
el camino de la organización de la mujer hacia su propia emancipación y la
emancipación de toda la Humanidad. Nuevos liderazgos surgirán.
José Manuel
Hermoso González.
Caracas, 20 de noviembre de 2020.
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