La cuestión
que estamos planteando, reviste tal gravedad que, la delincuencia organizada,
las mafias de la frontera (paramilitares y narcotraficantes), envalentonados
contra Venezuela y contra nuestro gobierno, han apelado a la disyuntiva
perversa de amenazar y/o sobornar a los integrantes de los cuerpos de seguridad
venezolanos. Una diabólica mezcla de seducción y/o amenaza encerrada en la
consigna “P o P”(o aceptas plata o
te damos plomo). Todo ello articulado al robo del dinero en efectivo
venezolano destinado a sobornar a los
venezolanos y comprar lo proveniente de Venezuela a precios viles,
acentuando de esta manera la fuga de nuestras riquezas y la devaluación del
bolívar, facilitando el saqueo y el empobrecimiento del país. Así, nuestro
dinero en efectivo se convirtió en un objeto para el tráfico, en un instrumento
para la materialización del delito, en un arma contra nuestro propio país, en
un medio para su empobrecimiento, dando lugar a un proceso en el cual los
venezolanos nos entre-devoramos en un
desatado canibalismo económico que ha pervertido nuestro mercado interno.
En este
diabólico entrampamiento, los venezolanos, en un desesperado “sálvese quien
pueda”, hemos terminado contribuyendo a nuestro propio desangramiento
económico, a nuestra propia devastación, lo que ha arruinado parcialmente a la
Nación, favoreciendo criminalmente al “hermano” país que a la manera de un
inclemente Caín, se beneficia de este saqueo generalizado. En este proceso de
intoxicación moral, los venezolanos
hemos sufrido, sin duda, una deformación ética, una degradación espiritual. El
creciente y abismal diferencial cambiario entre el bolívar y el dólar, dada la
relación peso-dólar, terminó dando mucho valor al peso colombiano y
pulverizando el valor del bolívar, eso, aunado al inmenso diferencial de precio
del combustible automotor venezolano y el colombiano, lo que constituyó un
estímulo poderosísimo para impulsar cada vez con mayor fuerza el contrabando de
extracción.
Otro
subsidio energético, de menor impacto internacional negativo para el país, pero
que vale la pena mencionar y analizar, es el subsidio al gas de uso doméstico
que se distribuye a través de bombonas de diferentes tamaños. Respecto al gas
también ha habido diferentes problemas relacionados con el subsidio destinado a
su distribución a precio subsidiado. En este caso también se ha producido distorsiones y anomalías que afectan su
distribución. Uno de ellos es la pérdida económica que significa el hecho
de que los precios resultan tan bajos que ni siquiera alcanzan a cubrir los
gastos que implica la sola distribución, sino que genera un déficit que debe
ser cubierto por el Estado, encareciendo
el mantenimiento y la continuidad de la prestación del servicio.
El precio
subsidiado genera además una tendencia a la escasez del producto que puede ser,
espontánea (derivada de los señalados problemas de costos), o provocada (acaparamiento ilícito), destinado a elevar sus precios en un procurado
y explicable mercado paralelo), a través de la cual, los trabajadores procuran contrarrestar el deterioro de sus salarios,
también afectados por el incremento general de los precios, es decir, por la
evidente y creciente desproporción o
diferencial entre su salario nominal y su salario real, lo que impulsa -y de
alguna manera justifica- la tendencia a que estos trabajadores procuren equilibrar
sus ingresos mediante los beneficios derivados de un factible mercado paralelo del producto que toienen la responsabilidad de distribuir.
En cuanto al
fluido eléctrico y no obstante tratarse de un servicio que llega hasta el
usuario, pues no se trata de un producto que tiene movilidad,
que es desplazado como una bombona de gas, sin embargo, ocurre algo similar con
el subsidio a esta otra fuente de energía que es la electricidad. En efecto, el
subsidio a este servicio también presenta calamidades
y desventajas que lo desnaturalizan o lo hacen contraproducente, tales como
el despilfarro de energía, la injusta orientación social del subsidio (se
subsidia a quien no lo necesita) y, además, el hecho de que la tarifa se aleja
cada vez más de la posibilidad (y la necesidad) de cubrir, aunque sea parcialmente,
los costos que ocasiona el servicio.Y lo más
inexplicable, es que, como en el caso de a gasolina y el gas doméstico, la rifa del servicio no se actualice para ponerla a tono, siquiera en parte, con
la estructura de precios que ha ido
cambiando radicalmente durante los
últimos meses. Esta falta de actualización conduce al hecho de que el monto
de la tarifa termine siendo totalmente irracional. Respecto a lo planteado,
tampoco en este caso el gobierno ha dado una explicación de su política.
Y, ya no
solo de la gasolina y de los alimentos y medicinas subsidiados en Venezuela,
sino de casi todos los productos que terminaron teniendo un precio demasiado
bajo en bolívares y demasiado alto en dólares o pesos colombianos, algo que resulta muy lucrativo vender en Colombia los productos venezolanos por lo que hace imposible o muy dificil, mediante medidas de control policial y militar, impedir ese flujo
ilegal tan gravemente perjudicial para
Venezuela como lucrativamente beneficioso para Colombia. Las posibilidades
de sobornar a los funcionarios venezolanos, llegó a ser tan grande, que se convirtió en un poderosísimo estímulo en favor de la corrupción y la
delincuencia organizada. Y, de esta manera, Venezuela, con su política
económica estaba favoreciendo su propia destrucción y empobrecimiento.
Y, el inmenso poder económico de la delincuencia organizada en la frontera, le daba también un extraordinario poder militar a los paramilitares y a las ya muy poderosas mafias del narcotráfico. Es imposible concebir una mayor ofensiva destructiva contra la economía de un país y contra la moral y los valores espirituales de un pueblo. Es imposible concebir mayor desangramiento económico de un país en favor de otro. Por eso el colombiano de a pie terminó burlándose de todos los venezolanos y especialmente de sus gobernantes. A sus ojos resultamos unos despreciables pendejos. Por su parte, el gobierno venezolano no explicó nunca, ni ha explicado hasta ahora, por qué se negó a subir, o tan siquiera actualizar, el precio de la gasolina venezolana, un incremento lógico y necesario para evitar, o disminuir las posibilidades de perpetración de esta criminal devastación.
Y, el inmenso poder económico de la delincuencia organizada en la frontera, le daba también un extraordinario poder militar a los paramilitares y a las ya muy poderosas mafias del narcotráfico. Es imposible concebir una mayor ofensiva destructiva contra la economía de un país y contra la moral y los valores espirituales de un pueblo. Es imposible concebir mayor desangramiento económico de un país en favor de otro. Por eso el colombiano de a pie terminó burlándose de todos los venezolanos y especialmente de sus gobernantes. A sus ojos resultamos unos despreciables pendejos. Por su parte, el gobierno venezolano no explicó nunca, ni ha explicado hasta ahora, por qué se negó a subir, o tan siquiera actualizar, el precio de la gasolina venezolana, un incremento lógico y necesario para evitar, o disminuir las posibilidades de perpetración de esta criminal devastación.
Toda esta
deformación de nuestra economía, toda esta perversión del mercado interno que
hemos llamado canibalismo económico, está arruinando nuestra economía y amenaza
paralizar al país y a su aparato productivo. Son múltiples los bienes
que se están fugando al exterior en un contrabando de extracción que nos
desangra y que nos empobrece, y, no sólo materialmente sino también
espiritualmente. Heridos en nuestra autoestima, confundidos y desmoralizados,
los venezolanos hemos sufrido, además de
un grave empobrecimiento material, una degradación moral, una deformación
ética. Por todo ello, estamos obligados, como pueblo y como gobierno, a detener
de cualquier manera este deterioro material y espiritual. Grandes males
reclaman grandes soluciones. Debemos reaccionar, debemos levantarnos como
Bolívar en Pativilca. Habrá que
declarar al país en emergencia, y, de ser preciso, cerrar la frontera y decidir
así nuestro propio y voluntario aislamiento, para poner fin a este verdadero
saqueo, a esta auténtica devastación nacional.
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