En todos estos países vamos a encontrar una estructura
económico-social caracterizada por la dominación de una oligarquía
terrateniente y esclavista y/o “semi-feudal”,
propietaria de grandes latifundios improductivos, generalmente aliadas al
capital extranjero o dependientes de él; oligarquías empoderadas de Estados
autoritarios, muy represivos hacia lo interno, pero débiles y sumisos ante la
dominación imperial neo-colonial; países de economías mono-productoras y casi
siempre mono-exportadoras; caracterizadas por la ausencia de desarrollo
industrial autónomo y, por lo tanto, países sin burguesía y sin proletariado; con mercados internos débiles o
inexistentes; países exportadores de recursos naturales y materias primas e
importadores de productos finales o de maquinarias, herramientas y
equipos; países financieramente
dependientes y por lo tanto sometidos a severos endeudamientos externos;
naciones de economía de reproducción simple; carentes por tanto de burguesías
emergente; países con economías de puerto y desarrollo económico contenido,
mutilado o hipertrofiado, sometidos en la mayoría de los casos a monopolios y
oligopolios externos o a inversiones extranjeras expoliadoras de incontrolada o
desbocada voracidad acumulativa.
Este cuadro se mantiene, con algunas diferencias, a todo lo largo de nuestra historia y, con sus diferencias y particularidades, incide en el fracaso o la obstaculización de los otros cuatro intentos de revolución o modernización y contribuye a abrirle paso a las contrarrevoluciones que invariablemente han seguido a cada nuevo intento de cambio social en procura de un desarrollo económico independiente. Fue el caso de la rebelión campesina iniciada en 1859 encabezada por Ezequiel Zamora y conocida como la Guerra Federal. En ese caso podemos también preguntarnos: ¿Por qué la revolución triunfa en los campos de batalla pero se pierde la paz en la mesa de negociaciones? Entre otras causas, porque, con algunas diferencias y especificidades, se mantiene el mismo cuadro de condiciones económico-sociales: se consolida una economía basada en la esclavitud (hasta 1854) y en relaciones serviles, ello, bajo un régimen político censitario, en el cual los derechos políticos estaban condicionados a la posesión de riqueza. La dominación extrajera, a lo interno, fue ejercida por las casas comerciales extranjeras que se convirtieron en leoninos financistas de la agricultura, apoyados por el Estado (Ley del 10 de abril de 1834).
El proceso político se
desarrolló aproximadamente así: En un solo año la revolución avanzaba
triunfante hacia Casacas cuando, en la ciudad de San Carlos, es asesinado -por
mano no tan oculta- el dirigente de la rebelión Ezequiel Zamora. Sin embargo,
con este “tiro en el ala” la rebelión continúa
durante cuatro años más hasta que se le pone fin al estancado conflicto
armado mediante el acuerdo de paz que se conoce como Tratado de Coche. Un acuerdo
que constituyó una auténtica claudicación de la causa campesina por “tierra y
hombres libres”. La frustración de la revolución le abre el camino a la contrarrevolución oligárquica encabezada por Guzmán
Blanco, el autócrata “civilizador”, quien usufructúa el poder en beneficio
personal, aliado a las nuevas y viejas oligarquías, ahora aliadas del capital
extranjero para el saqueo del país. Finalmente Guzmán Blanco muere en París
propietario de una fabulosa y mal habida fortuna. La falsa modernización queda
reducida a los acuerdos con el capital extranjero para permitirles rentables
inversiones y maquillada por la
edificación de unos cuantos palacios para el embellecimiento de Caracas. La
revolución queda nuevamente pospuesta, y la Nación envuelta en un diabólico
endeudamiento.
Políticamente la realidad venezolana del siglo XIX se
caracteriza por la inestabilidad y el conflicto permanente. Durante los noventa
años transcurridos entre 1830 y las dos primeras décadas del siglo XX,
improvisados ejércitos formados por caudillos regionales al servicio de
poderosos oligarcas, se disputan, en interminables guerras civiles y guerrillas
campesinas, el control del atrasado y débil aparato estatal de la Nación. Las
particularidades de esta realidad y de las contradicciones específicas que le
caracterizan, no desaparecen hasta bien entrado el siglo XX venezolano. En
cuanto al caso de la Revolución Liberal-Restauradora encabezada por Cipriano
Castro en 1899 podemos preguntamos:
¿Por qué Castro quien llega al poder en 1899, es defenestrado por la
contrarrevolución llamada Rehabilitadora encabezada por Juan Vicente Gómez
en 1908? Al respecto, hay que destacar que para el momento se han producido
importantes cambios en la realidad económico-social mundial, europea y
americana y algunos cambios en la realidad interna venezolana y
latinoamericana. Sin que haya desaparecido el imperialismo británico dominante
en el mundo, a principios de siglo comienza a despuntar el nuevo poder imperial
norteamericano. Ya, durante la segunda mitad del siglo XIX se habían
consolidado las nuevas formas de dominación imperial, ahora de carácter
neo-colonial. Otras potencias capitalistas despuntan en Europa.
Nuevos mecanismos de dominación surgidos de poder del
emergente capital financiero, como el endeudamiento externo, crean un nuevo
redil en el cual queda atrapado nuestro país. Sin embargo, en lo interno no hay
cambios estructurales que modifiquen el cuadro de atraso y dependencia. Al
pretendido nacionalismo o prematuro anti-imperialismo de Castro, le toca
enfrentarse al viejo imperialismo europeo en 1902, cuando fueron invadidas las
costas de Venezuela y humillado el país por un bloqueo naval perpetrado por las
potencias europeas que, cual modernos piratas,
vinieron a cobrar a cañonazos una
deuda externa contratada de manera francamente abusiva e ilegal, tanto, que
el nuevo Presidente venezolano, por esa razón, la había desconocido de manera
soberana. La corrupción política, el endeudamiento ilegal y la crisis
económica, agravada por la caída de los precios del café en el mercado mundial;
por el desprestigio del Liberalismo Amarillo (“guzmancismo”) y por el
florecimiento económico del Estado Táchira, le abren paso a la Revolución
Liberal Restauradora. Podemos entonces preguntarnos: ¿Por qué fracasa la
revolución Liberal Restauradora encabezada por Cipriano Castro y los sesenta
hombres que le acompañaron?
Cuando Castro llega al poder, o mejor sería decir, al
gobierno, ya el imperialismo norteamericano ha comenzado a desplazar de manera
progresiva al ya viejo imperialismo europeo (británico, francés y alemán). Por
su parte, Venezuela ha comenzado a dejar de ser un país agro-exportador, para
convertirse en un país minero-exportador de oro, de asfalto y de petróleo.
También la oligarquía venezolana comienza a incursionar en la acumulación de capital.
Por eso, a Castro le toca seguidamente enfrentarse a la oligarquía devenida en
burguesía comercial importadora y en proto-burguesía financiera. Es decir, los
oligarcas venezolanos intentan convertirse en banqueros, y, para reafirmarse como nueva clase dominante
aliada del capital extranjero, se enfrentan a las pretensiones
nacionalistas de Cipriano Castro y se niegan a apoyar financieramente al nuevo
gobierno revolucionario. De esta confrontación surgió la mal llamada
“Revolución Libertadora”, una contrarrevolución encabezada por Manuel Antonio
Matos, banquero y general (yerno de Guzmán Blanco) afectado en sus intereses
por las medidas de política financieras decididas por el nuevo gobierno. Y, en
un tercer momento, a Castro le toca enfrentarse al capital financiero europeo
en 1902 cuando “la planta insolente del extranjero mancilló nuevamente el suelo
de la patria” para obligar a Castro a reconocer y pagar aquella deuda contraída
mediante actos de descarada corrupción.
Este análisis continúa en nuestra siguiente entrega
titulada: Venezuela: Diagnóstico de la crisis Nº 6: El país que hemos tenido y
sus revoluciones. Parte III
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