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Venezuela: Diagnóstico de la crisis Nº 10: Política económica contraproducente. Parte III

La cuestión que estamos planteando, reviste tal gravedad que, la delincuencia organizada, las mafias de la frontera (paramilitares y narcotraficantes), envalentonados contra Venezuela y contra nuestro gobierno, han apelado a la disyuntiva perversa de amenazar y/o sobornar a los integrantes de los cuerpos de seguridad venezolanos. Una diabólica mezcla de seducción y/o amenaza encerrada en la consigna “P o P”(o aceptas plata o te damos plomo). Todo ello articulado al robo del dinero en efectivo venezolano destinado a sobornar a los venezolanos y comprar lo proveniente de Venezuela a precios viles, acentuando de esta manera la fuga de nuestras riquezas y la devaluación del bolívar, facilitando el saqueo y el empobrecimiento del país. Así, nuestro dinero en efectivo se convirtió en un objeto para el tráfico, en un instrumento para la materialización del delito, en un arma contra nuestro propio país, en un medio para su empobrecimiento, dando lugar a un proceso en el cual los venezolanos nos entre-devoramos en un desatado canibalismo económico que ha pervertido nuestro mercado interno.



En este diabólico entrampamiento, los venezolanos, en un desesperado “sálvese quien pueda”, hemos terminado contribuyendo a nuestro propio desangramiento económico, a nuestra propia devastación, lo que ha arruinado parcialmente a la Nación, favoreciendo criminalmente al “hermano” país que a la manera de un inclemente Caín, se beneficia de este saqueo generalizado. En este proceso de intoxicación moral, los venezolanos hemos sufrido, sin duda, una deformación ética, una degradación espiritual. El creciente y abismal diferencial cambiario entre el bolívar y el dólar, dada la relación peso-dólar, terminó dando mucho valor al peso colombiano y pulverizando el valor del bolívar, eso, aunado al inmenso diferencial de precio del combustible automotor venezolano y el colombiano, lo que constituyó un estímulo poderosísimo para impulsar cada vez con mayor fuerza el contrabando de extracción.

Otro subsidio energético, de menor impacto internacional negativo para el país, pero que vale la pena mencionar y analizar, es el subsidio al gas de uso doméstico que se distribuye a través de bombonas de diferentes tamaños. Respecto al gas también ha habido diferentes problemas relacionados con el subsidio destinado a su distribución a precio subsidiado. En este caso también se ha producido distorsiones y anomalías que afectan su distribución. Uno de ellos es la pérdida económica que significa el hecho de que los precios resultan tan bajos que ni siquiera alcanzan a cubrir los gastos que implica la sola distribución, sino que genera un déficit que debe ser cubierto por el Estado, encareciendo el mantenimiento y la continuidad de la prestación del servicio.


El precio subsidiado genera además una tendencia a la escasez del producto que puede ser, espontánea (derivada de los señalados problemas de costos), o provocada (acaparamiento ilícito), destinado a elevar sus precios en un procurado y explicable mercado paralelo), a través de la cual, los trabajadores procuran contrarrestar el deterioro de sus salarios, también afectados por el incremento general de los precios, es decir, por la evidente  y creciente desproporción o diferencial entre su salario nominal y su salario real, lo que impulsa -y de alguna manera justifica- la tendencia a que estos trabajadores procuren equilibrar sus ingresos mediante los beneficios derivados de un factible mercado paralelo del producto que toienen la responsabilidad  de distribuir.


En cuanto al fluido eléctrico y no obstante tratarse de un servicio que llega hasta el usuario, pues no se trata de un producto que tiene movilidad, que es desplazado como una bombona de gas, sin embargo, ocurre algo similar con el subsidio a esta otra fuente de energía que es la electricidad. En efecto, el subsidio a este servicio también presenta calamidades y desventajas que lo desnaturalizan o lo hacen contraproducente, tales como el despilfarro de energía, la injusta orientación social del subsidio (se subsidia a quien no lo necesita) y, además, el hecho de que la tarifa se aleja cada vez más de la posibilidad (y la necesidad) de cubrir, aunque sea parcialmente, los costos que ocasiona el servicio.Y lo más inexplicable, es que, como en el caso de a gasolina y el gas doméstico, la rifa del servicio no se actualice para ponerla a tono, siquiera en parte, con la estructura de precios que ha ido cambiando radicalmente durante los últimos meses. Esta falta de actualización conduce al hecho de que el monto de la tarifa termine siendo totalmente irracional. Respecto a lo planteado, tampoco en este caso el gobierno ha dado una explicación de  su política.


Y, ya no solo de la gasolina y de los alimentos y medicinas subsidiados en Venezuela, sino de casi todos los productos que terminaron teniendo un precio demasiado bajo en bolívares y demasiado alto en dólares o pesos colombianos, algo que resulta muy lucrativo vender en Colombia los productos venezolanos por lo que hace imposible o muy dificil, mediante medidas de control policial y militar, impedir ese flujo ilegal tan gravemente perjudicial para Venezuela como lucrativamente beneficioso para Colombia. Las posibilidades de sobornar a los funcionarios venezolanos, llegó a ser tan grande, que se convirtió en un poderosísimo estímulo en favor de la corrupción y la delincuencia organizada. Y, de esta manera, Venezuela, con su política económica estaba favoreciendo su propia destrucción y empobrecimiento.

Y, el inmenso poder económico de la delincuencia organizada en la frontera, le daba también un extraordinario poder militar  a los paramilitares y a las ya muy poderosas mafias del narcotráfico. Es imposible concebir una mayor ofensiva destructiva contra la  economía de un país y contra la moral y los valores espirituales de un pueblo. Es imposible concebir mayor desangramiento económico de un país en favor de otro. Por eso el colombiano de a pie terminó burlándose de todos los venezolanos y especialmente de sus gobernantes. A sus ojos resultamos unos despreciables pendejos. Por su parte, el gobierno venezolano no explicó nunca, ni ha explicado hasta ahora, por qué se negó a subir, o tan siquiera actualizar, el precio de la gasolina venezolana, un incremento lógico y necesario para evitar, o disminuir las posibilidades de perpetración de esta criminal devastación.


Toda esta deformación de nuestra economía, toda esta perversión del mercado interno que hemos llamado canibalismo económico, está arruinando nuestra economía y  amenaza  paralizar al país y a su aparato productivo. Son múltiples los bienes que se están fugando al exterior en un contrabando de extracción que nos desangra y que nos empobrece, y, no sólo materialmente sino también espiritualmente. Heridos en nuestra autoestima, confundidos y desmoralizados, los venezolanos hemos sufrido, además de un grave empobrecimiento material, una degradación moral, una deformación ética. Por todo ello, estamos obligados, como pueblo y como gobierno, a detener de cualquier manera este deterioro material y espiritual. Grandes males reclaman grandes soluciones. Debemos reaccionar, debemos levantarnos como Bolívar en Pativilca. Habrá que declarar al país en emergencia, y, de ser preciso, cerrar la frontera y decidir así nuestro propio y voluntario aislamiento, para poner fin a este verdadero saqueo, a esta auténtica devastación nacional.






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