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LOS SEPULTUREROS DEL CAPITALISMO Chema Noel



José Manuel Hermoso González

            













LOS SEPULTUREROS DEL CAPITALISMO

(El camino hacia la emancipación humana)








Venezuela, 2016

           
                                                                                     

                      
Introducción
                      
La humanidad es una especie en peligro de extinción. Los seres humanos vivimos actualmente un complejo conjunto de contradicciones que nos están conduciendo a un peligroso abismo de auto-destrucción. Se trata de un "entrampamiento" que de diversas maneras nos oprime y limita, nos enferma y nos daña, porque se traduce en injusticias, iniquidades, sufrimientos, sacrificios, calamidades y conflictos.

En momentos en que la humanidad ha alcanzado increíbles niveles de desarrollo científico-tecnológico, vemos como esos avances no están al servicio de la paz, de la justicia, ni del bienestar y progreso de los seres humanos. Hoy más que nunca impera la desigualdad, la estratificación social y la injusta distribución de los productos del trabajo, de los ingresos y oportunidades, de los servicios y comodidades, todo lo cual explica la lucha económica, la aguda confrontación social, los conflictos políticos, la violencia, el armamentismo, las guerras civiles y las guerras entre naciones
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Mientras se gastan inmensos  recursos en armas de destrucción masiva; mientras que se invierten millones de unidades monetarias en guerras de distinto tipo; mientras se despilfarran riquezas y recursos; mientras se mantiene una elevada capacidad ociosa (despilfarro y desempleo de recursos); mientras millones de seres humanos se encuentran marginados del aparato productivo y al margen de la distribución de la riqueza (desempleo de fuerza humana de trabajo); mientras se desatan guerras que destruyen ciudades y países enteros y en ellas mueren millones de personas; mientras que se destruye la naturaleza y se desequilibra ecológicamente el planeta; todo ello por efecto de la voracidad acumulativa de las grandes empresas transnacionales, industriales, comerciales y financieras; mientras que la mayoría de los seres humanos pasan hambre; mientras que el 1% de la población posee y se beneficia de más del 80%  o 90 % de la riqueza producida, mientras todo ello ocurre, mucho más del 50% de la humanidad sobrevive precariamente con una mínima parte de los productos y servicios que esa misma humanidad produce. 
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Para que toda esta opresión y expropiación pueda ser suprimida; para que todas estas injusticias puedan ser eliminadas; para que todos estas acechanzas y peligros pueden ser superados, será necesario que los seres humanos conozcamos las características de la gran trampa en la cual estamos atrapados; necesitamos descubrir las claves de ese perverso entrampamiento, para escaparnos de sus garras, y para que ello sea posible, necesitamos tomar conciencia de que la emancipación de la humanidad no sólo es necesaria y urgente, sino que también es perfectamente posible.Y será efectivamente posible cuando superemos las siguientes contradicciones y cuando nos emancipemos de relaciones opresivas como las que se señalan a continuación:

I.   LA ENAJENACIÓN PRODUCTIVA

1.1.-  La enajenación del trabajo: Desde que apareció la esclavitud -en la más remota antigüedad- hasta nuestros días, el trabajo no ha estado al servicio de la libertad y el progreso de todos. Pero ahora, hemos llegado a un punto evolutivo que tenemos la posibilidad de salir de la gran trampa que significa el trabajo enajenado, el trabajo asalariado, el trabajo esclavizante. Necesitamos liberarnos de la obligación de trabajar para otros y no para nuestra propia y libre realización. Necesitamos que el trabajo vuelva a ser un medio de liberación y de unión entre los seres humanos y no una forma de opresión, sacrificio, conflicto y división. En síntesis, necesitamos superar el trabajo enajenado y recuperar el trabajo libre; del trabajo forzado mediante coacción económica y extra-económica, al trabajo libre o voluntario.

1.2.-  La tiranía de la mercancía: Desde que aparecieron la propiedad privada y el comercio, los productos del trabajo humano se convirtieron en mercancías, es decir, dejaron de ser productos útiles destinados a satisfacer necesidades humanas, para convertirse en medios de intercambio destinados a la ganancia y a la acumulación, al enriquecimiento de los vendedores, empresarios y/o comerciantes. El objetivo fundamental de quien produce o vende una mercancía, no es satisfacer una necesidad de otro, como reconoció Adam Smiht, su objetivo es obtener una ganancia, un beneficio económico: acumular riqueza. He allí la razón de la secreta tiranía, médula de la mercancía. Y la idea de Adams Smith, de que a la larga todos saldremos favorecidos por el egoísmo y el individualismo económico, gracias a la "mano invisible del mercado", se ha demostrado absolutamente falsa. Lo cierto es que la dinámica del mercado capitalista conduce indefectiblemente a una súper acumulación, a una súper concentración de riqueza en pocas manos, y a la depauperación absoluta y relativa de la mayoría de los seres humanos, como producto de la Ley de la Acumulación descubierta o demostrada ya en el siglo XIX.

1.3.-  El fetichismo del dinero: Desde que apareció el dinero sobre la tierra, casi de manera inmediata dejó de cumplir únicamente la función de medio de pago, de equivalente general de valor de todas las mercancías, para convertirse en un medio de acumulación, en un instrumento de poder y de iniquidad; en un señuelo, en un fetiche, en un ídolo, en el símbolo del poder, de la riqueza, del egoísmo y la maldad; en el nuevo Dios que nos esclaviza sin que nos demos cuenta y que nos ofrece una falsa felicidad, una engañosa sensación de seguridad y confort que, en definitiva, a la larga, sólo trae miseria y sufrimiento, para la mayoría de los humanos, incluyendo a los adinerados que tampoco encuentran en el dinero la felicidad . Ese fenómeno es lo que se conoce o ha sido caracterizado como "fetichismo de la mercancía" o fetichismo del dinero. Se trata de un "entrampamiento" material, objetivo, práctico, que se expresa también en el plano de las ideas, de las abstracciones, del pensamiento, como una fuerza que nos domina, que nos invade, que nos impone determinadas conductas, contrarias a nuestra conveniencia, a nuestra felicidad, a nuestra libertad. Sin embargo, ésta no es la única forma de alienación que se deriva de la dominación mercantil y/o capitalista.

1.4.-   La alienación ideológica y publicitaria: Detrás, o mejor, paralelamente al fetichismo de la mercancía, tanto el mercantilismo como el capitalismo, traen consigo otras formas, expresiones o manifestaciones de alienación: a) El capitalismo impone como señuelo la idea de que todo el mundo puede llegar a convertirse en un poderoso capitalista y quien no lo logre es por su propia ineptitud, apatía o irresponsabilidad. Nada más falso y engañoso. Eso equivaldría a decirle a alguien que juegue la lotería y que si no se gana el primer premio es por su propia ineptitud, apatía o irresponsabilidad. Hay varias expresiones populares que muy sabiamente se refieren a este engaño ideológico: "los ricos están completos"; "nadie se hace rico trabajando"; o "el dinero trae dinero". Es la gran trampa de lo que en algún momento se llamó el "sueño americano"; b) La idea que que el dinero, por si solo, da la felicidad o de que nadie puede, sin dinero, ser feliz; c) La creencia de que el trabajador asalariado depende del capitalista, pues este la da trabajo; siendo que es a la inversa: el capitalista sin el trabajador asalariado, no es capitalista. En cambio el trabajador, sin el capitalista, es como el esclavo sin el amo: un hombre libre; d) La falsa idea de que la riqueza se deriva del capital. Que el capitalista es el que produce. De hecho, al empresario se le denomina productor. Pues no, el único productor es el trabajador: Sin el trabajador no hay producción, no hay nueva riqueza, no hay producto nuevo, no hay plusvalía; e) La equivocada idea de que el capitalista le da trabajo al asalariado, siendo que es el trabajador quien le da su trabajo, o el producto de su trabajo, al capitalista, pues le vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario: Es el trabajador quien con su trabajo enriquece al empresario, al inversionista o capitalista. Lo único que recibe a cambio el trabajador, es un miserable, insuficiente, desproporcionado e injusto salario.  ,   ,

1.5.-   El conocimiento como mercancía: Como el rey Midas, que convertía en oro todo lo que encontraba a su paso., el capitalismo tiende a convertirlo todo en mercancía. El conocimiento, como todos sabemos, es milenario, progresivo, "hereditario",se transmite de generación en generación, aunque cada generación se encarga de enriquecerlo o podríamos decir que, cuando alguien produce conocimiento, lo que hace es agregar una mínima parte a un conocimiento previo. Es decir, completar o complementar, el conocimiento anterior. Sin embargo, en el capitalismo, 

1.6. -  La información como mercancíavendidos al mejor postor. En el mundo capitalista, si hay algo que se convierte, casi inmediatamente en una mercancía es la información. Desde que se inventó la imprenta la información paso a ser una propiedad del dueño de la imprenta. Posteriormente, al aparecer y generalizarse la prensa escrita, la información pasó a ser propiedad del dueño del medio de comunicación y de quienes tuviesen suficiente donero para pagar el derecho de informar conforme a sus intereses. Hoy en día la informavción mundial está en manos de los grandes capialistas que monopolizan la propiedad de todos los medios de comunicación escritos y audio visuales. Publican lo que les conviene, por que les interese o por que les paguen un buen dinero por el uso de los espacios  ,                                         

1.7.-  La salud como mercancía: En estos días de pandemia ha quedado plenamente demostrado el caracter de mercancía que tiene la medicina y la farmacología y la importancia y el peso que tiene la propiedad privada de los centros de salud y los consultorios profesinales de todas las especialidades y, por otra parte, la importancia y el impacto que tiene la propiedad privada, tanto de la industia farmacologica como del aparato de distribución de los medicamentos en los países capitalistas, especialemente en las naciones gobernadas por la ideología neoliberal, en los cuales se ha privatizado casi totalmente los servicos de saluid. 

1.8.-  La privatización de la seguridad (el precio de la vida humana). Cada vez se pone más de bulto en casi todos los paóises del mundo como la vida humana y en general la seguridad de las personas es una mercancía que tiene un alto costo. Los sistemas de seguridd privados son un verdadero lujo. Y la inseguridad debida a la proliferación del terreris, especialemnte en algunos países, y por la proliferación del sicariato, en otros, han convertido la eliminación de vida humana (el asesinato por encargo) en una mercancía cada vez más barata, y el cuidado de la vida, su preservación, en un privilegio de multimillonarios, dado el  elevado precio de la seguridad personal.
1.9.-  La privatización de la justicia: Desde los primeros momentos y durante toda la existencia del capitalismo la justicia administrada por los orgnismos judiciañles en manos del Estado, han sido un privilegio de los adinerados. El precepto jurídico proclama que todos somos iguales ante la ley. Nada más falso. La ley, por el solo hecho de establecerlo en el papel, no puede igualar lo que es desigual en la vida real. Desde hace varios siglos lo afirma el refranero popular cundo dice: "poderoso caballero es don dinero". En efecto, el ejercicio del derecho se convirtió desde un primer monento en una ventaja, en un privilegio para los adinerados, y una desvenaja insalvable para los desposeídos. En el mundo actual la cantidad de dinero es la medida de la impunidad. Para sus propietarios, los adinerados es una patrente de corso que los dota de una verdadera inmunidad.

II.   CONTRADICCIONES FUNDAMENTALES

2.1.- Un proceso de valorización: El proceso de producción capitalista, no es sólo un proceso de trabajo cooperativo (colectivo), no es sólo un proceso de creación de valores de uso (objetos útiles para el uso o el consumo intermedio o final), es también un proceso de valorización, un proceso de creación de valor. El trabajo, medido en tiempo de trabajo socialmente necesario (horas/hombre), transfiere valor, crea un valor nuevo, un valor que antes no existía, con la ayuda de herramientas o máquinas más o menos sofisticadas, en procesos más o menos automatizados, le agrega valor a las materias primas. De sus manos surge un objeto útil (un valor de uso) que ahora tiene no sólo un valor agregado, agregado por el trabajo (un costo en h/h), sino que, va a tener también un valor de cambio (o precio) derivado de su demanda (de la relación oferta-demanda) pues ese producto del trabajo, convertido ahora en mercancía está por ello destinado a un mercado, es decir, está destinado al intercambio. Por eso es una mercancía. Y -como mercancía- tendrá determinado precio de mercado.

2.2.-  Un proceso de expropiación: Pero el proceso de producción capitalista no es sólo un proceso de valorización, es también un proceso de expropiación. ¿Por qué? Porque se plantea el problema de la apropiación o expropiación del nuevo valor agregado por el trabajo. El proceso de producción como proceso de creación de valor, reproduce los valores invertidos en la producción (el costo). Es decir, el valor de lo invertido en maquinarias y equipos (desgaste calculado mediante la depreciación) y en materias primas. Esos costos -en la cuota parte correspondiente- se trasladan al valor de la nueva mercancía, así como el costo de lo invertido en fuerza humana de trabajo (el salario de los obreros y el sueldo de los empleados); pero, además, del proceso de producción-valorización surge un remanente, un nuevo valor (agregado) producido precisamente por el trabajo; derivado del trabajo (único factor económico que crea o agrega valor). Ese nuevo valor (o plusvalía) producido por el trabajador, se lo apropia el capitalista sin haberlo creado. Por eso el proceso de valorización es al mismo tiempo un proceso de expropiación.         

2.3.-  Un régimen de producción de plusvalía: El capitalismo aparece en un primer momento y se desarrolla -a primera vista- “como una inmensa acumulación de mercancías” es decir como un régimen de producción de mercancías a gran escala. Pero no tardará mucho en manifestarse con toda fuerza su verdadera naturaleza. Más temprano que darte el capitalismo se desarrollará como un régimen de producción de plusvalía. Ese será a partir de entonces su verdadera finalidad. La producción de mercancías será una excusa, un medio, un instrumento para lograr su verdadero objetivo, la producción de plusvalía. El verdadero objetivo de todo capitalista es obtener una ganancia. Mientras más grande mejor. Si es necesario dejar de producir (cerrar la planta, declararse en quiebra) o producir menos, en ese caso el capitalista se someterá dócilmente. Por eso en determinados momentos el capitalismo frena o paraliza la producción.

2.4.-  La contradicción entre valor y precio: Desde que el hombre apareció sobre la tierra, la capacidad productiva del trabajo humano no ha dejado de incrementarse, lo que significa que los productos del trabajo humano se producen cada vez en menos tiempo, cada vez con menor esfuerzo, es decir, resultan cada vez menos costosos, gracias al desarrollo tecnológico. Especialmente durante los últimos dos o tres siglos la productividad ha crecido en forma vertical abaratando los costos cada vez más. ¿Eso quiere decir que sus costos gracias a la automatización, tienden a cero? ¿Si los productos del trabajo convertidos en mercancías cuestan (o valen) cada vez menos, por qué sus precios en vez de disminuir, como sus costos, como su valor, aumentan cada vez más o no se reducen en la misma proporción? ¿por qué las mercancías son cada vez menos accesibles para la mayoría de la población del planeta? La respuesta podríamos encontrarla al comprender la contradicción entre productividad y bienestar general.

2.5.-  Mayor productividad, menor bienestar: Habría que preguntarse y responderse por qué, si la productividad del trabajo humano no ha dejado de crecer en todo el mundo, ¿por qué no ha crecido, en la misma proporción, el bienestar de todos los seres humanos? ¿Por qué -por ejemplo- la jornada de trabajo se extiende en vez de reducirse? ¿Por qué aumenta el desempleo y baja el salario real (y a veces el nominal) de los trabajadores? ¿Por qué cae la demanda y se producen las recurrentes crisis de sobre producción, con la consecuente quiebra masiva de los empresarios menos poderosos? ¿Por qué el galopante empobrecimiento y la marginación de la mayoría de la población del planeta? Porque la productividad, aunque es incrementada gracias al esfuerzo de todos, su incremento no favorece a los trabajadores ni a la mayoría de la sociedad debido a que su beneficio es confiscado -en forma de plusvalía- por quienes también se han apropiado de la tecnología y de su correlato, la productividad.

2.6.- Mayor desarrollo, mayor desempleo: La principal consecuencia de esta tendencia irrefrenable del capitalismo, provocada por el incremento de la productividad, es la elevación de la capacidad ociosa del aparato productivo de todos los países del mundo, la sub-utilización y/o el  despilfarro de recursos, por una parte, y por la otra, el desempleo de la fuerza humana de trabajo. El trabajo se convierte en desechable, y, como mercancía, la fuerza de trabajo se “desvaloriza” o mejor, “se deprecia” en forma extrema (caída indetenible de los salarios y de la remuneración del trabajo respecto a la remuneración del capital). En la medida en que la oferta de la mercancía fuerza de trabajo (o recurso humano) es mayor que la demanda, los precios (salarios) tienden a la baja. También aunque aumente el salario en términos absolutos (salario nominal) se hace más injusta la relación de lo que recibe el trabajador respecto al  respecto al valor de lo que produce dada la elevación de la capacidad productiva de su trabajo.

III.   CARACTERISTICAS DEL CAPITALISMO

3.1.-  La renta capitalista del suelo como expropiación: El surgimiento del capitalismo aparece acompañado de una lucha contra la renta pre-capitalista del suelo, pues el monopolio de la tierra y la mano de obra barata que suministraba el trabajo servil, conspiraba contra la acumulación capitalista al encarecer los precios del pan y de otros alimentos y como consecuencia de ello, presionar al aumento de los salarios (costo de la vida). La renta se consideraba parasitaria. Pero el capitalismo, al no eliminar el monopolio terrateniente del suelo (agrícola o minero), no elimina la renta del suelo, pero le imprime un nuevo carácter: aparece y se desarrolla la capacidad de la propiedad territorial de convertir la plusvalía en renta capitalista del suelo y por esta vía la capacidad del dueño del suelo (o del subsuela) para arrancar parte de la riqueza producida por los trabajadores asalariados (en el mismo o en otro país), disputándosela de esta manera al capitalista. Por esta dinámica la plusvalía se transforma en renta. La renta petrolera (y en general de los recursos naturales) es un ejemplo de ello.

3.2.-  La renta capitalista del conocimiento: A la renta capitalista del suelo se suma la capacidad del conocimiento (y de la inventiva o creatividad) para que, una vez apropiados -mediante el derecho de autor (o las patentes de industria y comercio)- puedan, al igual que la renta capitalista del suelo y los intangibles (arte, deporte, diversión, entretenimiento), acaparar parte de la riqueza producida mediante la relación capital-trabajo, es decir, mediante la conversión de la plusvalía en renta capitalista (en este caso del saber, del conocimiento, de la creatividad). Todo ello en virtud y como una regalía (rollalty) de la propiedad intelectual. La diferencia entre plusvalía y renta es que la plusvalía se deriva del trabajo productivo y la renta se deriva de la propiedad.

3.3.-  La “valorización” de los intangibles: Una particularidad del régimen de producción capitalista en su actual etapa de decadencia y descomposición -vinculado a la tendencia planteada en un párrafo anterior- es el fenómeno de la inusitada capacidad de acumular riqueza que adquieren algunos servicios o actividades y algunas mercancías intangibles (como por ejemplo, los títulos-valores, la acciones mercantiles) o las mercancías de valor intangible o subjetivo como el arte, la diversión, la industria del espectáculo (por ejemplo, la capacidad de atraer riqueza que conlleva el deporte como espectáculo). Se ha afirmado que lo único que crea valor es el trabajo humano. Habría que preguntarse ¿por qué tienen precios y pueden venderse objetos que no son producto de trabajo humano como el agua o como la tierra o los productos naturales? Respondemos: Lo que les da capacidad de atraer valor es precisamente el derecho de propiedad y la  renta que genera, esa forma de ingreso, esa capacidad de acumulación derivada de la propiedad y que le da el “valor”, es decir, que permite asignarle un precio, un precio que depende de la demanda  que tenga en el mercado -en un momento dado- y de su capacidad de atraer mayor o menor renta, lo que depende también de la demanda.

IV.   TENDENCIAS DE LA CRISIS

4.1.-  Se incrementa sin límite la depauperación: Como consecuencia de todo lo anterior podemos observar que, las relaciones que hemos establecido los seres humanos para producir y distribuir los bienes y servicios -especialmente durante los dos últimos siglos- han conducido a una perversa y muy cruel contradicción: en un extremo, en muy pocas manos se acumula una inmensa cantidad de riqueza, mientras que en el otro extremo millones de seres humanos viven en la mas denigrante pobreza y carecen hasta de lo más necesario, de lo imprescindible. Unos pocos se enriquecen sin límite mientras la pobreza crece para la mayoría de la población del planeta. Esta depauperación progresiva trae como consecuencia negativa para el capitalista y para la estabilidad del sistema: la caída de la demanda, es decir, las crisis de sobreproducción.

4.2.-  La acumulación delictiva de capital. El capitalismo en casi todo el mundo, en su actual fase de decadencia y descomposición, se convierte cada vez más en un sistema delincuencial, más y más inclinado a conductas ilegales, y/o abierta y descaradamente delictivas. En su esfuerzo por contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, (impulsada por una composición orgánica del capital cada vez más centrada en el trabajo muerto, cada vez menos centrada en el trabajo vivo), el capitalista, se ve obligado a invertir cada vez más en tecnología, procurando elevar la productividad (robotización, inteligencia artificial), y, a sustituir fuerza humana de trabajo vivo por maquinarias y equipos (trabajo muerto). Sin embargo, en esta carrera por mantener elevada la tasa de ganancia, la competencia le lleva -como último recurso-  a la acumulación delictiva de capital. 

4.3.-  Improductividad e impunidad del capital financiero: Como salta a la vista el capitalismo en decadencia se hace cada vez más improductivo. En su afán de acumulación, los capitales huyen hacia los sectores económicos más rentables, con mayores tasas de ganancia, que son precisamente los más improductivos. Especular produce mayores ganancias que producir. Las finanzas, el comercio y los servicios -improductivos por definición- atraen las mayores inversiones. Igualmente las inversiones en países más pobres a los cuales se les imponen las condiciones más desfavorables al país y más favorables al capital extranjero. No conforme con ellos los capitales terminan huyendo hacía las inversiones más especulativas, terminando masivamente en los que  se ha denominado acumulación delictiva de capital. Es decir hacia el robo, la ilegalidad el más descarado delito. El capital financiero no sólo parasita a la sociedad. Sus acciones esquilmadoras son descaradamente delictivas y -en la mayoría de los casos- quedan impunes.

V.   LA CLASE OBRERA

5.1.  La precarización del trabajo y la caída de los salarios: En su ilimitada voracidad, al capitalismo en agonía no le resulta suficiente -para mantener sus tasas de ganancia o contrarrestar la tendencia decreciente de las mismas- lanzar a la calle -al desempleo crónico- a millones de trabajadores en todo el mundo, sino que también arremete contra los  derechos de los trabajadores que logran conservar sus empleos (o para que puedan conservarlos), deteriorando al máximo sus condiciones de vida y de trabajo. Se trata de la llamada precarización del trabajo, lo que significa desconocer por decreto los derechos históricos conquistados y/o las reivindicaciones concedidas a las clases trabajadoras en virtud de la Ley o las contrataciones colectivas.

5.2.-   Desnaturalización y perversión sindical: La ofensiva contra los trabajadores y el desconocimiento de sus derechos se facilita porque los otrora poderosos sindicatos han perdido su condición de organizaciones destinadas a la defensa de los intereses de los trabajadores, para convertirse en instrumentos totalmente al servicio del sometimiento de los trabajadores a la dominación del capital sobre el trabajo. Nunca como antes los sindicatos, donde quiera que existen, se han entregado totalmente a la colaboración de clases. Ya ni siquiera cumplen la función reformista, colaboracionista, reivindicativista- de frenar la ofensiva anti-obrera de los capitalistas, sino que hacen francamente el papel de intermediarios a favor del gran capital. De allí que los conflictos que plantean -en el fondo y tal como son manejados- favorecen ampliamente al capitalista, al empleador. Están a su servicio. Una tarea, por lo demás, muy bien remunerada. Lo que demuestra el carácter mercenario -casi sin excepción- de las conductas pro-capitalistas de los dirigentes sindicales.

5.3.-   Competencia nacional e internacional entre los trabajadores: Es por ello, por lo planteado en los párrafos anteriores, que, desde hace muchos años, la mayoría de los trabajadores asalariados compiten entre sí, favoreciendo de esta manera la explotación que sufren, pues es evidente que en la medida en que existen pocos empleos -si existen pocas vacantes, si la oferta de empleo es mucho menor que la demanda (por elevadas cifras de desempleo) como ocurre en la mayoría de los casos, la capacidad de negociación de los trabajadores tiende a cero. Y si los trabajadores no se ponen de acuerdo para defender sus condiciones de trabajo, sus empleos y sus salarios, quedan en manos de la patronal, totalmente indefensos. Es demasiado evidente que la división y la competencia entre trabajadores favorecen ampliamente la explotación que sufren. Esta contradicción, esta competencia se observa muy gráficamente en el caso de los trabajadores de un país enfrentados a los trabajadores inmigrantes dispuestos a trabajar por menores salarios, lo que en muchos casos desata sentimientos de xenofobia.

VI.   LOS SEPULTUREROS DEL CAPITALISMO

6.1.-  Transnacionalización e internacionalización del capital: Mientras entre los trabajadores asalariados ocurre lo señalado en el párrafo anterior, los capitalistas tienden a la unificación, a la cartelización, al monopolio, al monopsonio, a la transnacionalización. Mediante la fusión de empresas, mediante la unificación de capitales, se hacen cada vez más fuertes no solo frente a los trabajadores empleados por ellos en todo el mundo, sino que se hacen fuertes incluso frente a Estados y gobiernos de países enteros y frente a los capitalistas más pequeños (pequeña y mediana empresa).

6.2.-  La robotización y el fin del trabajo asalariado: El desarrollo científico-tecnológico aplicado a la producción de bienes y a la prestación de servicios (es decir, el incremento de la productividad) es cada vez más acelerado. La inteligencia artificial y la robótica hacen que cada vez se necesite menos la fuerza humana de trabajo para producir esos bienes y prestar esos servicios. Por eso se ha venido hablando e investigando  desde hace varios años del fenómeno denominado “el fin del trabajo”. En otras palabras se producen mercancías que contienen cada vez menos trabajo, mercancías en las cuales se invierte cada vez menos fuerza humana de trabajo, cada vez menos tiempo. ¿Cuál es el límite de esta tendencia?, ¿cuáles son las consecuencias de esta dinámica económica? Si la fuerza humana de trabajo es cada vez más superflua, si los trabajadores asalariados son cada vez menos necesarios para el capitalista ¿no significaría ello el fin mismo del capitalismo, el fin de la explotación, el fin de la expropiación de los productores (trabajadores asalariados)?

6.3.-  La escasez en tiempos de abundancia: Por todo lo expresado anteriormente podemos concluir que la humanidad vive la muy cruel y trágica paradoja de quien se muere de sed al lado de un caudaloso y limpio río. En efecto, con la capacidad productiva existente la humanidad podría -con mucho menos esfuerzo productivo (con muy pocas horas de trabajo diario), empleando a una cantidad mucho mayor de personas;  reduciendo al mínimo la capacidad ociosa instalada (maquinarias y equipos) y causando el menor daño al medio ambiente (desarrollo sustentable) estaríamos –de esta manera- en capacidad de producir todo lo necesario para que la humanidad viva en la abundancia material. En esas condiciones no será necesaria, no tendrá sentido, la confrontación económica por los bienes materiales. La competencia desaparecería o se reduciría al mínimo. En otras palabras, afirmamos que ya existen las bases materiales que hacen posible la utopía siempre soñada: la abundancia, la paz y la felicidad de los seres humanos sobre la tierra. Ya podemos salir del reino de la necesidad y entrar al reino de la libertad.

6.4.-  Los sepultureros del capitalismo: Los mayores y más peligrosos enemigos del capitalismo no son los socialistas ni los comunistas ni los anarquistas. Los pensadores sociales más avanzados del siglo XIX muy visionariamente afirmaron que los propios capitalistas serían los sepultureros del capitalismo. Advertían que la voracidad acumulativa del capital conduciría al sistema capitalista a un callejón sin salida. Las crisis cíclicas cada vez más graves lo comprueban. Afirmaron que el incremento de la productividad al servicio de la acumulación congestionaría al sistema de tal manera que lo haría inviable.  Aunque también dijeron que toda clase dominante se resiste con todas sus fuerzas a renunciar a sus privilegios y que en ese esfuerzo por no ceder el poder podría arrastrar al abismo a toda la humanidad. He allí el peligro de auto-destrucción humana. ¿Reaccionaremos a tiempo los seres humanos para evitar nuestro auto-exterminio?

VII.   PAPEL DE LA VIOLENCIA

7.1.-  La violencia ¿partera de la historia?: En algún momento de la historia, el pensamiento revolucionario llegó a considerar que la violencia no sólo era inevitable sino que se consideraba necesaria. Considerar la violencia como “partera de la historia” se convirtió en un dogma de los revolucionarios. Bajo este argumento se llegó a justificar la violencia cuando esta era usada en favor de la revolución. Bajo ese argumento se llegó a hablar de las guerras justas, sacralizando la violencia en algunos casos. Esta idea fue reforzada ideológicamente por el histórico culto a los héroes y por el patriotismo nacionalista. Hoy por hoy y analizando a profundidad el resultado de la violencia en todos y cada uno de los casos en que se ha pretendido justificarla, podemos concluir afirmando que es por lo menos discutible si la violencia  -en algunos casos producto del voluntarismo de las vanguardias- fue estrictamente necesaria e inevitable.

7.2.-  La violencia, arma de los poderosos: Desde la insurrección contra la esclavitud encabezada por Espartaco en la antigua Roma, pasando por todas las rebeliones armadas de los oprimidos derrotadas o triunfantes; por las guerras civiles ganadas por el pueblo contra la oligarquía en cualquier lugar del mundo en todas las épocas y las grandes revoluciones modernas, si tomamos en cuenta el costo en sacrificios, sufrimientos, tragedias y pérdidas materiales sufridas por ambas partes en conflicto, si consideramos las posteriores reacciones de la parte derrotada (guerras civiles y contra-revoluciones), sin negar los avances sociales y políticos que se derivaron de aquellos acontecimientos, podemos preguntarnos en qué medida valió la pena el costo pagado en sangre y vidas humanas por esos avances. Si adelantamos esta reflexión podríamos llegar a la conclusión que la violencia siempre ha favorecido a los poderosos y ha perjudicado -más que beneficiado- a la mayoría del pueblo. En la balanza y como contra-argumento podríamos colocar los resultados obtenidos mediante las luchas sociales y políticas no violentas. Esta idea puede reforzarse con la afirmación de que ninguna formación social desaparece hasta que se hayan agotado todas sus posibilidades, es decir, hasta que no se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que caben en su seno. Esto podría explicar el fracaso de muchas revoluciones “triunfantes” que finalmente fueron restauradas por contrarrevoluciones exitosas, que devolvieron el país o región al viejo régimen social supuestamente abolido.

7.3.-  La Tercera Guerra Mundial no declarada: Las grandes potencias se encuentran enfrentadas jugando un ajedrez en el cual los países pequeños son los peones. Las llamadas guerras asimétricas y/o de IV generación que están a la orden del día (guerras económicas, guerras mediáticas; para-militarismo, guerras civiles o religiosas provocadas o combatidas por las grandes potencias) son guerras que están arrasando países enteros y sacrificando a millones de personas. Palestina,  Afganistán, Chechenia,  Yugoeslavia, Irak, Libia, Siria, Ucrania y varios países africanos, son sólo algunos ejemplos de que la confrontación que podríamos llamar tercera guerra mundial se ha venido desarrollando de una manera persistente y  novedosa pero extremadamente cruel y destructiva.

VIII.   EL CAMBIO SOCIAL GLOBAL

8.1.-  Las experiencias revolucionarias triunfantes: Las llamadas revoluciones modernas comenzaron en el siglo XVI con las revoluciones denominadas burguesas y con la instauración de los regímenes parlamentarios que sustituyeron a las monarquías absolutas y/o crearon repúblicas democrático-burguesas. Como ocurrió durante el siglo XVI en los llamados Países Bajos (República de las Provincias Unidas) en 1588; durante el siglo XVII en Inglaterra con los cambios que condujeron a la creación de la monarquía parlamentaria  en 1649; durante el siglo XVIII  en América, con la Independencia de los EEUU en 1776; la Revolución Francesa, 1789; durante el siglo XIX: las gestas emancipadoras anti-colonialistas que dieron lugar a las nuevas repúblicas hispanoamericanas y caribeñas, 1804-1824; y, durante el siglo XX: las revoluciones ¿modernizaciones burguesas? conocidas como revoluciones socialistas: por ejemplo, en Rusia, 1917; en China, 1945; en Cuba 1959; en Viet Nam, 1975. Ahora bien, quienes aspiramos participar o contribuir al cambio social global anti-capitalista que tiene planteado hoy la humanidad, necesitamos conocer, analizar y caracterizar todas estas revoluciones modernas. Es necesario conocer y comprender la historia para no repetir errores.

8.2.-  La mujer, principal víctima del capitalismo: Cuando en la más remota antiguedad, durante los inicios de la Civilización Patriarcal, la mujer cayó en desgracia, comenzó a ser oprimida y discriminada; el sexo femenino pasó a convertirse en el segundo sexo; desde aquellos momentos hasta nuestros días la mujer ha sido la principal víctima de los regímenes de explotación y de  expropiación de la mayoría de la población. En nuestra época de decadencia y agonía del capitalismo globalizado las mujeres se encuentran en el centro de la tormenta. Como trabajadoras, -asalariadas o no- sufren las peores consecuencias de las crisis económicas; como madres de familia proveedoras o no, sufren por sus hijos, por sus maridos y familiares. Y como mujeres son las principales víctimas de un mundo de violencia social, política y militar.

8.3.-   Fuerza motriz del cambio social global: Las mujeres, además de ser objetivamente la parte de la humanidad  más interesada en la emancipación de todos, por ser las principales víctimas de la opresión y la injusticia social dominante en el mundo; las mujeres, por ser la mayoría de ellas trabajadoras asalariadas; por ser objetivamente las más interesadas en sustituir las relaciones basadas en la violencia y la guerra por relaciones basadas en el amor y la solidaridad, son -además- los seres humanos mejor dotados para la conquista de la paz, para la sanación de la humanidad;  para impulsar el cambio social global y pacífico, por la circunstancia de ser la parte de la humanidad menos contaminada por la violencia, la corrupción y la opresión. En este sentido consideramos y ratificamos que, sin la liberación de la mujer no será posible la liberación de la humanidad, pero que, igualmente, sin  la liberación de la humanidad no será posible la liberación de la mujer. Bastaría que el sexo femenino tomara conciencia de la necesidad de la emancipación y de su capacidad para lograrla y pasara a la acción para que se iniciara el cambio social revolucionario global (internacional e internacionalista)..

8.4.-  El amor como arma revolucionaria: Desde que se impusieron en el mundo las relaciones basadas en la violencia y la guerra; desde que los más poderosos (minorías) se convirtieron en opresores, explotadores y expropiadores de los más débiles (mayorías), el amor fue arrinconado a lo más íntimo y familiar de cada individuo. Este noble sentimiento prodigado por el sexo femenino en forma de amor maternal, y sus formas derivadas (fraternal, filial, amicial y social, es decir, solidario), devino en algo privado, arrinconado a lo familiar. El amor como práctica y como discurso desapareció totalmente de la vida social y política. Luego de la aparición del Cristianismo -hace dos mil años- reapareció, limitado al mundo de la religión. Muy recientemente ha comenzado a plantearse como una necesidad social. Por nuestra parte sostenemos que, para avanzar hacia una sociedad más libre y más justa, debemos incorporar el amor como objetivo y también como instrumento de transformación. El cambio social global emancipador tiene que ser un cambio amoroso -tanto por su objetivo de sustituir las relaciones basadas en el odio, la violencia y la guerra, por relaciones  basadas en el amor y la solidaridad-  como por los métodos que deberán ser utilizados para avanzar hacia ese objetivo.

8.5.-  La paz como camino, la paz como destino: Hacia el objetivo de conquistar la paz para toda la humanidad no puede avanzarse por un camino que no sea pacífico, es decir, debemos encaminar los procesos de cambio por métodos no violentos. En consonancia con lo expuesto en este y en el párrafo anterior, y siguiendo los pasos de Cristo, de Mathama Gandi, de Martin Luther Kings y de Nelson Mandela, debemos ratificar que el camino para avanzar hacia emancipación de la humanidad tiene que ser amoroso y por lo tanto pacífico, no violento.

                            LOS SEPULTUREROS DEL CAPITALISMO

La historia de la humanidad es la historia del crecimiento de las Fuerzas Productivas Sociales (FF PP SS). En otras palabras, es la historia del crecimiento de la capacidad productiva del trabajo humano, o también podríamos decir, la historia del constante y progresivo incremento de la productividad. Desde que aquellos remotos antepasados nuestros tomaron una piedra para golpear con ella, o desde que el ser humano -hace varios millones de años- chocó una piedra contra otra con la intención de hacerla filosa y cortar con ella (hacha de piedra), hasta el actual desarrollo de la inteligencia artificial; o, en otro aspecto, desde que el hombre por primera vez logró controlar el fuego y crear a su voluntad una fogata (pasando por el momento en que fabricó un horno y dominó el fuego hasta que pudo desarrollar la metalurgia) hasta el actual dominio de la energía atómica, la productividad del trabajo humano no ha dejado de incrementarse.

Este incesante crecimiento de las FF PP SS ha sido el motor de la Historia. Impulsado por el trabajo humano, principal fuerza productiva (*). Las FF PP SS han sido la principal fuerza material transformadora. En efecto, mediante el trabajo (actividad humana por excelencia y principal forma de realización del ser humano) el (o la) mujer-hombre, es decir, los seres humanos, han transformado la naturaleza y -de esta manera- se han venido transformando a sí mismos.  En otras palabras, mediante el trabajo y el desarrollo de las Fuerzas Productivas Sociales, los hombres -a través de su quehacer racional- hacen su propia historia, aunque dentro de determinadas condiciones objetivas independientes de su voluntad. Mediante ese impulso hacia el progreso, mediante el crecimiento de las FF PP SS el hombre ha venido transformando también sus RR SS PP, es decir, las formas a través de las cuales los seres humanos nos relacionamos (nos organizamos)  para producir y distribuir los bienes materiales producidos por el trabajo.
(*) El trabajo es el padre de la riqueza, la naturaleza es la madre.

Es por ello que se ha dicho que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, o, en otras palabras, la historia de la separación del productor (trabajador) de las condiciones objetivas de su producción (explotación) y del producto de su trabajo (expropiación). Desde que apareció la esclavitud, por ejemplo, los trabajadores no han podido decidir las condiciones objetivas de su producción ni han sido dueños del producto de trabajo el cual se lo han apropiado sucesivamente a través de la historia, los amos (esclavitud), los señores (feudalismo)  o los patronos (capitalismo). Una constante de ese proceso ha sido el incremento de la capacidad productiva del trabajo humano, mediante el desarrollo de las Fuerzas Productivas Sociales (incremento de la productividad) a través de progresivas revoluciones tecnológicas, como por ejemplo la derivada de la metalurgia (Edad de los Metales), posteriormente la llamada revolución industrial, o más recientemente la revolución cibernética. Esos cambios tecnológicos han sido el motor de la historia: han impulsado las transformaciones ocurridas en las cambiantes Relaciones Sociales de Producción. 

Pero hagamos un recorrido a través de la evolución del ser humano, para ver lo que ha ocurrido con el trabajo, el cual -siendo la actividad humana por excelencia y principal forma de realización de (el o la) “mujer-hombre”- ha determinado -tanto el progreso como los obstáculos y calamidades que hemos vivido a través de la Historia. Comencemos por hacer un ejercicio de imaginación. Supongamos que en algún momento de la Prehistoria los seres humanos hubiesen sido individuos libres e independientes, como si hubiesen sido -por ejemplo- productores individuales que hubiesen podido producir e intercambiaran los productos de su trabajo, es decir, intercambiar sus productos de manera independiente como productores y al mismo tiempo como comerciantes, en el supuesto de que el trabajo libre hubiese sido la única forma de crear y distribuir bienes materiales.

Imaginemos por ejemplo a un leñador, un pescador, un orfebre; un tejedor, un carpintero, un pastor, un labrador, un agricultor, un cazador, todos trabajadores libres dueños de sus medios de producción y del producto de su trabajo. Los vamos a imaginar produciendo e intercambiando libremente sus productos o servicios y cada quien poniéndole precio a su trabajo (es decir a los bienes producidos por su trabajo, según les haya costado más o menos tiempo y energía o más o menos ingenio o creatividad). Imaginemos por un momento que eso hubiese ocurrido así, y, evolucionado de esta manera a través de la historia hasta nuestros días. No es difícil suponer que en ese idílico supuesto, la vida humana hubiese transcurrido en paz y en armonía, hubiese sido un verdadero paraíso terrenal. Un mundo de amor, justicia y libertad. Pero -como veremos seguidamente- eso no ocurrió así.

No ocurrió ni podía haber ocurrido de esta manera. ¿Y, cómo ocurrió entonces? Las (o los) “mujer-hombres” sólo muy excepcionalmente hemos vivido como individuos libres e independientes. Es totalmente equivocada la idea recogida en algunas ilustraciones que nos pintan al ser humano prehistórico viviendo en pareja, como la familia nuclear y monogámica tal como la conocemos hoy. Nada que ver. En los primeros momentos los seres humanos vivieron siempre en comunidad. Una vida que era totalmente colectiva, donde incluso los matrimonios -bien entrada la prehistoria- eran colectivos (matrimonios por grupos). Eran comunidades en las cuales no existía la propiedad privada individual, por lo que no era posible el intercambio de bienes entre individuos. No existía el comercio, tal como lo conocemos hoy, ni siquiera en forma de trueque. La propiedad era colectiva. Por ello las primeras formas de intercambio comercial se produjeron entre comunidades, no entre individuos.

No existía la pareja sino la comunidad de las mujeres. Para que surgiera el ser humano, fue necesario que desapareciera o se superara la competencia entre los machos por las hembras, propia de todos los mamíferos. Por ello el parentesco se establecía por línea materna. En lo económico cada quien producía según su capacidad y recibía según su necesidad. No existía la división social del trabajo. Y, al no existir la propiedad privada ni la explotación del trabajo ajeno, no existían tampoco las clases sociales. Podríamos decir que las (o los) mujer-hombres, eran libres e iguales entre sí. No existía la opresión ni la discriminación de la mujer, antes por el contrario, se trataba, en la mayoría de los casos, de comunidades matricéntricas o sexualmente igualitarias, en las cuales se valoraba y veneraba al sexo femenino. No había surgido la civilización patriarcal.

En aquellas comunidades prevalecía el amor y la solidaridad. No había lucha económica ni opresión ni explotación. Vivían en paz y sólo esporádica o excepcionalmente podían chocar con otros grupos humanos -luchando por ejemplo, por el espacio, choques que una vez resueltos no transformaban las relaciones sociales armoniosas que existían. No había ejércitos ni la guerra era un medio de acumulación o enriquecimiento a costa de otras comunidades. En el momento de mayor evolución, los seres humanos alcanzamos un alto grado de democracia, igualdad, libertad y humanismo. Es lo que hemos denominado Comunidad Gentilicia, existente y estudiada -por ejemplo- en Norte América (EEUU y Canadá) y en Europa, durante lo que en algún momento se denominó “la Barbarie”. Si se hubiese mantenido en esta línea evolutiva, podríamos suponer que la evolución hubiese sido pacifica, amorosa, armónica, nada violenta ni opresiva.

Pero no fue así y veamos por qué. Esas primeras comunidades humanas de cazadores y recolectores vivían al día. No tenían posibilidades de acumulación pues no producían ningún excedente económico. Llevaban una vida nómade, trashumante, Todo lo que producían eran inmediatamente consumido.  Pero, a medida que fueron desarrollándose las Fueras Productivas Sociales, a medida que se fue incrementando la capacidad productiva del trabajo humano, (alfarería, la agricultura y ganadería) surgieron nuevas Relaciones Sociales de Producción, nuevas maneras de organizarse para producir y distribuir los productos del trabajo humano. Lo primera que ocurrió -al incrementarse la productividad fue que, las (o los) mujer-hombres estuvieron en capacidad de producir un excedente económico. Es decir, producir más de lo que necesitaban consumir de manera inmediata. Surgió la posibilidad de acumular. La posibilidad de lo que hoy llamamos enriquecimiento.

Al ser posible producir un excedente económico, esas comunidades superaron las economías de subsistencia y/o auto-consumo. Pudieron acumular, enriquecerse. E inmediatamente se planteó el problema de la propiedad de ese excedente económico. El desarrollo tecnológico trajo como consecuencias la diferenciación productiva, la división técnica del trabajo y a través de la división técnica del trabajo se coló la división social del trabajo, es decir, las clases sociales y la propiedad privada. Por ejemplo, la ganadería, practicada en principio de manera exclusiva por los varones (*), introdujo una diferenciación productiva entre hombres y mujeres muy ventajosa económicamente para los hombres en su condición de ganaderos. La ganadería ofrecía mayores posibilidades de enriquecimiento y acumulación, y, por consiguiente, mayores ventajas para comerciar y acumular.
(*) Los varones, con la ganadería, lograron una supremacía económica, un “empoderamiento” que colocó en desventaja al sexo femenino.

La ventaja económica que lograron grupos humanos del sexo masculino no se basó en una superioridad biológica del varón, aunque las diferentes funciones biológicas tuvieron influencia en lo económico y social. Por ejemplo, la carga del embarazo y el cuidado de las crías obligaron a un mayor sedentarismo de las hembras y le dieron mayor libertad, mayor vuelo a los varones para desplazarse a su antojo y asumir tareas de exploración y expansión territorial y lo habituaron a actividades más duras y de mayor riesgo como la caza, la pesca, la navegación, así como las duras tareas de la defensa de la comunidad ante amenazas externas.  Y, así como se atribuye a la mujer el descubrimiento de la agricultura, dada sus labores de alimentación y cuidado de los críos, se atribuye al varón -ligado a la cacería, la domesticación de animales, el pastoreo, la ganadería.

Del empoderamiento económico y social del varón surgió la institución del patriarcado, lo que convirtió a la hembra en el primer grupo humano en ser esclavizado (dominado, oprimido, explotado, expropiado, discriminado). De la acumulación de poder fueron logrando algunos varones, surgiría la esclavitud de muchos varones y hembras integrantes de los pueblos conquistados. De comerciar con carne animal viva (ganado) pasaron a comerciar con carne humana viva (esclavos). Al adquirir poder, también se adueñaron del espacio físico, de las tierras. Surgieron las dos más importantes clases sociales del mundo antiguo: los AMOS y los ESCLAVOS. Los amos (de mujeres, de tierras, de hijos y de esclavos), adquirieron poder político y militar, surgieron los ejércitos regulares y el Estado, que vino a garantizar y a legitimar -jurídicamente- la dominación. Surge así una ideología de la dominación (racista, machista, esclavista, clasista. guerrerista,etc.). 

Surgió, con las clases, la lucha de clases, la opresión, la explotación y la expropiación de los trabajadores. Se impuso la guerra y la violencia de la conquista como formas de enriquecimiento y de acumulación. Surgió el comercio, la mercancía y el dinero (equivalente general de valor de todas las mercancías). Como podemos ver, los productos del esfuerzo humano, nunca fueron propiedad de quienes los producían con su trabajo (los esclavos) y pasaron a ser propiedad de los dueños de los esclavos. A esto es lo que llamamos expropiación del trabajo ajeno, explotación, expoliación, es decir, expropiación del excedente económico. Algo similar ocurrió en la Edad Media con el trabajo de los campesinos o siervos de la gleba, que eran expropiados de gran parte del producto de su trabajo pues se los arrancaba el señor feudal, dueño de las tierras, en forma de impuestos o tributos.

¿Qué ocurre en el capitalismo? Como en la Roma antigua o en el feudalismo medieval, en el capitalismo tampoco los trabajadores son dueños del producto de su trabajo. Los trabajadores producen o reproducen los salarios que les paga el capitalista así como la inversión que hizo en maquinarias y materias primas, y, además, producen una ganancia o plusvalía, es decir, un valor nuevo, un valor que antes no existía. Por eso, en el capitalismo, el proceso de producción es al mismo tiempo un proceso de valorización. Surge un valor que se apropia el capitalista, pues cuando vende la mercancía producida, recupera el capital que había invertido en maquinarias, materias primas y salarios y obtiene además (se apropia) el nuevo valor (plusvalía)  producido por el trabajo. Por eso hablamos de la expropiación que sufre el trabajador en las Relaciones Sociales de Producción (RRSSPP) capitalistas.

Pero, habíamos dicho en un primer momento que una característica del desarrollo humano, de la historia de la humanidad, es el constante desarrollo de las Fuerzas Productivas Sociales. (FF PP SS), es decir, el constante incremento de la capacidad productiva del trabajo humano. En otras palabras. el constante incremento de la productividad. En efecto, gracia a los constantes avances del conocimiento humano en todos los campos del saber, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, aplicado al mundo de la producción ha hecho posible que la productividad haya crecido hasta niveles inimaginables, lo que trae como consecuencia que se reduzca cada vez más el t.t.s.n. (tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en la producción de las mercancías), todo lo cual conduce a que las mercancías tengan cada vez menos valor y que el trabajo asalariado sea cada vez productivo y al mismo tiempo cada vez menos necesario. Como podemos ver el desarrollo tecnológico aplicado a la producción conduce a la total automatización (robotización) de la producción.

Si todas las mercancías tienden a tener cada vez menos valor, sin lugar a dudas, la humanidad está creando las bases técnico-productivas para una economía de la abundancia. Cada día será menos necesario “ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente”. Es decir, cada día será menos necesario dedicarle ocho horas diarias -o más- a trabajar para sobrevivir, pues si producir la misma o mayor cantidad, requiere cada vez menos horas/hombre, la humanidad necesita dedicar cada vez menos tiempo al trabajo productivo asalariado. Una o dos horas diarias -en promedio- podrían ser suficientes para producir todo lo que necesita la humanidad en su conjunto.  Del reino de la necesidad avanzamos hacia el reino de la libertad. Hemos logrado un nivel de desarrollo de las  FF PP SS que determina que pierda sentido la competencia, la lucha por los bienes materiales y la voracidad acumulativa.  Avanzamos hacia una economía de la abundancia. En ese futuro -nada lejano- carecerá de sentido dedicarle la vida a hacer dinero.

Estamos ante la posibilidad técnico-productiva de disfrutar de una abundancia material sin límite, dedicando pocas horas diarias a producirla y todo ello sin romper el equilibrio ecológico, sin destruir el medio ambiente natural que nos sirve de hábitat. Las inmensas posibilidades de robotizar en un 90 o 95 por ciento la producción de bienes y servicios, nos permitiría disfrutar de bienes y servicios como los que tienen a su alcance las clases acomodadas de hoy, y esto, dedicándole al trabajo productivo una, dos o tres horas diarias, como  promedio mundial. Es decir, estamos en condiciones de disfrutar de los bienes y servicios reservados hoy en día a quienes tienen un ingreso aproximado -por ejemplo- de un millón de dolares anuales, y ello gozando -simultáneamente- de una mayor cantidad de tiempo libre, de una mayor proporción de nuestro tiempo de vida disponible para dedicarlo al amor; a la educación, nuestra y de nuestros hijos (o de la comunidad); al ocio productivo, al ocio creativo.

Volveríamos a gozar del trabajo como una forma de realización personal, como una actividad a disfrutar plenamente. Y -la gran pregunta- ¿qué nos impide comenzar a disfrutar, como humanidad, de estas ventajas técnico-productivas y técnico-económicas? Nos lo impide un sistema de valores, un sistema de creencias, una ideología que ha imperado desde hace cinco, seis o siete mil años. En efecto, seguimos atrapados en el afán de lucro, en la voracidad acumulativa, en la sumisión al “Dios dinero”, en el egoísmo, en el miedo a la miseria, en la competencia, en el fetichismo de la mercancía. Nos mantenemos atrapados en unas relaciones sociales de producción que nos obligan a un desvivir; que nos obligan, a no a trabajar para vivir, sino a vivir para trabajar. Nos obligan a “pasar trabajo trabajando” (laborando ocho o mas horas diarias para sobrevivir) o, a “pasar trabajo sin trabajar”. 

Estamos atrapados en el trabajo enajenado, en el trabajo como opresión, como “castigo” sin poder disfrutar del trabajo como liberación, como forma de realización del ser humano. Es como si la humanidad no estuviera preparada mental o psicológicamente para la felicidad, la justicia, la libertad, el amor. Es como si -de manera inconsciente- pensáramos que no nos merecemos el amor, la justicia, la libertad, la paz. Y es explicable: son muchos siglos de cadenas, sufrimientos, carencias, de inenarrables tragedias, de odio y de violencia. Estamos atrapados, en un gran “miedo a la libertad” como afirmó Erich Fromm en su ensayo homónimo. Pero podremos salir de la trampa cuando tomemos conciencia de esa trampa y descubramos las claves para salir de ella. Nos mantiene atrapados más que la fuerza, la ignorancia y el miedo que se deriva de ella.

Y finalmente, nos preguntamos: ¿qué es lo que nos permite ser optimistas -optimismo de la voluntad- acerca de una futura, posible y cercana emancipación el ser humano? Recordemos que un gran pensador social del siglo XIX, el gran teórico de la historia y de la sociedad  (quien descubrió las leyes fundamentales de la acumulación capitalista y previó científicamente el derrumbe de ese sistema), afirmó que los capitalistas serían los sepultureros del capitalismo. Parodiando a ese gigantesco pensador social afirmamos que, hoy por hoy, los más eficaces anti-capitalistas del mundo no son los socialistas, no son los comunistas, no son los más radicales revolucionarios. No. Sostenemos que los más eficaces anti-capitalistas son los más grandes y poderosos capitalistas del mundo, porque, sin quererlo y sin saberlo -inconsciente, involuntariamente- se encaminan hacia el abismo, hacia la inminente destrucción del sistema capitalista.

Expliquémonos. Todos sabemos que la competencia capitalista, la puja por el enriquecimiento y la acumulación se da en el terreno de los costos y los precios. En el capitalismo en general, los empresarios más exitosos y prósperos son los que logran ampliar los márgenes de diferencia entre los costos de su inversión y el monto de la ganancia o plusvalía obtenida. Y, para ello, la principal herramienta para reducir los costos y elevar la productividad es la tecnología, es decir, usar los adelantos científicos aplicados a la producción de bienes o a la prestación de servicios con la finalidad de disminuir el tiempo de trabajo -las horas/hombre- invertidas en sus empresas. Aumentar la productividad (con el objeto de obtener mayores ganancias) se logra, en lo fundamental, disminuyendo la cantidad de horas/hombre invertidas en la producción. Empleando menos trabajadores.

Reducir las horas/hombre respecto al promedio social, local, nacional o mundial, es lo que se requiere para aumentar la productividad mediante el uso de las tecnologías más avanzadas.  Y ¿cuál es el resultado social, cuál es el impacto económico-social del incremento de la productividad logrado de esta manera? No se traduce -como era de esperarse- en una reducción de la jornada de trabajo. Ni en la empresa, ni en el país, ni en la región, ni en el mundo. Las mercancías de nuestro ejemplo, a partir del incremento de la productividad, requerirían para su producción menor tiempo de producción, menor cantidad de H/H (horas/hombre), es decir, se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en la producción, y, sin embargo, los empresarios no reducen la jornada de trabajo de su empresa.

Tampoco se traduce en una reducción de los precios. Se reduce el costo de producción o valor de las mercancías, al reducirse lo que el capitalista invierte en salarios (salario integral, es decir todo lo invertido en fuerza de trabajo). Pero, no obstante la reducción del costo (mayor cantidad de productos en menos tiempo y con menos trabajadores), sin embargo, no  se reducen los precios, sino que, por el contrario aumentan relativamente y a veces, de maneras absoluta. Y nos preguntamos ¿por qué? ¿Por qué si se reduce el tiempo de trabajo no se reduce la jornada de trabajo? Y, por otra parte ¿Por qué si se reducen los costos de producción, no se reducen necesariamente los precios de las mercancías así producidas? Respondemos: Porque el incremento de la productividad no está al servicio de los trabajadores ni al servicio de la sociedad. Los capitalistas responderán que ellos invierten para obtener ganancias (lo que no dicen es que aspiran cada vez más ganancias y de manera ilimitada).

Dirán que ellos incrementan la productividad con la finalidad de elevar sus ganancias, para aumentar sus ventajas económicas, para incrementar la plusvalía producida, para mejor su competencia frente a los demás capitalistas. En otras palabras, lo que necesitan y persiguen es aumentar la tasa explotación de sus trabajadores. Lo que se lograba mediante el látigo en tiempos de la esclavitud, se logra ahora con la tecnología destinada a incrementar la productividad. Y nos repreguntamos: ¿por qué tiene que ser así? Respondemos: porque asi como el capitalista se apropia de los medios de producción y se apropia del tiempo de trabajo del trabajador (a cambio de un salario) debemos agregar que también se apropia de la tecnología, de la productividad y en consecuencia de la producción misma. Por eso la productividad no está al servicio de la sociedad ni al servicio de los trabajadores. Está al servicio del capitalista y destinada a incrementar la plusvalía, es decir, el beneficio económico del capitalista, y esa posibilidad no se lograría si para beneficiar a los trabajadores los capitalistas decidieran disminuir la jornada de trabajo o disminuir los precios de las mercancías.

Y ¿cuál es el impacto social de esta dinámica económica? En primer lugar, el principal impacto ha sido -históricamente- incrementar los niveles de ganancia (acumulación ampliada de capital); en segundo lugar incrementar el desempleo (de personas y de capacidad instalada en maquinarias y equipos). En  tercer lugar, deteriorar las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la población. El desempleo presiona a la baja -relativa o a veces absoluta- de los salarios, tiende a la depreciación de la fuerza de trabajo. Mientras mayor sea la cola de desempleados más se deprecia la mercancía fuerza de trabajo, pues como cualquier otra mercancía la mercancía fuerza de trabajo está sujeta a la  ley de la oferta y la demanda. (2) En segundo lugar, presiona en favor del incremento de los precios, pues al favorecer la concentración del capital, favorece el surgimiento de monopolios y oligopolios, y, por lo tanto, favorece la manipulación de los precios. Generalmente se atribuye la inflación a causas macro-económicas.

En efecto, se afirma que, en la medida en que exista una gran masa monetaria -una elevada liquidez- en una economía determinada, los precios tienden a subir. Sin negar la relación que existe entre una elevada liquidez desligada de la producción (una liquidez inyectada por el Estado, es decir, que no es producto de la producción y/o distribución de los bienes) en esa medida esa masa monetaria -de dinero inorgánico- ajena a la economía real, tiene necesariamente un efecto inflacionario. Tiende a inflar los precios por encima (o con independencia) de los costos. El vocablo “inflar” resulta muy expresivo, muy gráfico para describir el fenómeno, púes lo que ocurre guarda semejanza con el efecto que causa el panadero al aumentar la dosis de levadura: infla los panes, aumenta su tamaño sin aumentar la cantidad de harina. Los panes se ven más grandes pero  pesan y alimentan menos. (3).

Así ocurre con la inflación de los precios. Los productos del trabajo, devenidos en mercancías, sin aumentar su valor, elevan sus precios. Sus precios resultan inflados en relación con sus costos. El costo puede permanecer igual, e incluso, disminuir, mientras los precios suben. Por otra parte, cuando el capitalista mantiene los precios después de bajar los costos (o cuando eventualmente los baja -para competir y sacar del mercado a sus rivales económicos) o cuando los baja, lo hace en una proporción mucho menor a la reducción de los costos, y por supuesto, mucho más cuando aumentan los precios, se estará produciendo directa o indirectamente una inflación de los mismos. (*) Eso, con independencia de que la masa monetaria circulante sea baja o sea elevada respecto a la economía real, es decir, con independencia de que se trate de dinero orgánico o de dinero inorgánico.
(*) Eso es lo que nos hemos atrevido a denominar inflación micro-económica. O derivada de causas micro-económicas. Una inflación que la provocan individualmente cada capitalista por su cuenta, en la medida en que se encuentre en la situación descrita y actuando en consecuencia.

Es en este sentido que puede afirmarse que los capitalistas tienden a ser los sepultureros del capitalismo. En efecto, si la esencia del capitalismo como sistema de producción y acumulación de plusvalía, es la explotación del trabajo asalariado y los capitalistas tienden a reducir cada vez más la cantidad de trabajadores (que van siendo sustituidos de manera progresiva por máquinas, por procesos de automatización, de robotización basados en el desarrollo de la inteligencia artificial), como tiende a disminuir la cantidad de trabajadores empleados, tiende también a desaparecer la producción de valor y por lo tanto la producción de plusvalía. El valor de las mercancías tiende a cero, por lo que la cantidad de plusvalía también tiende a cero. Pues si no hay trabajo asalariado, si no hay trabajo vivo, no hay producción de valor. Como mucho habrá un traslado de valor, de las máquinas y de las materias primas a los “productos”, es decir, a las “nuevas” mercancías.

Falsamente nuevas porque la capacidad de producirlas ya está contendida en las maquinas, ya el valor ha sido potencialmente creado, ya está contenido en el sistema de robots, en las aplicaciones cibernéticas, en las máquinas que simplemente “vomitarán” o expulsarán el viejo valor (“trabajo muerto”) cuando les sean pulsados los botones adecuados. La operación deja de ser un proceso de creación de valor (no tiene costo de producción o este tiende a cero), e incluso, tampoco tiene un “valor de cambio” (un precio aparte), pues sólo tienen un valor de uso para el propietario. Lo podíamos comparar con el valor de uso contenido en un tubo de crema dental. Cuando el tubo debidamente presionado “vomita” una ración de crema dental sobre el cepillo, no hay un acto de creación de valor, simplemente se estará extrayendo progresivamente, por raciones, el valor de uso de la mercancía previamente adquirida.

Lo mismo ocurre -en una dimensión mucho mayor- con una máquina automatizada de producción -digamos, por ejemplo- de  ”Harina Pan”. Cada vez que se presiona el botón adecuado y sale un nuevo paquete del producto, la maquina robotizada simplemente está expulsando lo que ya “tiene” dentro. Incluyendo por supuesto -como parte de lo “producido”- la materia prima. Sabiendo que se trata de un valor  previamente existente, ello, suponiendo la materia prima adquirida con la máquina o incorporada al valor de la máquina. El producto existe dentro de la máquina en potencia, como diría Aristóteles. Ahora bien, imaginémonos que -en determinado momento futuro (lo que es desde el punto de vista técnico perfectamente posible ya)- el 90 por ciento de las empresas existentes en el mundo estuviesen robotizadas en un 90 por ciento, ¿qué ocurriría?

Imaginemos que en ese momento existan nuevas RR SS PP que permitan que la productividad esté al servicio de los trabajadores y de la sociedad. En ese momento estaremos en presencia de una verdadera economía de la abundancia.  Como ha ocurrido a todo lo largo de la Prehistoria y de la Historia, el crecimiento de las FF PP SS, es decir, el incremento de la capacidad productiva del trabajo ocasionará cambios en las RR SS PP. 
Es decir, cambios en las formas organizativas y en las relaciones de propiedad que adoptamos los seres humanos para producir y distribuir los bienes materiales. Un cambio de la magnitud señalada transformará las relaciones de producción. Igualmente y por las mismas razones, se producirá un cambio radical en la superestructura ideológica y política. Habrá necesariamente una revolución en los valores, en la moral y en las normas jurídicas.

Siendo así, estaremos en presencia de una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales entre sí. Una sociedad en la cual el trabajo recupere plenamente su condición de actividad humana fundamental, totalmente gratificante, libre, agradable, en una forma de realización del ser humano. El trabajo dejará de ser una actividad alienada, ajena, que se vuelve contra el trabajador. Por otra parte, la productividad no estará al servicio de la acumulación privada de capital. Los trabajadores tendrán tanta importancia y nivel científico o técnico productivo, tendrán tanta conciencia, que la explotación y la expropiación de los trabajadores no será posible. Habrá desaparecido el trabajo asalariado, el trabajo para beneficio ajeno y contrario al bienestar social. Por fin, los trabajadores serán dueños del producto de su trabajo. Aparecerá el trabajo libre, voluntario, unido al placer y a la recreación.

El trabajo dejará de ser una obligación. Desaparecerán las clases sociales, la lucha de clases, los ejércitos, las guerras y el Estado opresivo. No se trabajará para vivir ni se vivirá para trabajar. El trabajo será voluntario en un alto porcentaje. La abundancia será de tal magnitud que no tendrá sentido la lucha ni la competencia por los bienes materiales. No habrá necesidad de vender la fuerza de trabajo a cambio de un salario, como ahora. En una sociedad así, será más importante el ser que el tener. Aparecerá y se desarrollará una nueva subjetividad. Habrá una explosión de creatividad, de originalidad. El arte florecerá popular, multitudinario, no será exclusivista o de elite. El Estado desaparecerá o se limitará a actividades puramente administrativas relacionadas con servicios públicos como salud, educación, ornato, deportes, cultura. Sus labores serán voluntarias. No remuneradas.

NOTAS:

1) Versión escrita de la conferencia dictada por el profesor José Manuel Hermoso González, ante trabajadores del Estado Yaracuy, el día 15 de mayo de 2015.

2)  Los salarios disminuyen también por razones indirectas o técnico productivas en el sentido de que con el incremento de la productividad aumenta la tasa de explotación, es decir, el trabajador recibe una proporción cada vez menor de lo producido, pues dedica cada vez menos horas a reproducir el equivalente de valor en horas que recibe como salario.

3)  En otras palabras, existen cuatro maneras de deteriorar o reducir el valor relativo y absoluto de lo que el trabajador recibe como compensación por las horas de trabajo que entrega al capitalista: a) Al aumentar la productividad aumenta la cantidad de horas que el empleado asalariado trabaja gratuitamente para el capitalista; b) el aumento del desempleo por oferta y demanda, presiona a la baja de los salarios reales en unidades monetarias; c) al aumentar o no disminuir proporcionalmente el precio de las mercancías (inflación) disminuye de manera relativa o absoluta, el poder adquisitivo de los trabajadores; d) por la devaluación monetaria cuando ocurre, se reduce también el poder adquisitivo de los salarios, 5e Y finalmente observamos ahora laofensiva económica y política contra los trabajadores mediante la llamada “precarización”, la cual reduce reivindicaciones que ya habían sido alcanzadas por los trabajadores en algunos países del mundo y que se traduce en un deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la población.   



                    EL CAMBIO SOCIAL GLOBAL
¿A quién nos dirigimos?

Hablamos a los seres humanos, hombres o mujeres honestos y trabajadores,  luchadores sociales activos y consecuentes que creen que un mundo mejor es posible y que, desde sus comunidades o gremios dedican su vida a la acción social transformadora, a la lucha por los derechos y reivindicaciones del pueblo.A los seres humanos que, como simple ciudadanos, se sienten responsables de lo que ocurre en el mundo y que hacen su modesto aporte al cambio social global.

Directamente -o a través de los antes señalados- hablamos a los trabajadores asalariados de todos los países del mundo, especialmente a quienes transforman el mundo físico-natural, con sus energías corporales y mentales, para convertir lo natural en materias primas o en espacios para la producción material; o que transforman las materias primas en maquinarias, en equipos o en  productos de consumo final. En fin, a quienes con sus manos crean o recrean este mundo.

Nos dirigimos también  a los artistas de cualquier rama de las bellas artes: músicos, pintores, escultores, actores y actrices, poetas, novelistas, cuentistas y narradores en general; en fin, a todos los trabajadores de la cultura; a todos los creadores o “cultores” populares: artesanos , titiriteros, cuanta cuentos, en fin, a todas las personas sensibles, capaces y dispuestos siempre a aportar su esfuerzo creativo para que la humanidad día a día se eleve material y espiritualmente.

También nos dirigimos  a todos aquellos que por su formación e inclinaciones están en capacidad de aproximarse al conocimiento científico de la sociedad o a la comprensión de las leyes, teorías o conceptos que nos permiten conocer la realidad histórica y social; es decir a los intelectuales de todo el mundo, a los científicos sociales e investigadores de lo social: paleontólogos, antropólogos, sociólogos, historiadores, economistas, psicólogos, politólogos y otros.

A los educadores y comunicadores sociales, a los analistas, a los divulgadores; a los teóricos del cambio social; a los pensadores y activistas revolucionarios; a quienes contribuyen a enriquecer los conocimientos sobre la realidad geográfica, ecológica, económica, social, cultural, política y militar; a quienes intentan transformarla y a quienes por distintos medios o desde diversos espacios, crean opinión e influyen cotidianamente a la elevación de la conciencia social.

Nos dirigimos a los trabajadores del campo, a los tradicionalmente llamados campesinos, quienes vienen siendo desde siempre afectados por el gran capital. A los pequeños o medianos agricultores que individual, familiar o colectivamente trabajan la tierra y producen alimentos o materias primas para la industria agro-alimentaria; a los trabajadores asalariados de la agro-industria y, en fin, a  todos los agricultores y productores materiales vinculados a la madre-tierra.

Nos dirigimos a las llamadas comunidades originarias o pueblos indígenas de América (mapuches, aimaras, mayas, etc.) y de otras regiones del mundo en el entendido de que sus luchas forman parte de la defensa de todas las formas de vida sobre el planeta y cuyas propuestas son totalmente compatibles con las luchas por el cambio social global hacia la emancipación de toda la humanidad, sin la cual no serán alcanzados sus particulares aspiraciones de justicia y libertad.

A los integrantes de todas las minorías perseguidas, discriminadas o acosadas, dentro de sus propios países o fuera de ellos en condición de inmigrantes, exiliados o refugiados; a todos los perseguidos por causas políticas o religiosas o discriminados por razones de raza, nacionalidad, clase social, opción sexual o grupo étnico. Nos dirigimos por tanto a los gays, lesbianas, bisexuales trasvestis y transexuales. En fin a todos los seres humanos rechazados por ser diferentes.

A todas las mujeres del planeta, pues si lo que se plantea es la emancipación del sexo femenino, como un todo, el llamado no puede excluir a ninguna mujer pues todas tienen mucho que ganar y nada que perder como mujeres y como seres humanos, porque se trata de una unidad dialéctica, ya que, “sin la liberación de la mujer no será posible la liberación de la humanidad, pero que, al mismo tiempo, sin la liberación de la humanidad, no será posible la  liberación de la mujer.

                                   ¿Desde dónde hablamos?

Hablamos desde un país que ha colisionado con la principal potencia imperialista, al asumir la defensa soberana de sus recursos naturales frente a la voracidad del capital transnacional, y, que se ha enfrentado al imperio norteamericano y a sus aliados europeos al impulsar la unificación de los países de América Latina y el Caribe, con el objetivo de fortalecer la soberanía de esos países, tradicionalmente saqueados y sometidos desde siempre a la égida del imperio.

En el presente y en lo específico, hablamos desde Venezuela, un país que está en el ojo de la tormenta mundial pues se encuentra en la mira de las oligarquías internas, estrechamente aliadas del capital transnacional y apoyadas por el poderoso cartel de los medios de comunicación privados, los cuales conspiran abiertamente contra  la democracia y el progreso de las naciones más débiles. Hablamos desde una América Latina que recién despierta a la integración de la región.

Hablamos desde un país que ha venido impulsando una revolución política orientada a garantizar la participación protagónica del pueblo, intentando superar los estrechos límites de la democracia representativa burguesa y avanzar hacia una democracia participativa, basada en una lucha organizada del pueblo destinada a influir en la política, a objeto de lograr una más justa distribución de la riqueza, en el entendido de que, no hay democracia política sin democracia económica.

Hablamos desde un país cuyos gobernantes se definen socialistas, pero en el cual siguen imperando el capitalismo y la economía se rige en lo fundamental por el afán de lucro y la acumulación. Es por ello que, a pesar de los esfuerzos que se realizan hacia una supuesta “construcción del socialismo”, sigue rigiendo el egoísmo y el afán de lucro. Por un lado se intenta distribuir la riqueza y por el otro la voracidad del capital la vuelve a concentrar. He allí el verdadero enemigo.

He allí la debilidad y la principal contradicción del proceso de cambios que vive la llamada revolución bolivariana. Al seguir siendo un país capitalista, aún sigue imperando internamente la lógica del capital; por ello la economía, la política, la cultura, la moral de esta sociedad, seguirá atrapada en la alienación del afán de lucro, de la acumulación como supremo valor, por lo que impera, como en el resto del mundo actual, la acumulación delictiva de capital, es decir, la corrupción.

Por otra parte, una segunda debilidad intrínseca de este proceso de cambios deriva de ser un país rentista petrolero, pues ese hecho determina la circunstancia de ser un país que disfruta de una riqueza que no producen sus habitantes con su trabajo, sino que proviene de una plusvalía (convertida en renta o en impuestos), y que es producida por la clase obrera de los países compradores de los combustibles y demás derivados de petróleo y gas que se consumen en el mundo entero.

Esa dependencia no sólo constituye una debilidad económico-estratégica del país frente al resto del mundo al influir negativamente pues debilita nuestra capacidad productiva interna, sino que, además  nos convierte y mantiene como un país dependiente, mono-productor e importador, debido en lo fundamental a que, resulta más económico, importar que producir, lo que encarece relativamente la producción y desincentiva indirectamente la producción y de la productividad.

Todo lo anterior condiciona o determina la existencia de otra gran debilidad, otra gran fragilidad de la revolución bolivariana. Nos referimos al hecho de que todo lo señalado condiciona o determina la composición de clase de la sociedad, al producirse una suerte de desclasamiento proletario del país, pues la pequeña burguesía urbana o clase media, se hace mayoritaria. La clase obrera tiene a desaparecer, y, ¿se puede construir un socialismo sin trabajadores asalariados?

Tampoco debemos dejar de lado otra gran debilidad de Venezuela como país y del proceso bolivariano en particular. Nos referimos a la circunstancia de comprender cómo influye negativamente todo lo señalado en la profundización de la  brecha tecnológica existente respecto a países desarrollados. Es cierto que Venezuela ha suscrito convenios para producir internamente algunos productos, como el portátil en cual estoy escribiendo, pero ¿no se trata acaso sólo de ensamblaje?

También hablamos desde una América Latina que por caminar hacia su unificación avanza hacia el aumento de su soberanía. Una región que crece y que uniéndose se fortalece, pero que tiende a convertirse en una potencia capitalista encabezada por Argentina y Brasil. Y, no hay duda de que -como región- se encamina hacia la conformación de una potencia capitalista que existirá dentro de los BRICS o coexistirá con los países que integran ese bloque que no es para nada socialista.    

                                       ¿Desde dónde también hablamos?

Hemos llegado a un punto en el cual, la vida sobre el planeta tierra se encuentra gravemente amenazada y,  paradojalmente el peligro de extinción proviene de la conducta de los seres vivos supuestamente más evolucionados e inteligentes: los seres humanos. Un peligro inserto -como es lógico deducir- en un proceso de desnaturalización y deshumanización que afecta fundamentalmente a las clases o sectores sociales económica y políticamente más poderosos.

Hablamos desde un mundo atrapado  desde hace 5, 6 o 7 milenios -según la región-, en una gran trampa de alienación, opresión, explotación, crueldad, miedo, rabia, odio y violencia. En efecto, desde el inicio de la Civilización Patriarcal, las relaciones basadas en el amor y la solidaridad fueron sustituidas por relaciones basadas en la competencia, la violencia y la guerra. Progresivamente se fue imponiendo la ley del más fuerte en todos los planos. Incluso dentro de la familia.

Hablamos ahora desde un mundo al borde del colapso. Un mundo cuyo sistema económico viene dando inequívocos signos de agotamiento. Un mundo atrapado en una competencia suicida entre países que se disputan mercados, materias primas y áreas de influencia, mediante una nueva guerra mundial no declarada, muy peligrosa para la sobre vivencia de la especie, pero que hasta ahora sacrifica -como peones del ajedrez mundial- a países pequeños, ricos en recursos naturales.

Siendo que la potencia rectora de este sistema voraz de expoliación (competencia suicida, saqueo y auto-destructiva depredación) está dominado militarmente por una suerte de pulpo que clava sus tentáculos en casi todos los países del mundo, (tiene soldados en 156  y bases militares en 63 países de los 193 que existen en el planeta) y cuyo gasto militar supera lo invertido en conjunto por otras potencias militares del mundo, mientras su PIB es muy inferior al de esas mismas potencias juntas.

EEUU es una potencia que actúa como un inmenso vampiro que se alimenta de sangre humana y de petróleo. Sangre, porque la riqueza que acumula es producto de la más despiadada explotación económica de los trabajadores de su propio país y de los del resto del mundo. Y también de la sangre -ahora literalmente- que se derrama en el mundo como consecuencia de la violencia desatada en muchos países por el imperio, una violencia destinada a perpetuar el saqueo planetario.

Un vampiro atrapado en un círculo vicioso, en una dinámica diabólica, ya que para alimentarse vorazmente de petróleo necesita apoderarse de las reservas energéticas  de otros países, y para agredir y saquear a esos países, necesita desplazar una maquinaria de guerra que se mueve con petróleo. Trampa criminal y genocida, pues sin el bendito combustible no pueden mover sus aviones y sus tanques. Eso, sin contar con su gasto interno de combustible, el más alto del mundo.

Un mundo en el cual la economía se basa en la expropiación de los productos del trabajo a sus verdaderos productores (los trabajadores asalariados); productos del trabajo que al convertirse en mercancías dejan de estar destinados a satisfacer necesidades humanas para convertirse en objetos de  intercambio destinados al enriquecimiento de sus propietarios, pues sólo pueden ser adquiridos por quienes tengan recursos económicos (capacidad de compra) y no por quienes los necesiten.

Una doble alienación que hace terriblemente explotados a los trabajadores pues los expropia en la fábrica, al arrebatarles el producto de su trabajo (la plusvalía producida por ellos) - y les priva, en la calle, del acceso a todos los demás  productos que se ofrecen como mercancías, es decir, como productos que no están destinados a satisfacer necesidades sino, destinados a satisfacer la “necesidad” de lucro, de acumulación, de enriquecimiento de sus propietarios.

Los trabajadores, mientras más productivos son, más se empobrecen. Crece el desempleo y se reduce el poder adquisitivo de los que tienen empleo. Se deprecia la fuerza de trabajo como mercancía. Y, la mayor contradicción: se producen mercancías que contienen menos valor -menos trabajo vivo- y que tienen, por ello, menor costo de producción, pero son menos accesibles porque sus precios en vez de bajar, aumentan. Cuesta menos producirlos pero cuesta más adquirirlos.

Y, tratándose de una economía altamente productiva pero muy poco distributiva, ya que concentra la riqueza y en el otro extremo crea desempleo y pobreza, todo lo cual genera una contracción, una infra-demanda (o sobre-oferta), es decir , una inmensa acumulación de mercancías que no encuentran salida porque no existe la demanda solvente que haga posible a los comerciantes la realización de sus inventarios, todo lo cual conduce a las llamadas crisis de sobreproducción.

Una caída de la demanda que trae casi siempre como consecuencia la caída de la producción, es decir, un probable cierre de empresas y que, si se trata de algo muy generalizado, provoca una contracción económica y una desinversión en el ciclo económico siguiente (menor producción, menor empleo, menor circulante, menor demanda solvente). Caen las ventas al disminuir la capacidad de compra de la población. Cierran empresas o disminuyen sensiblemente sus ganancias.

Algo que se hace crónico y convierte en cíclicas esas crisis de sobreproducción. Al respecto, es necesario señalar el papel clave que cumple en ello el permanente incremento de la productividad, otra característica esencial del sistema capitalista. Un incremento que se traduce en una disminución del empleo, ya que se produce una mayor cantidad de mercancías en el mismo o menor tiempo, con menor cantidad de trabajadores, algo que empobrece a la clase obrera en su conjunto.

Gracias al desarrollo tecnológico (derivado del trabajo de todos los seres humanos de todos los tiempos), los productos del trabajo cuestan cada vez menos, porque contienen cada vez menos tiempo de trabajo socialmente necesario (menos horas/hombre), es decir, su valor (o costo de producción) tiende a cero y sin embargo sus precios aumentan casi siempre, y, cuando excepcionalmente bajan, lo hacen en una proporción mucho menor en relación con la reducción de los costos.

Es por ello que los trabajadores, mientras más productivos son, más se esclavizan más se empobrecen como individuos y como clase social. ¿Por qué? Porque los salarios son cada vez más bajos en relación a la cantidad de riqueza que esos trabajadores producen, pues las ganancias crecen en una proporción mucho mayor en relación con el siempre sofrenado incremento de los salarios. Cuando  las ganancias se multiplican por diez, los salarios ni siquiera llegan a duplicarse.  

En el capitalismo, el incremento de la productividad opera siempre en contra los trabajadores y de la sociedad en su conjunto. Sólo favorece a los dueños del capital, quienes también expropian -o privatizan- la productividad. Un bien social producido por todos que queda privatizado, secuestrado por los capitalistas para el incremento de sus ganancias. Lo que es social, se pone al servicio de lo individual. Otra forma de expropiación de la mayoría por parte de la minoría.

Se concentra la riqueza como consecuencia de ese círculo vicioso lo que conduce a la elevación de la capacidad ociosa empresarial y a que la cantidad de capitales que no encuentran campo de inversión lo busquen desesperadamente en otros países; en ramas económicas no productivas (financieras, de bolsa, especulativas); en inversiones directamente delictivas o que promueven el delito, tales como: corrupción, lavado de dinero, tráfico de drogas, de armas, de personas, de órganos.

También por razones económicas, por intereses de los grandes capitalistas se atenta contra la naturaleza, se destruye el planeta. En efecto, en su lucha por hacer cada vez más rentables sus capitales; en su necesidad de contrarrestar la tendencia decreciente de sus tasas de ganancia, los capitales, buscando ahorrarse los costos ecológicos y los costos sanitarios, directa o indirectamente provocan daños al medio ambiente y a la salud de animales y personas. Expliquémonos.

Por la necesidad de aumentar sus ganancias (incrementando su tasa de explotación o tasa de plusvalía a fin de contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancias) se ven obligados a invertir una proporción cada vez mayor de capital constante (todo menos salarios) por cada unidad de plusvalía obtenida. Es decir, hacen inversiones cada más elevadas para producir cantidades de plusvalía aunque cada vez más elevadas en términos absolutos, cada vez más bajas en términos relativos. 

Si, por ejemplo, un capitalista invierte en cuatro años 10 millones de dólares para  obtener una ganancia de 5 millones de dólares, y en los cuatro siguientes invierte 200 millones para obtener 20 millones de ganancia, al elevar su productividad, en el mismo tiempo obtuvo mayor ganancia pero con una tasa de ganancia más baja. En el primer lapso, por cada dólar ganado tuvo que invertir 2 dólares. En el segundo lapso, por cada dólar ganado tuvo que invertir 10 dólares.

Esta t.d.t.g derivada de la composición orgánica del capital, y el agotamiento de las posibilidades de inversión rentables (en la proporción en que aspira o necesita el capitalist1a), lo obliga o inclina a buscar desesperadamente inversiones cada vez más rentables: lo impulsa a sobre-explotar a sus trabajadores, a adoptar una conducta cada vez más depredadora y/o destructiva con la naturaleza, se inclina hacia inversiones cada vez más delictivas, destructivas o ilegales. 

  t.d.t.g. = tendencia decreciente de la tasa de ganancias

Eso es lo que explica que los capitales huyan, por ejemplo, del sector secundario, es decir agroindusrial, industrial y manufacturero (productivo), al sector terciario, es decir, comercio y servicios (improductivo). Eso, cuando no huyen hacia actividades más viles y perversas como las que implican mayores daños a la sociedad o a la naturaleza o constituyan una abierta acumulación delictiva de capital, como el tráfico de armas, el negocio de la guerra, el lavado de dinero.
Por todo ello, la vida sobre el planeta se encuentra gravemente amenazada y, paradojalmente, el peligro de extinción provine de la conducta de los seres vivos más evolucionados e inteligentes: los seres humanos. Se trata de un proceso de deshumanización y desnaturalización del cual son principalmente responsables las clases sociales más poderosas, apoyadas en la gestión de la elite o capa social  que se encuentra al frente del poder político en casi todos los países del mundo.

Se trata de una crisis (ecológica, económica, social, política, militar y cultural) que mantiene al mundo al borde del colapso y/o la extinción. Un mundo en el cual existen -aunque agravadas- condiciones similares a las que precedieron a las guerras mundiales anteriores. En Europa y en otras regiones se está observando un ascenso de masas, un incremento del descontento, de la movilización popular, pero sin una elevación proporcional de la conciencia y la organización.

Un descontento que trae como consecuencia la agudización de la lucha de clases. Se incrementa la organización y las luchas del pueblo por sus reivindicaciones y derechos, lo que a su vez provoca una reacción desesperada e irracional de los poderosos que se sienten amenazados por las luchas populares. Aparece en escena la amenaza fascista como respuesta represiva de la derecha, temerosa de que la lucha popular ponga en peligro la continuidad de sus consagrados privilegios.

Hablamos de la respuesta desesperada y violenta de los privilegiados cuando se sienten amenazados por los desposeídos y que, temerosos de perder sus privilegios e impulsados por el miedo, la rabia y al odio desatan la violencia más cruel e irracional, tal como ocurrió con el nazismo (alemán) y el fascismo (italiano) durante 1933 a 1945. El mismo odio de los amos de Roma primero contra Espartaco -un rebelde armado- y después contra Cristo, un rebelde pacifista desarmado.

A ese peligro, signado por el racismo, la xenofobia, la lucha de clases, el odio y el desprecio contra los desposeídos y contra quienes se identifican con los intereses de las mayorías; un odio y una irracionalidad que agudiza el conflicto social. Vivimos de nuevo una radicalización de la lucha de clases; impera la crispación política, la violencia, el terrorismo, la guerra civil; la guerra entre naciones, la guerra ideológica, las guerras religiosas, en fin, el riesgo de la auto-destrucción.
Atrapados en una dinámica perversa, en una gran trampa ético-cultural, pues se trata de un sistema económico social basado en el afán de lucro y la acumulación, donde no se trabaja para vivir sino que se vive para trabajar, en una suerte de esclavitud moderna (el trabajo asalariado). Un sistema que tiende a concentrar de manera constante la riqueza y a empobrecer a los más débiles y vulnerables generando anti-valores que a su vez reproducen y perpetúan el sistema.

Siendo así, la gran pregunta será, cómo romper ese círculo vicioso, ya que la experiencia de más de dos siglos de capitalismo demuestra que cuando mediante reformas y políticas y sociales se logra redistribuir la riqueza, las clases poderosas -apoyadas en la dinámica propia del capitalismo y mediante la acción política manipuladora- logran contrarrestar los avances sociales y revertir las conquistas populares. Así, la riqueza y el poder vuelven a concentrarse.

Es por ello que puede concluirse que ni por el camino de la violencia social unida a una política radical, ni por el camino de las reformas democráticas adelanta-das por gobiernos progresistas que hayan llegado al poder por la vía electoral, por ninguna de las dos vías se logrará avanzar, no digamos hacia la emancipación social, ni siquiera se avanzará hacia la superación o reducción de los más graves problemas provocados por las recurrentes crisis capitalistas. Esa es la experiencia.

                                    Entonces ¿qué planteamos?

La vida humana, es decir, la historia de la humanidad,  puede ser observada desde el fin de la Prehistoria y el inicio de la Historia, a partir de dos visiones en apariencia opuestas. Puede ser visualizada como una inmensa tragedia de incontables sufrimientos, de múltiples carencias, de hambrunas, de guerra y de violencia, por una parte, o puede ser vista como una permanente y ascendente lucha por la libertad y por el progreso material y espiritual de la humanidad.

Y puede ser vista de esas dos maneras diferentes, aparentemente opuestas, porque la historia humana se caracteriza efectivamente por esa contradicción dialéctica. Por un lado ha sido y sigue siendo opresión y violencia, y por el otro se mantiene la lucha por la emancipación, la justicia, la igualdad, la fraternidad. Se trata de las dos faces de una misma realidad. La injusticia y la lucha por la justicia. La opresión y la lucha por la libertad. Todo en uno y todo el tiempo.

En el presente ensayo la historia es vista como una constante lucha por la justicia y la libertad. En este sentido es una historia de la revolución social. Pero, no sólo hemos reflexionado en torno a la revolución como un acontecimiento histórico. Lo particular en este caso es que intentamos prefigurar un camino hacia lo que hemos denominado cambio social global, es decir, hacia una revolución mundial. Si la opresión ya es global, global tendrá que ser el proceso de emancipación.

Del presente vamos al pasado para volver al hoy. Desde la práctica vamos hacia la teoría para volver a la práctica. Se trata de una concepción que hace énfasis en el protagonismo popular, en la participación de las clases oprimidas consideradas como sujeto histórico, como fuerza motriz. Se parte de las masas y se vuelve a ellas pero reconociendo el papel "sine qua non" de la teoría, del aporte intelectual en la elevación de la conciencia social a través de una estrategia diseñada al efecto.

Consideramos la revolución social como un proceso de cambios radicales y profundos en función de los cuales se une lo intelectual (ideas-fuerza) con lo popular (lucha social). El conocimiento intelectual hecho estrategia en síntesis genial, debe contribuir a la elevación de la conciencia social, mediante la radicalización de la lucha de masas, que, partiendo de intereses materiales inmediatos, se eleva hasta convertirse en acción social transformadora, en praxis revolucionaria.

La reflexión sobre la necesidad y la posibilidad de un cambio social global revolucionario nos obliga a indagar acerca de las revoluciones sociales que han tenido lugar en el mundo moderno. Necesitamos conocer, analizar y caracterizar las grandes transformaciones sociales ocurridas en Europa: En las Provincias Unidas (siglo XVI) y Reino Unido (siglo XVII); en Estados Unidos, Francia y Haití (siglo XVIII); y en la América Hispana (siglo XIX), por una parte.

Por otra parte, necesitamos conocer, caracterizar y analizar las grandes -debida o indebidamente llamadas- revoluciones proletarias socialistas o comunistas: La fallida revolución proletaria conocida como Comuna de París (1871); la revolución proletaria rusa (1917); la revolución china (1945); la revolución cubana (1959); la revolución proletaria, socialista  o comunista de Corea del Norte (1948)  y la revolución vietnamita (1945 y/o 1975).  

Necesitaremos conocer, estudiar y caracterizar las contra-revoluciones total o parcialmente restauradoras del viejo orden. ¿En qué casos se ha producido una restauración total y en qué casos la restauración se ha producido sin el triunfo de una contrarrevolución armada? ¿Qué ocurrió al respecto -por ejemplo- en las revoluciones burguesas parcial o totalmente fracasadas de Europa y América y qué ha ocurrido en el siglo XX en los casos de Rusia, China, Cuba, Corea y Viet Nam?

Habrá que estudiar el caso de la “primera revolución proletaria” triunfante. ¿Cómo se gestó, bajo qué programa, estrategia, consignas y organización se logró el derrocamiento de la nobleza feudal y de la monarquía zarista así como la toma del poder por los trabajadores dirigidos por Lenin y Trotsky. ¿Cuál fue el carácter del proceso de cambios iniciado en noviembre de 1917? ¿cuál fue el papel del partido? ¿Cómo y por qué -después del proceso- logró imponerse la contrarrevolución.  
Es imprescindible definir un nuevo camino estratégico a partir de la reflexión sobre esos proceso de cambio modernizadores y/o socializadores y de la revisión del deba-te teórico-ideológico adelantado antes, durante y después las aludidas revoluciones. Una discusión que estuvo abierta y sigue abierta entre los revolucionarios de ayer y de hoy; un debate que resulta clave en función de definir las estrategias revolucionarias futuras hacia el cambio social global planteado en la actualidad.

                         ¿Debilidades y fortalezas del cambio social global?

“Más que por la fuerza se nos ha dominado por la ignorancia” (S.B.). Esta frase puede generalizarse a toda la humanidad como una verdad clave para comprender la llamada “Civilización  Patriarcal”. En efecto, la ignorancia (y el miedo muy estrechamente articulado a ella), son las dos debilidades en las cuales se ha sustentado la explotación (expropiación) económica y la dominación política (coacción), con las que las minorías han dominado a las mayorías durante milenios.

Y, en gran medida, la ignorancia y el miedo, debilidades alimentadas y potenciadas por el dogmatismo (oscurantismo) y el sectarismo (división), han tenido como caldo de cultivo, localismos, tribalismos, regionalismos y nacionalismos; actitudes o conductas casi siempre articuladas a sectarismos, fanatismos, dogmatismos y oscurantismos que han servido para enmascarar intereses económicos y/o de clase, verdadero trasfondo de los grandes conflictos.

En algunas oportunidades el nacionalismo (y/o patriotismo) se han considerado unas causas justas. Eso ha ocurrido cuando estos sentimientos colectivos se han opuesto al colonialismo o al imperialismo, pero resulta útil reflexionar al respecto, pues es evidente que, en la mayoría de los casos, los nacionalismos terminan siendo una causa de división, de competencia, de conflicto y de guerra, pues en el fondo todos constituyen formas de egoísmo o chauvinismo, mayor o menor.  

La competencia entre países, entre capitalistas, y entre trabajadores dentro de un mismo país (y con el resto de los trabajadores del mundo), en fin, todas las formas de competencia son parte esencial de la dominación y contribuyen de manera decisiva a mantener la explotación económica, la opresión política y la enajenación ideológica. Por eso, la liberación de la humanidad -la salida de la trampa- sólo sera posible mediante la unión y la acción solidaria de los más afectados.

El internacionalismo proletario sintetizado en la consigna “proletarios de todos los países uníos” postulado por los teóricos del socialismo científico y fundadores de la Asociación Internacional de los Trabajadores (Primera Internacional Comunista) y seguido consecuentemente por los dirigentes de la Revolución de Octubre rusa  de 1917 (primera revolución proletaria triunfante), aparece hoy como una utopía, en el peor sentido de la palabra, es decir, como una quimera.

Sin embargo, es demasiado evidente que la dominación capitalista-imperialista existente ahora en el mundo es una dominación totalmente globalizada que está oprimiendo de manera similar a la mayoría de la población del planeta. Una dominación cada vez más inviable entrampada en múltiples contradicciones de imposible superación. Una dominación que atenta contra la paz, contra la seguridad y que amenaza la sobre vivencia de toda la población del planeta.

Una dominación que se sustenta y se mantiene precisamente gracias a la división de los oprimidos del mundo, una división que se alimenta de la competencia entre países, entre clases y entre trabajadores asalariados. Divide et impera. (Divide y reinarás, sería la traducción al castellano). Efectivamente, en la división de los oprimidos -que siempre han sido mayoría- se han sustentado y mantenido todas las formas de opresión que -por milenios- han existido y siguen existiendo.

Si pensamos que la unidad de los explotados del mundo es una quimera, si nos parece un objetivo imposible de alcanzar, debemos recordar que a mediados del siglo XIX, en 1864, cuando no existían los automóviles, ni el avión, ni el telégrafo, ni el teléfono, cuando el ferrocarril comenzaba a convertirse en un medio de transporte masivo, ya se había fundado la Asociación Internacional de trabajadores. Y, que 30 años antes, Bolívar -a caballo- había liberado 5 naciones.

Hoy en día, podemos comunicarnos en tiempo real con personas que se encuentran en cualquier parte del mundo. Ahora, cuando es posible plantearse la unidad de las luchas de los oprimidos del todo el mundo y la creación de organizaciones que permitan la acción coordinada de los pueblos hacia la emancipación de la humanidad, el internacionalismo es más que posible. Sólo hace falta, además de la voluntad política, el programa y la acción, la teoría y la práctica revolucionaria.

Consideramos -además- que los más poderosos adversarios del capitalismo no son los socialistas, los comunistas, los antiimperialistas o anticapitalistas que existen en el mundo. Los peores enemigos del capitalismo son los capitalistas mismos. No se trata de algo consciente ni planificado. Se trata de que los capitalistas -obligados por la dinámica acumulativa y por la competencia intercapitalista- hacen, sin quererlo, cada vez más inviable su propio sistema económico.

Uno de las evidencias más palpables de esta tendencia auto-destructiva es la que conduce a la desaparición del trabajo asalariado. El desarrollo científico-tecnológico y la necesidad insoslayable de aprovecharse de ello para elevar constantemente la productividad conlleva a que cada capitalista tienda a necesitar cada vez menos trabajadores. Observamos grandes empresas totalmente robotizadas y que por lo tanto producen mucho con muy poco trabajo asalariado.

Esa tendencia se traduce o en una contante elevación del desempleo y/o en el empeoramiento de las condiciones de trabajo. En muchos países se está dando el caso de que se envilecen cada vez más las condiciones de trabajo, al punto de que muchas personas están trabajando en condiciones de una voluntaria esclavización, pues trabajan varias horas al día a cambio e un bocado de comida o unas cuantas monedas diarias que le permitan llevar algo de comer a su familia.

Por ello en muchos países del mundo se está produciendo una agudización de las contradicciones sociales, lo que ha conducido a un incremento del descontento, de la combatividad y de la movilización de los sectores populares más afectados por la crisis. Sin embargo la elevación de la conflictividad social derivada de ello parece conducir a un callejón sin salida que solo permite vislumbrar, antes que soluciones, el agravamiento del problema. Sólo se vislumbran más y más crisis.

Es por eso que la superación de la crisis global del capitalismo y la continuidad de ese sistema económico, tal como las conciben y las procuran los poderosos del mundo y los gobiernos cómplices dispuestos a ejecutar sus macabros planes, tendría un costo demasiado elevado en vidas humanas y en destrucción de la naturaleza y de bienes materiales. Como a mediados del siglo pasado, el capitalismo sólo le ofrece al mundo -en palabras de Churchill- “sangre, sudor y lágrimas”.

Un panorama anticipado de lo que ofrece el capitalismo-imperialista al mundo podemos verlo -por ejemplo- en Irak, Libia, Siria y otros países atacados y destruidos. Es decir, genocidio, “ecocidio”, “culturicidio”. Por ello, la única salida para la humanidad es la sustitución del capitalismo en agonía, mediante un cambio social global que haga posible el surgimiento de una nueva humanidad, sustentada en nuevas relaciones sociales, en una nueva cultura, en nuevos valores.

Un proceso de cambio social global que tiene que ser necesariamente internacionalista y anticapitalista, es decir, que tenga como objetivo poner fin a unas relaciones sociales de producción en las que el trabajo no sea una forma de enriquecimiento del capitalista y de empobrecimiento de trabajador. En otras palabras, un cambio social global que ponga fin al trabajo enajenado, al trabajo asalariado, a la explotación del hombre, a la expropiación del trabajo ajeno.

Una de las características del desarrollo histórico de la humanidad ha sido el  constante incremento de la capacidad productiva del trabajo humano, lo que está articulado al (e impulsado por) el desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Nos  referimos a los efectos recíprocos entre la actividad económica y el desarrollo científico y tecnológico, todo lo cual se expresa en lo económico-social como el incremento constante y progresivo de la productividad económica.

Y, algo muy importante: el incremento de la productividad, como efecto benéfico del desarrollo científico-tecnológico, tiene como consecuencia producir más en menos tiempo y a menor costo. Un ahorro que, como consecuencia de la ley de la acumulación capitalista, no se traduce en un beneficio social (colectivo), sino en un beneficio individual de quien, por ser propietario del capital (la inversión) privatiza la productividad (que es un bien social) y acapara los beneficios.

Pero, como hemos dicho, el más importante efecto negativo del incremento de la productividad, es el aumento del desempleo y el constante deterioro de los salarios y de las condiciones de trabajo. Y el más importante efecto positivo del incremento de la productividad es que el costo de producción (o valor de las mercancías) tiende a cero. Se reduce día a día y cada vez más el t.t.s.n. Invertido en la producción de las mercancías (como se ha dicho, menos horas/hombre)

En otras palabras, que los productos del trabajo humano, valen cada vez menos, contienen cada vez menos trabajo vivo, tienen un menor costo de producción; se invierten en él menos horas/hombre; contienen menos valor. La capacidad productiva del trabajo humano ha crecido tanto que, se puede concluir que ya están dadas las condiciones para la sociedad o la economía de la abundancia. La capacidad pro-ductiva existe, el problema es de concentración versus reparto (o distribución) de la riqueza.

Cuando la capacidad productiva del trabajo era baja porque no se había incrementado la productividad a los elevados niveles actuales, tenía sentido que los seres humanos entraran en conflicto por el reparto del excedente económico, es decir, se disputaran los beneficios o riquezas materiales, pero, estamos hoy ante la posibilidad de una economía de la abundancia, de una capacidad productiva ilimitada que exige cada vez menos esfuerzo productivo y en la que el valor de los productos tiende a cero.

Ahora carece de sentido que nos mantengamos en conflicto por los bienes materiales productos del trabajo humano, pues estos, al reducir tendencialmente su costo, valen cada vez menos, abundan cada vez más. Lo único que explica el conflicto actual es, que los seres humanos no nos hemos percatado de la nueva situación, de nuestro nuevo poder, y seguimos entrampados en la vieja ideología, en los viejos “valores”, en miedos y aprehensiones ancestrales, en la vieja lucha por el poder y la riqueza.

Cuando decimos que “un mundo mejor es posible” podemos afirmarlo con una fundamentación científica, pues la capacidad productiva del trabajo humano (la productividad) basada en el desarrollo científico tecnológico, hoy nos permite producir en abundancia ilimitada con el menor esfuerzo y de manera sustentable, sin destruir el medio ambiente natural. El tiempo de trabajo socialmente necesario para producir lo mismo o más, podría reducirse -en promedio mundial- a una o dos horas de trabajo diario.

En estas condiciones, el trabajo perdería su carácter enajenado, es decir, recuperaría su condición de  actividad libre y gratificante, de medio de realización humana,  En consecuencia, desaparecería el trabajo asalariado que sería sustituido por el aumento del tiempo libre para el ocio productivo y la recreación, por una parte, y, la reducción a una mínima proporción el trabajo productivo, una proporción elegida de manera libre, voluntaria y responsable por cada ciudadano. 
Necesario es agregar que en el presente trabajo se hace énfasis en el papel transformador -revolucionario- que puede y debe cumplir el sexo femenino como fuerza motriz del cambio social global. Esto por cuanto el proceso de proletarización de la mujer y el hecho de la mujer integre el grupo humano más afectado por el proceso de globalización capitalista, convierten al sexo femenino en una fuerza social potencialmente revolucionaria. ¿Principal fuerza motriz del cambio social global?

También se hace énfasis en el presente trabajo en la importancia que atribuimos al papel transformador que pueden y deben cumplir el amor y todas las emociones y/o sentimientos positivos como la fraternidad, la solidaridad y la amistad. Sentimientos y emociones positivas que contrarrestan sentimientos y emociones negativas como el miedo, la rabia, el odio, los cuales han conducido siempre a la violencia, a la confrontación, a la guerra, a la auto-destrucción humana.

Si el cambio social global debe entenderse como un proceso pacífico y pacifista que se propone superar las relaciones basadas en la violencia, en la fuerza bruta o en la coacción legal o ilegal, y sustituirlas por relaciones basadas en el amor y la solidaridad, cobra especial importancia el papel que puede cumplir el sexo femenino, tradicional e históricamente menos vinculado al poder, a la violencia, a las relaciones basadas en la violencia y en la fuerza.
Dentro de esta concepción, la revolución (el cambio social global) tendría como objetivo, no solo reducir la intervención del Estado en la vida de los seres humanos, sino que la revolución tendría como objetivo estratégico la extinción del Estado, la reducción a su mínima expresión de la coacción política y jurídica. Si desaparece la lucha por el reparto del excedente económico, no sería necesaria la función reguladora que cumple hoy el Estado y la burocracia.  
Debemos hacer énfasis en el carácter pacífico y pacifista que puede y debe tener la lucha por el cambio social global. Consideramos que si la fuerza, la guerra y la arbitrariedad ha sido los instrumentos fundamentales de la explotación, de la opresión, de la represión, es absurdo pretender conquistar la paz y la liberación, usando los métodos de los cuales queremos liberarnos. La violencia, la fuerza y la guerra siempre ha favorecido y favorecerá a los poderosos, a los represores más crueles y violentos.

Así concebimos la emancipación de la humanidad de la actual opresión.





                                                   LA REVOLUCIÓN AMOROSA

(El Papel del Sexo Femenino en el Cambio Social Global hacia una Nueva Humanidad)

Introducción.

Antes de responder la pregunta que sin lugar a dudas todas y todos los lectores y lectoras ya se habrán formulado mentalmente, es decir, antes de definir, caracterizar y explicar qué entendemos por Revolución Amorosa, necesitamos, a manera de introducción, contextualizar históricamente nuestros planteamientos. Lo haremos seguidamente, al concluir la presente introducción.
Es obvio que ya tienen una primera idea del asunto que vamos a tratar, gracias al título de este ensayo y a la frase que decidimos incluir a manera de subtítulo. Ya todos saben que vamos a referirnos a un cambio social destinado a transformar a la Humanidad, por lo tanto, estamos hablando de un cambio global, integral, internacional; un cambio en el cual atribuimos un papel específico y fundamental al sexo femenino.

En efecto, por el título, ya se habrán percatado amigas lectoras y amigos lectores que se trata de una revolución, pero no cualquier revolución, pues la aludida transformación tiene nombre y apellido. La hemos calificado de revolución amorosa. En otras palabras, es obvio que nos vamos a referir a un cambio social global, integral, internacional, en el cual el amor cumple un papel central, un rol fundamental.

Por todo ello, y por tratarse de una propuesta de cambio social centrado en el amor y en el sexo femenino, es muy importante la referida contextualización histórica y social. Procedamos entonces. Lo haremos en orden cronológico.

                                                                     I
La mujer: dadora de la vida y del amor, doblemente madre de la especie humana

Se ha afirmado que hace aproximadamente un millón de años comenzó un proceso que los especialistas en evolución humana han denomina hominización, el cual, según los recientes aportes de la biología humana y conforme a los avances de la novísima Biología del Amor, fue un proceso que se centró en el sexo femenino. En efecto, de acuerdo a lo planteado por la mayoría de estos investigadores, fue alrededor de la mujer y del amor, específicamente del amor maternal, que surgieron los primeros homínidos. El ser humano como tal (Homo Sapiens) aparece ya consolidado, tal cual somos hoy las (los) mujer-hombres, hace apenas unos 40 milenios. La mujer, entonces, es la madre del ser humano, no sólo en sentido de su específica función progenitora.

Además, algunos teóricos de la prehistoria afirman que durante todo ese largo período de la vida humana, el sexo femenino tuvo un papel, si no preponderante, al menos muy importante. En efecto, muchas de las primigenias comunidades humanas fueron matricéntricas, es decir, giraron en torno al sexo femenino. La mujer ocupó un papel social de primer orden, o, al menos existió en condiciones de igualdad o equilibrio respecto del varón de la especie. No existía la opresión o discriminación de la mujer ni de los hombres entre sí. No existía la explotación ni predominaba la violencia. Las relaciones dentro de la comunidad se basaban en el amor y la solidaridad, los conflictos respecto a otras comunidades fueron excepcionales. Normalmente prevalecía la paz.

                                                                        II
La mujer cayó en desgracia, pasó ser oprimida para convertirse en el segundo sexo

Por otra parte, hace aproximadamente 10.000 años, a partir de (a través, o relacionado con) la diferenciación de funciones o actividades entre el hombre y la mujer adultos (división natural del trabajo) y, una vez que, como consecuencia del incremento de la capacidad productiva, se hace posible la producción de un excedente económico, surgió una primera forma de desigualdad social (división social del trabajo), que colocó a la mujer en una posición subordinada respecto al varón. A partir de ese momento la mujer dejó de ser el centro de la vida humana en comunidad y se inició un proceso debido al cual la mujer comenzó a ser cada vez más débil frente al varón, hasta llegar a ser oprimida, expropiada y totalmente dominada por el sexo masculino.

En un primer momento, a través de la caza y la pesca el varón se convirtió en el explorador y comenzó por lo tanto a gozar de una mayor capacidad de desplazamiento, por lo que logra colocarse en una posición de ventaja económica respecto a la mujer, quien se hace más dependiente y sedentaria. La mujer tendrá también por  eso menos posibilidades de incrementar su capacidad productiva y de producir y acumular un excedente económico, lo cual explica el empoderamiento del varón y la progresiva subordinación de la mujer. Un proceso tan antiguo como los tiempos bíblicos, pues, como podemos ver en  esos textos, tenidos como sagrados, se revela ya la existencia de una ideología patriarcal. La hembra humana cae en desgracia.  

                                                                      III

La aparición de la violencia y la esclavitud, médulas de la misógina Civilización Patriarcal
Varios milenios después, hace aproximadamente 7.000 años (cantidad de años que varía según la región del mundo), un reducido grupo de seres humanos del sexo masculino, después de oprimir y expropiar al sexo femenino (en lo adelante llamado sexo débil); después de acumular riquezas y poder económico, estos varones, ya dominantes, a través de la violencia, ocasional en un primer momento, y sistemática después, pudieron imponerse sobre grupos humanos más numerosos pero menos poderosos, dando lugar al surgimiento de la esclavitud, primera forma generalizada de “explotación del hombre por el hombre”. Se inicia así la sistemática expropiación del trabajo ajeno. Aparecen las clases sociales y la lucha de clases, predominante desde entonces.

Surge el Estado, como aparato de dominación de unas clases sobre otras. Monopoliza la violencia; se imponen las relaciones de poder y coacción, sustituyendo las relaciones de amor y solidaridad. Se impone el poder del más fuerte, la arbitrariedad y el despojo de los débiles. Se generaliza la guerra como forma de enriquecimiento y acumulación; surge la propiedad privada, la mercancía, el comercio y el dinero; aparece la familia patriarcal entendida como un patrimonio del pater familiae, único dueño de mujeres, de hijos y de esclavos. Surge la diferencia entre naciones o regiones fuertes y naciones o países débiles, es decir, la dominación de unos pueblos sobre otros y, de esta relación de opresión, surgen los grandes imperios. Ha nacido así la Civilización Patriarcal.        

                                                                         IV

El Cristianismo: nueva oportunidad para el resurgimiento del amor entre los humanos

Ahora, a principios de nuestra era, hace apenas 2.000 años, después de muchos siglos de cruel opresión esclavista, de violencia, de guerras entre naciones y entre clases; después de haber existido en Occidente, unos tras otros, muchos imperios desde Egipto y Babilonia, hasta Gracia y Roma, en esas condiciones, en medio de aquella vorágine de violencia, opresión, saqueo e implacable crueldad, apareció un ser humano extraordinario, con un mensaje de unión, de paz, de amor y solidaridad, invitando a los seres humanos a abandonar la violencia, la opresión, el odio, la injusticia y la explotación. Exhortándonos a condenar la codicia, la avaricia y la envidia, a abandonar las armas, a condenar la guerra, a amarnos los unos a los otros.

En síntesis, aparece a manera de profeta o mesías, un pacifista radical que nos invita a poner la otra mejilla a quien nos bofetea y a perdonar a nuestros agresores setenta veces siete. Es decir, un hombre que nos exhorta a amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos. Este mensaje fue tan impactante, tan trascendente, que cayó como una gran roca en un tranquilo lago: produjo una onda expansiva que se extendió hacia todo el mundo. El Cristianismo llegó a todos los rincones del planeta con tal impacto que dio lugar a una nueva época: la Era Cristiana. El mundo en lo adelante ya no sería el mismo. Y, aquel mensaje de amor y paz tuvo tanta importancia y significación que los seguidores de aquel profeta lo han elevado a la condición de hijo de Dios.

El Cristianismo se convirtió en un verdadero partido de los oprimidos y explotados y por ello sus seguidores fueron perseguidos y martirizados. Los emperadores romanos iniciaron una persecución de tal magnitud que dio lugar a un verdadero y prolongado genocidio. Sin embargo, la implacable represión desatada no pudo liquidarlo, el cristianismo se hizo cada vez más popular y se extendió mucho más allá de las fronteras del imperio. Refugiados en las catacumbas crearon un poderoso movimiento clandestino y formaron comunas en las cuales todo se compartía según las necesidades. Entre ellos reinaba la paz, el amor y solidaridad, no existía la propiedad ni el egoísmo, ni la competencia. Los cristianos vivían en una suerte de comunismo, en una auténtica fraternidad.    


                                                                             V

La conversión de Constantino y la desviación de la verdadera fraternidad Cristiana.

Pero hace aproximadamente 1.700 años, después de trescientos años de implacable persecución y martirio de los cristianos, cuando el Cristianismo se había hecho muy popular y se había extendido mucho dentro y fuera del imperio, se produjo un acontecimiento que habría de desnaturalizar el mensaje de Cristo y acabar con este proyecto de amorosa revolución humana. En efecto, la persecución y el terrible martirio inferido a los seguidores del Nazareno había resultado impotente para acabar con los cristianos, ya que estos se reproducían como hongos. Su influencia llegó a extenderse tanto que hasta la propia madre del emperador Constantino, a espaldas de su hijo, se había convertido secretamente al Cristianismo.

Este hecho, aunque anecdótico y puntual, además la inutilidad de la persecución, contribuyó a convencer al emperador Constantino de la conveniencia de poner fin a la persecución. En efecto, Constantino (quien como todos los emperadores romanos había venido persiguiendo implacablemente a los cristianos), no sólo cesó en la persecución a los indoblegables seguidores de Cristo, y, no sólo se convirtió él mismo al Cristianismo, sino que fue mucho más allá, al decretar el Cristianismo como religión oficial del Imperio. Si no puedes con el enemigo, únete a él, pareció decirse a sí mismo el astuto emperador. Así, la falaz conversión de Constantino acabó con el verdadero espíritu cristiano de amor, igualdad, fraternidad y solidaridad.

A partir de entonces el Cristianismo se convertirá en Catolicismo, es decir, en poder temporal, tanto que la Iglesia se hizo rica, se adueñó de tierras y de palacios, por lo que terminaría colocada al lado de los poderosos, de los opresores, de los adinerados, y pasaría la Iglesia misma a convertirse en una institución opresiva, explotadora y expropiadora. Abandonaría a su suerte a los oprimidos y explotados y la nueva religión comenzará a perseguir y explotar, traicionando el mensaje de amor y paz pregonado por Jesucristo. El Amor volvió a ser arrinconado a lo más íntimo de los hogares, reservado únicamente al corazón de las mujeres quienes sometidas a inmensos sacrificios, continuaron prodigándolo en forma de amor maternal, filial, fraternal y filantrópico.   


                                                                   VI

La nueva revolución socialista pretendida transformación humanista de la sociedad

Finalmente, hace apenas sólo 100 años, se produjo en Rusia una insurrección popular que en nombre del proletariado llevaría al poder político a la clase obrera para iniciar una revolución supuestamente anti-capitalista, destinada, según sus conductores, a construir una nueva sociedad socialista libre de opresión y explotación. En efecto, una alianza de clases explotadas (obreros y campesinos) conducidos por el Partido Comunista (la fracción bolchevique de la Socialdemocracia rusa) tomó el poder en la gran nación euro-asiática. En nombre de la justicia y la solidaridad, replanteando las viejas consignas de libertad, igualdad y fraternidad, ahora con un nuevo contenido social, iniciaron un proceso de cambio emancipador.

Sin embargo, las viejas clases dominantes desplazadas del poder político y expropiadas por la revolución, reaccionaron violentamente y, apoyadas por las potencias capitalistas occidentales, formaron “los ejércitos blancos” cercaron la revolución y provocaron una sangrienta y fratricida guerra civil. Los ejércitos rojos de la revolución luego de inmensos sacrificios realizados por el pueblo ruso en el campo y en la ciudad, lograron derrotar a la alianza contrarrevolucionaria. Sin embargo, el país quedó destruido y la democracia proletaria integrada por partidos obreros y campesinos también sufrió las consecuencias de la gran destrucción. El proletariado urbano desapareció casi totalmente y perdió a la mayoría de sus mejores cuadros dirigentes.

Como consecuencia de esta debacle, aquella democracia proletaria fue sustituida, primero, por la dictadura del partido único, luego por el poder omnímodo del Comité Central, seguidamente por el poder autoritario del Buró Político, y, finalmente, por el poder personal, súper dictatorial del Secretario General. La pregonada “revolución proletaria” fue en definitiva sustituida por un régimen totalitario que ejerció el poder en nombre de la clase obrera y del Partido Comunista, pero que en realidad, todo el poder se había concentrado en una burocracia dirigida por una sola persona. La revolución había sido traicionada. El proceso condujo al totalitarismo, y, aunque se logró una indiscutible modernización, terminó imponiéndose la restauración del capitalismo.

                                                                     VII

Sobrevivencia, descomposición y crisis terminal de la Civilización Patriarcal Capitalista

Después de la revolución rusa se han adelantado otros procesos revolucionarios en nombre del socialismo o comunismo, de resultados no muy diferentes a lo ocurrido en Rusia. Y, hoy, a cien años exactos de la revolución de octubre de 1917, y como consecuencia de aquel cambio radical, Rusia es una potencia, entre las primeras del mundo, pero no es socialista, es una nación capitalista y patriarcalista. Algo similar podría decirse de la llamada revolución china que triunfó en 1945, iniciando un proceso que, en nombre del socialismo y conducido por el Partido Comunista, ha convertido a China en una gran potencia, más capitalista que socialista, que tiende a erigirse en una potencia que podría calificarse de neo-imperialista.

Así vemos que, ya bastante iniciado el  siglo XXI, la Civilización Patriarcal ha sobrevivido, con todas sus iglesias y credos ancestrales, con todos sus ejércitos, con su división social entre explotados y explotadores, con la expropiación del trabajo ajeno, con sus interminables guerras y genocidios. Podemos ver como subsiste hasta hoy, con sus viejos “valores” con su expropiación, su injusticia, su maltrato, sus violaciones y asesinatos de mujeres. En efecto, aunque han cambiado las formas, variables de una región a otra, el contenido de injusticia y crueldad sigue siendo el mismo. Aunque en algunas regiones del mundo el patriarcado como tal ha desaparecido, o se ha moderado tanto que no se ve a simple vista, sin embargo, la ideología patriarcal, en lo fundamental, sigue existiendo.

En muchos países del mundo se maltrata y asesina a seres humanos por el hecho de pertenecer al sexo femenino; en otros se discrimina y se maltrata al pobre, al negro o al extranjero. A toda esta interminable crueldad patriarcal, hay que sumar las injusticias propias del capitalismo, un régimen social de producción, que, aunque no discrimina entre hombres y mujeres a la hora de explotar y reprimir a las/los asalariadas/dos, vemos como, en su actual fase de putrefacción se ha ensañado no sólo contra la madre humana, la mujer, sino también contra la madre naturaleza, poniendo en peligro de extinción a todas las especies vivas que habitan nuestro planeta tierra.

Contextualizado ya el asunto, vamos ahora a responder, qué entendemos por Revolución Amorosa. Diremos que se trata de una transformación social que nos emancipe de la opresión que significa la milenaria Civilización Patriarcal, ahora también en descomposición, como el ya putrefacto sistema capitalista. Por eso, la Revolución Amorosa tiene como objetivo fundamental la emancipación de la especie humana, en otras palabras, la superación o sustitución de esa Civilización Patriarcal Capitalista por un mundo mejor, más justo, más racional y más humano. Y ¿cómo hacerlo?, ¿por cuál sociedad vamos a sustituirlo?, ¿qué significa para nosotros una Nueva Humanidad?

Para responder estas interrogantes y muchas otras que seguramente surgirán, partiremos de la caracterización de la Civilización Patriarcal Capitalista tal y como se nos presenta hoy, como una sociedad en decadencia, como un régimen de producción en crisis terminal, como un sistema económico que ha hecho metástasis y que es, como una inmensa nave a punto de zozobrar en mitad de un gran océano. Y, a partir de esa caracterización, contraponer, punto por punto, los rasgos o características de la nueva sociedad que necesitamos construir, para, en base a ello y partiendo de definir las fuerzas sociales transformadoras, señalar finalmente el camino.


Consideramos que debemos definir cuidadosamente el método, las formas, las reglas del juego de esa transformación, pues no compartimos la idea de que “el fin justifica los medios”, por el contrario sostenemos que los medios determinan o al menos condicionan el fin. Si queremos volar necesitamos alas y aire y si queremos nadar, necesitamos agua para flotar y desplazarnos en ella. Si no sabemos para donde vamos y como ir hacia allá, llegaremos a cualquier parte totalmente imprevista.


APENDICE

                                                “TIME IS MONEY”

“Time is Money”. Esta aparentemente inofensiva frase anglosajona que es casi un lugar común, encierra -muy oculta- la explicación de la gran tragedia humana de todos los tiempos. Y, es -en el fondo- la clave del inmenso drama, o mejor, la razón de ser de la inmensa tragedia que mantiene a la humanidad al borde de la auto-destrucción bélica, de la hambruna generalizada  o de la inminente extinción de la especie humana debida al desequilibrio ecológico, consecuencia de las actuales relaciones económicas.

En efecto, convertir el tiempo en dinero, es lo mismo que convertir los productos del trabajo humano en mercancías, es decir, en objetos destinados al intercambio comercial -desnaturalizándolos como objetos destinados a satisfacer necesidades- cual fueron y deberían serlo siempre. Como sabemos, el intercambio comercial está destinado en lo  fundamental a beneficiar a los vendedores (comerciantes o no, capitalistas o no), lo que termina generando desigualdad, enriqueciendo a unos y empobreciendo a otros.

Y, además, para que los productos del trabajo puedan intercambiarse unos por otros, es necesario que sean propiedad privada de sus vendedores. Tiene que existir previamente la propiedad privada, una relación que expresa -en el fondo- una forma de exclusión. No es, como se cree,  una relación entre la persona del propietario y su propiedad (objeto apropiado). No. La propiedad es una relación (social) entre el propietario del objeto y el universo de personas excluidas del poder que él tiene sobre ese objeto. 

Es una relación social excluyente. Si yo te digo: necesito esa comida que tú tienes almacenada porque tengo hambre, tú puedes responderme: “lo siento, no puedes consu-mirla porque es mía. Si yo te digo: necesito sembrar esa tierra que no estás usando para producir alimentos. Tu puedes responderme: no quiero que la uses, es mía y tú estás excluido, privado de usarla sin mí permiso. No me importa tu necesidad. No es mi problema. Si tienes dinero, te la vendo. Si no, pues, quedas excluido. No puedes usarla.

La mercantilización y privatización de los productos del trabajo y de los servicios llega a su máxima expresión en la alienación capitalista que termina convirtiendo todo en mercancía, desde la tierra hasta la vida de una persona, pasando por alimentos, me-dicinas, salud, educación, conocimiento, ecología; la seguridad, la justicia, la libertad, la fe, todo. Hasta lo más sagrado. El envolvente fetichismo de la mercancía termina trans-formando el dinero en el nuevo, verdadero y todopoderoso Dios. El dios-dinero.

Todos quedamos atrapados. Sólo se salvan los espíritus superiores y los rebeldes más radicales: Jesucristo y sus seguidores: San Francisco de Asís, Ernesto “Che” Guevara, Teresa de Calcuta, por ejemplo. Se trata de una envolvente trampa-jaula: el afán de lucro, la competencia, la voracidad acumulativa. En fin: un mundo signado por el egoísmo y la insolidaridad. Una lucha de todos contra todos que comienza en el comercio del día a día y termina en la guerra entre naciones por los recursos naturales.      

“Poderoso caballero es Don Dinero”, escribió el gran Cervantes en el siglo XVII, quizás repitiendo una expresión popular de la época. Pero, ¿Qué es el dinero? ¿En qué consiste su poder?  ¿Qué tiene que ver el tiempo con el dinero?, ¿de dónde se deriva su aparentemente “misterioso” “mágico” o “místico” valor? Desde que se inició el trueque hasta nuestros días los seres humanos intercambiamos, unos por otros, objetos y servicios. Lo que ocurre es que lo hacemos -indirectamente- a través del dinero.

Y el dinero es una mercancía más. Una mercancía especial, distinta a todas las demás, pues su valor de uso, es precisamente el de ser un medio, un instrumento para facilitar el intercambio, ya que en forma de trueque sería lento, engorroso y limitado. Por ello, la función del dinero es la de ser un medio de pago, un instrumento de intercambio: servir de equivalente general de valor de todas las mercancías. Todo es intercambiable, pero no directamente (en forma de trueque) sino a través del dinero.

El dinero en si mismo no tiene ningún valor, salvo el insignificante costo del papel del billete o del metal, en el caso de la moneda. Su “valor” es simbólico, deriva de su papel de representar el valor de cambio o precio de las mercancías, ese valor simbólico deriva de su función de intermediación, de su función de representar el precio de todas las mercancías; el valor de ser medio de pago y atesoramiento, por su carácter de equivalente general de valor de todas las mercancías (como mercancía-dinero).

Ese carácter representativo (simbólico, abstracto, etéreo) del dinero era mucho más difícil de percibir o comprender cuando -como lo fue en un primer momento-el valor de cambio estaba representado por metales preciosos como el oro o la plata. Tiempo después este carácter simbólico se pudo percibir más claramente cuando apareció y se generalizó el papel moneda, y más todavía, cuando aparecen la letra de cambio, el cheque y los títulos-valores (acciones). Y, ahora, las tarjetas de crédito y de débito.   

 El dinero expresa el valor de cambio (o precio) de las mercancías que se enfrentan en el mercado unas a otras como propiedades privadas, pero, para que puedan cambiarse unas por otras (directamente, en forma de trueque, o a través del dinero), las mercancías deben tener algo en común distinto de lo que sólo las diferencia (su utilidad, de sus valores de uso). ¿Y qué es lo que tienen en común las mercancías y qué es lo único que les agrega valor? El tiempo de trabajo vivo gastado en producirlas (sustancia del valor).

Aquí vuelve aparecer el dinero como representación del valor de cambio; ¿del valor de cambio de qué? Del valor de cambio otras mercancías (o servicios) que se podrían adquirir cuando se cede un producto a cambio de un precio. Aquí aparece el dinero como representante de la privación. Es su valor negativo. ¿No tengo dinero? Pues estoy excluido del objeto que no me pertenece. Pero, para que el dinero represente el valor de cambio (o precio) las mercancías tienen que tener un valor de cambio.

Y para tener precio deben tener un valor, común a todas. Y ¿cuál es valor que tienen las mercancías?, ¿de dónde procede?, ¿de qué depende?, ¿cómo se mide? Pues, dicho con  propiedad, las mercancías no tienen valor. Lo riguroso es decir que las mercancías son un valor: son “valores-mercancías”. Y el dinero (antes oro o plata, ahora un papel o una moneda) es una mercancía más, cuya utilidad es representar el precio de todas las mercancías. Es sólo un medio de pago, de atesoramiento: equivalente general de valor.

Pero, ¿qué es una mercancía?, y, ¿en qué consiste su valor? Mercancía es todo lo que sea: a) un objeto útil (puede satisfacer una necesidad); b) producto del trabajo humano (que contenga trabajo); y, c) que esté destinado al cambio. Pero, más que estar destinada a  satisfacer una necesidad del comprador, está destinada a satisfacer la necesidad del vendedor: la necesidad de beneficiarse económicamente vendiéndola (a quien tenga el dinero) y no cediéndola a quien en verdad tenga necesidad de ella.

Y entonces ¿Cuál es el misterio del valor de las mercancías que todavía no hemos precisado? El valor consiste en que son producto del trabajo humano, que es la única fuente de agregación de valor en un producto cualquiera. Las mercancías contienen valor porque contienen trabajo. Y ¿cómo se mide el valor? Se mide por el tiempo, por el tiempo de trabajo socialmente necesario contenido en ellas. El tiempo de trabajo necesario (social): horas/hombre (H/H) o, tiempo como promedio, como gasto social.

 En palabras de la economía positiva el asunto se aborda mediante el concepto técnico matemático de horas/hombre, o valor agregado contenido en las mercancías. Este concepto de valor, tiene que ver con los precios, pero el valor (o costo) no es de ninguna manera equivalente al precio. Los precios oscilan al rededor del valor. El valor depende la producción y el precio depende de la oferta y la demanda, es decir, del mercado, sea éste un mercado más o menos libre, o más o menos controlado.

El precio es el “valor de cambio” expresado en dinero, mientras que el “valor o costo de producción” de una mercancía se agrega al producto durante el proceso de producción y viene dado por la cantidad de trabajo promedio que se invierte en producirla. (Se trata de la sustancia del valor, lo que algunos denominan trabajo abstracto, es decir, el trabajo considerado en forma abstracta). Por ello, el proceso de producción es al mismo tiempo un proceso de valorización. Sólo el trabajo vivo incorpora valor a la mercancía.

Desde el punto de vista técnico-productivo (de la economía positiva o burguesa), el concepto de “tiempo de trabajo socialmente necesario”, es aproximadamente equivalente al concepto de horas/hombre o similar al valor agregado, social o socialmente promediado. Y este proceso de valorización tiene lugar simultáneamente con el proceso de producción. Y las horas/hombre corresponden a la cantidad de trabajo vivo que en promedio se ha invertido en la producción de determinada mercancía.   

Al ser relativamente independiente el “valor” (o costo de producción) del “valor de cambio” (o precio), el precio oscila por debajo o por encima del valor. En un momento, sin que cambie el valor, puede cambiar el precio. Y, como bien sabemos, en algunos casos, el precio es obscenamente diferente al valor, como en el caso de la especulación. Rara vez el precio cae por debajo del valor, ocurre, por ejemplo, cuando una mercancía es lanzada al mar, para impedir que se deterioren los precios.

Cuando los anglosajones, sin haber hecho este análisis, por intuición, dicen: “Time es Money” y, por otra parte, cuando los técnicos, para averiguar el valor de una mercancía se preguntan: “Cuántas horas/hombre cuesta producirla, de manera indirecta están reconociendo la teoría del valor-trabajo. Sin saberlo, reconocen que la única actividad que crea valor (o que “agrega valor”) es la actividad humana llamada trabajo. Y ¿cómo se mide la cantidad de trabajo incorporada? Se mide en fracciones de tiempo.    

La cantidad de trabajo se mide por el tiempo promedio (social). A menor tiempo de producción, menor valor, menor costo de producción y por lo tanto mayor ganancia para el capitalista que se apropia de la mercancía prevalido de su condición de dueño del proceso de producción. El valor dependerá entonces de la cantidad de trabajo medido, por ejemplo, en horas/hombre (*). Mientras más tiempo ahorra en capitalista, mayores serán sus ganancias. En este sentido “el tiempo es oro”, el “tiempo es dinero”. 
(*) Todos los capitalistas compiten intentando reducir el tiempo de trabajo, reducir las h/h. Para ello invierten en tecnología para elevar su productividad a fin de producir más mercancías en menos tiempo y así bajar sus costos de producción. ¡OJO! Cuando los economistas burgueses calculan el “costo de producción” en dinero, incluyen el monto de todo lo invertido: locación, maquinaria, equipos, herramientas, materias primas, y lo que pagan en salarios para pagar la “fuerza de trabajo”,  “mano de obra” o “trabajo vivo”, (Capital Fijo + Capital Circulante); por lo tanto, este concepto burgués de “costo de producción” no corresponde al concepto de “valor” (o “costo de producción”) medido en “tiempo de trabajo socialmente necesario” categoría propia de la teoría del valor-trabajo. 

Al elevar la productividad -que depende de la ciencia aplicada a la producción- procura aumentar la capacidad productiva del trabajo humano (es decir, la productividad) y tiene el objetivo de disminuir las H/H y, por lo tanto, el valor o costo de la mercancía. Y si la H/H se promedia socialmente sería más o menos equivalente a lo que el marxismo denomina “tiempo de trabajo socialmente necesario. Así podemos entender que la frase “el tiempo es oro”, pero lo es para el capitalista, no para el trabajador. Veamos por qué. 

Porque la ley del valor opera a favor del propietario de las máquinas, lo mismo que el trabajo del agricultor beneficia al propietario de la tierra y no al que la hace producir “con el sudor de su frente”. De la misma manera que en el intercambio de mercancías la ley de la oferta y la demanda opera casi siempre a favor del vendedor y casi nunca a favor del comprador, a menos que se trate de un vendedor no tenga poder para fijarle el precio a la mercancía que vende. Igual ocurre con el incremento de la productividad.

Es precisamente lo que le ocurre al trabajador, quien no puede, salvo raras excepciones, ponerle precio a la mercancía que vende. Me refiero a la mercancía “fuerza de trabajo”. Aunque se trata de la mercancía más importante de todas, pues es la única mercancía que crea valor, y que no sólo crea valor, sino que el trabajador (con su trabajo) es capaz de reproducir todo el capital invertido (incluyendo sus salarios) y, además, crear un valor que antes no existía: la plusvalía. ¿Lo que los capitalistas llaman valor agregado?

Es, al menos aproximadamente, lo que Carlos Marx llamó plusvalía. Y, llegados a este punto, es muy importante señalar que la diferencia entre los economistas burgueses o pro-capitalistas y los marxistas, es que los primeros creen o prefieren creer que el nuevo valor es producido por el capital, y los marxistas saben que el plus-valor, o valor agregado, es producto del trabajo y sólo del trabajo. Del trabajo vivo y no del trabajo muerto contenido en las maquinarias, equipos y materias primas.

Lo verdaderamente maravilloso es el trabajo humano. Pero, a través de una ideología milenaria, nos hacen creer que lo maravilloso es el dinero. Como el ilusionista,  que nos hace creer que saca un conejo de la chistera, el mago capitalista, con su ideología burguesa, nos hace creer que su inversión es la magia, mediante la cual  él, con su ingenio, “saca dinero del dinero”. Como tienen el poder de decidir por ser propietarios, creen que son ellos los que producen y no los productores que explotan y expropian.

Los capitalistas creen y quieren hacer creer que el capital -gracias al capitalista- se reproduce a si mismo, que el dinero se auto-regenera, se multiplica solo, que es como la máquina del eterno movimiento, pero resulta que  sin el trabajo vivo, el capitalista nada puede hacer con sus máquinas y con su materia prima. Es por ello que se ha visto obligado a reprimir implacablemente las huelgas y ha castigado hasta con la muerte la lucha anti-capitalista de los trabajadores contra la explotación. 

Todos sabemos que desde que el capitalismo existe, se ha criminalizado y castigado con la mayor severidad las luchas verdaderamente anti-capitalistas de los trabajadores. En todas partes del mundo sólo se ha permitido el sindicalismo alcahueta, cómplice, corrupto y traidor a los verdaderos intereses de los trabajadores. Quienes han intentado defender radicalmente los intereses de los explotados lo han pagado con su derecho al trabajo, con su  libertad y en muchos casos con su propia vida.

Está visto y ha quedado demostrado que el dinero (es decir, las mercancías de las cuales depende su existencia y cuyos valores de cambio representa), es maravilloso, pero sólo para los grandes adinerados, para las minorías, para el uno por ciento (1%) de la población que ha logrado acumularlo en obscenas cantidades. Pero para el resto de los mortales el dinero es una trampa, una maldición, y -casi siempre- una tragedia de proporciones descomunales.

Frente al dinero, es decir, frente a la alienación, ante al fetichismo de la mercancía, ante el aparentemente inofensivo afán de lucro, los seres humanos tenemos  planteado el gran reto de sobre-vivencia que implica salir de esa gran trampa.

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