Primera Parte
POLITICA Y ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA
Sabido es que la gente se
organiza para algo. En otras palabras, la política precede a la organización.
Muchas veces nos hemos equivocado y hemos pretendido, sin quererlo, poner los
caballos detrás de la carreta. O hemos querido construir una organización a
partir de unas ideas generales, de una teoría, es decir, de un conjunto de
generalizaciones, de conceptos, de conocimientos. Dicho de otra manera, hemos
querido hacer política revolucionaria a partir de la formación, de la educación
política. Primero formar cuadros, después, partiendo de la teoría, crear una
organización y que sea la organización creada la que conciba una estrategia y
una política revolucionaria.
Por el contrario, podríamos hacer
una larga lista de ejemplos históricos de procesos de cambio social, más o
menos radicales (movimientos sociales, laborales, campesinos, militares) que
han partido de políticas acertadas o de simples propuestas que han llenado un
vacío o han abierto el camino hacia la solución de un problema social o hacia
la satisfacción de una muy sentida necesidad colectiva. La organización, los movimientos,
los partidos, han surgido casi siempre como un instrumento, como un medio para
alcanzar un objetivo previamente definido. Podríamos tomar una frase de la
biología evolutiva y concluir diciendo: “la necesidad hace al órgano”.
En síntesis, podríamos afirmar
que las políticas exitosas nacen siempre de una idea, de una propuesta que
llena un vacío, satisface una necesidad o
ideas que convencen a muchas personas que pueden alcanzar un objetivo muy
deseado. Alrededor de esa idea-fuerza surge entonces la organización, el
movimiento entendido como estructura, como instrumento necesario para esa
acción colectiva. Ahora bien, es observable a simple vista que la Humanidad
vive en este momento una insurgencia, un auge de masas internacional, lo cual configura
una situación pre o pro-revolucionaria a nivel mundial, situación que, a su
vez, reclama como necesidad una política, una estrategia, un programa
revolucionario. Se trata de un vacío que puede y debe llenarse con una
idea-fuerza.
La teoría y la práctica están
estrechamente unidas. La vida humana no es concebible sin el pensamiento. El
pensamiento y la realidad constituyen una unidad dialéctica. Se ha dicho que
sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria y viceversa. También
podría afirmarse que sin organización revolucionaria no hay revolución. ¿Cuál debe
ser entonces el punto de partida, sí se hace
visible la necesidad de una estrategia y de una organización para el
cambio social? Sí ese es el vacío que
hay que llenar, surge la pregunta ¿Qué hacer? ¿Cómo empezar? Nunca se parte de cero. Estamos en la
Historia, tenemos conocimientos previos, ideas, teorías, conceptos, juicios y
prejuicios. A partir de ese bagaje debemos hacer saltar “la chispa que pueda incendiar una pradera”.
Desde que existe el capitalismo,
los revolucionarios que creen que un
mundo mejor es posible y que han estado dispuestos a luchar por ello, en
otras palabras, quienes creen en la necesidad y en la posibilidad de una nueva
sociedad más justa y racional, es decir, los revolucionarios anti-capitalistas
e internacionalistas, han estado esperando un auge de masas internacional que,
junto a otras condiciones objetivas y subjetivas, configuren una coyuntura revolucionaria a nivel mundial.
En los actuales momentos vivimos una situación caracterizada por una crisis
global del sistema económico-social, la cual coincide con el hecho de que las
clases oprimidas ya no soportan las condiciones de opresión y explotación y
que, por su parte, las clases dominantes en el poder, ya no están en
condiciones de impedir la rebelión social.
Para un observador acucioso, se
ha hecho visible a simple vista, que la estructura económico-social existente
en el mundo globalizado de hoy es obsoleta. El capitalismo imperialista
occidental ha entrado en decadencia. Es evidente que las relaciones sociales de
producción dominantes se han convertido en una traba para el desarrollo de las
Fuerzas Productivas Sociales. En otras palabras, las relaciones económicas capitalistas,
y en general todas sus instituciones políticas se han convertido en un
obstáculo para el crecimiento económico, frenado, no obstante el asombroso y ascendente
desarrollo tecnológico actual. Es evidente que el incremento de la
productividad y de la producción proporcional, al desarrollo tecnológico, se encuentra
estancado. Al menos en el mundo occidental.
El desarrollo económico
capitalista se ha paralizado, al menos en EEUU y en los países de la Unión
Europea. Y no podría ser de otra manera, pues las relaciones sociales de
producción (o dicho de otra manera, las relaciones de propiedad (las cuales determinan
la formas de apropiación de los productos del trabajo, y por ello condicionan la distribución de la riqueza
social), en determinado momento, entran en contradicción con las fuerzas
productivas materiales de la sociedad, razón por la cual se abre un período de
revolución social. A eso nos referimos cuando decimos que están dadas las
condiciones objetivas de la revolución.
Es demasiado evidente que eso
es lo que está ocurriendo en este
momento en gran parte del mundo. Es perfectamente visible que las referidas
condiciones objetivas, están coincidiendo con un multitudinario auge de masas
que mantiene en efervescencia a muchas ciudades de América, de Europa y de
otros continentes. Las posibilidades de que esa movilización de masas y esas
protestas multitudinarias den paso a una insurgencia, a una rebelión popular
que a su vez se transforme en una situación pre o pro-revolucionaria es sólo
cuestión de tiempo. Sin embargo, es necesario precisar que el hecho de que se
abra una coyuntura revolucionaria en un país determinado, de ninguna manera
garantiza que se producirá o triunfará la revolución.
La participación de los oprimidos
es el elemento clave de una revolución. Su presencia y su acción son imprescindibles
para que una crisis económica y social pueda
transformarse en una coyuntura favorable a un cambio social profundo. Pero
no hay que olvidar que la combativa presencia del pueblo consciente y
organizado no garantiza, por si sola, el triunfo de la revolución. Una
coyuntura revolucionaria puede desembocar en el triunfo de una
contrarrevolución. El pueblo explotado y oprimido, para triunfar sobre las
clases dominantes, necesita estar dotado de una política, de una estrategia,
una organización y una dirección revolucionaria.
No basta disparar la flecha, es necesario dar en el blanco.
Por otra parte, hay que recordar
que las masas populares aprenden de sus propias luchas. Y, por su parte, los
revolucionarios aprenden de las masas populares y de la Historia, es decir, de sus
luchas y de los combates de otros pueblos en otros momentos y lugares. Y, de la
sistematización de esas experiencias ha
surgido lo que llamamos teoría revolucionaria. Esa teoría, convertida en
propuestas políticas, debe unirse a las luchas concretas del pueblo, para enriquecerlas,
para dinamizarlas y para darles una
orientación revolucionaria. En la actual coyuntura internacional, que podríamos
calificar de pre o pro revolucionaria, este objetivo constituye una necesidad
histórica. Se trata de llenar un vacío. Se necesitan propuestas políticas, acciones
tácticas que le abran cauce a una estrategia y ésta, a su vez, conduzca al surgimiento de una organización apta para el cambio social profundo y radical.
Desde hace más de cien años el
proletariado ruso abrió un boquete en un costado del edificio del capitalismo mundial. A partir de ese momento
el capitalismo imperialista se bate en retirada. Sobre vive a la defensiva,
desatando una violencia genocida; profundizando su opresión, expropiando cada
vez más a los trabajadores del mundo; destruyendo el medio ambiente y despilfarrando
de manera inclemente los recursos naturales del planeta. Sin embargo, los
oprimidos y explotados del mundo, mediante sus luchas, han abierto nuevos
boquetes en la estructura del capitalismo mundial, ejemplo de ello son: China, Corea,
Viet Nam, Cuba, Nicaragua y otros países. Mientras tanto, los militantes anticapitalistas
e internacionalistas durante décadas hemos permanecido impacientes a la espera
de la coyuntura revolucionaria internacional que hoy se abre ante nosotros como
una posibilidad cierta.
Aunque hace unas cuantas décadas,
a quienes planteábamos la necesidad de prepararnos para la esperada crisis
final del capitalismo, se nos descalificaba, tildándonos de catastrofistas. Hoy
la catástrofe está a punto de estallarles en la cara. En efecto, los
capitalistas más poderosos del mundo occidental, enceguecidos por la insaciable
voracidad acumulativa, están demostrando que son capaces de destruir el sistema
del cual son beneficiarios, antes que renunciar al más insignificante de sus
privilegios. Parecieran estar empeñados en dar cumplimiento a la previsión
científica que aseguró, hace más de 100 años, que los capitalistas más
poderosos, sin estar conscientes de ello, serían los sepultureros del sistema capitalista.
En efecto, todo parece indicar que aquella
previsión científica está a punto de cumplirse. Los revolucionarios
anticapitalistas estamos llamados a contribuir a ello. Podemos y debemos
hacerlo. Manos a la obra.
Chema Noel
Caracas, 24 de julio de 2020.
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