Lo que está ocurriendo en Venezuela con la llamada
Revolución Bolivariana, con la economía y con la crítica situación general del
país, no puede entenderse si no tomamos en consideración los efectos de la
política económica del gobierno; si no analizamos
la crisis en el contexto general de lo que está ocurriendo en el mundo; si
no relacionamos el problema con el contenido y la evolución del proyecto
chavista de transformación social, de su esfuerzo por lograr una justa
distribución de la renta petrolera y de avanzar en lo que se ha llamado la
“construcción del socialismo”.
Nos hemos preguntado por qué el gobierno de Nicolás Maduro le ha ganado la pelea política a la ultraderecha venezolanas, subordinada al imperialismo norteamericano, pero ha venido perdiendo la llamada “guerra económica”. Ya hemos avanzado en nuestro esfuerzo por comprenderlo, pero no lo hemos dicho todo, así que, a continuación intentaremos, de manera crítica, completar el análisis, recapitular y puntualizar una a una las políticas económicas contraproducentes, haciendo énfasis en aquellas que han ha favorecido más a la oligarquía y al imperialismo en su afán de sabotear la política económica del gobierno, e, incluso, destruir la economía del país con tal de expulsar del poder a Nicolás Maduro y extirpar al chavismo de la vida política venezolana.
Comencemos por lo que consideramos que tuvo una incidencia
de primer orden y que, incluso, puede situarse en el origen de todo el problema
económico tal y como ha venido evolucionando la crisis. Nos referimos al control
de cambio, originalmente destinado a impedir la fuga masiva de divisas y a
preservar el valor de nuestro signo monetario. Como ya lo hemos dicho, los
resultados han sido totalmente opuestos a lo que se esperaba del mismo, pues, antes que impedir la fuga de
nuestras reservas monetarias y la devaluación del bolívar, no se ha impedido la
fuga y unido a ello se ha producido una pulverización del valor de nuestro
signo monetario. Y ¿cuáles han sido las causas y las consecuencias de este estrepitoso
fracaso? Expliquémonos.
La primera causa que habría que señalar es de carácter
institucional. Se trata de un problema inherente a todo proceso de control
burocrático que tenga implicaciones económicas de alto rango. Algo que tiene
consecuencias especialmente graves cuando el control administrativo, cuando la
toma de decisiones está acompañada de un excesivo poder discrecional de los
funcionarios encargados de su ejecución. Es obvio que en un caso como el que
nos ocupa, constituyó una tentación muy grande para los funcionarios encargados de la asignación de las divisas vendidas a bajo
costo, dejar de beneficiarse personalmente y tomar pulcra y legalmente las
decisiones, dado el inmenso y creciente diferencial cambiario que se produjo
como consecuencia del mercado negro que inmediatamente se generó y que
rápidamente creció ampliando cada vez más el diferencial cambiario a medida que
aumentaba el valor de las divisas extranjeras y disminuía el valor del bolívar.
Se trata de un problema recurrente. Veamos por ejemplo lo que ocurrió con
CADIVI, o en casos anteriores, como el RECADI de la IV República.
El poder discrecional
en manos de los administradores de las divisas a ser asignadas, puso en manos
de estos funcionarios decisiones mediante las cuales podían convertir en
multimillonarios a las personas favorecidas en un lapso de pocos meses. Como
era lógico esperar esta discrecionalidad desató un torrente de corrupción:
soborno, nepotismo, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito,
connivencia de funcionarios con particulares, estafa y defalco a la Nación. Las
modalidades fueron muchas desde la aparentemente inofensiva “venta de cupos
viajeros”, la más popular, extendida,
conocida y menos perniciosa de las irregularidades. Al lado de esta se
desataron todo género de estafas, trampas, fraudes, que iban desde las remesas
a falsos estudiantes, los falsos casos especiales, el tráfico de cupos
asignados para importaciones de materias primas, hasta las multimillonarias
estafas de las llamadas “empresas de maletín”. Una verdadera piñata de divisas
extranjeras asignadas a bajo costo pero de creciente diferencial cambiario.
Miles de nuevos ricos multimillonarios surgieron de este espectacular y
delictivo reparto. Los colombianos residentes en Venezuela hicieron de las
suyas con las remesas familiares fraudulentas o más o menos legales pero ilegítimas, tramposas.
En Venezuela, como país importador, ampliamente favorecido
como receptor de renta proveniente del exterior, siempre había existido una
elevada y creciente demanda de divisas extranjeras, y, desde que se inició la
explotación comercial del petróleo esta voracidad se incrementó. Pero realmente
resultó proverbial la voracidad desatada en la V República, a partir del
establecimiento del control de cambios. Los revolucionarios venezolanos tenemos
que reconocer que el mercado negro de divisas constituyó un inmenso desaguadero
delictivo para las reservas internacionales del país, toda una verdadera hemorragia de divisas y una incontrolada fuga del
excedente monetario, digna de figurar en el libro “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. En
efecto, durante la revolución bolivariana se estimuló hasta el extremo la
corrupción administrativa, el enriquecimiento ilícito, la voracidad acumulativa
y la acumulación delictiva de capital a partir de la fabulosa piñata
rentístico-petrolera que significó el control de cambios y la administración de
divisas. Nunca se sabrá cuantas personas se enriquecieron con esas figuras
delictivas y nunca se podrá calcular el daño patrimonial causado a la Nación.
Lo cierto, lo evidente, es que se fortalecieron ampliamente y en extremo los
“valores” capitalistas.
La oposición tiende a señalar como responsables, únicamente
a los corruptos rojo rojitos o a los llamados enchufados, pero, realmente, sin
negar la responsabilidad de los mismos, la participación y la responsabilidad
en este gran defalco a la Nación, se pierde de vista. Abarca verdaderos y
falsos empresarios, amigos o simpatizantes e, incluso, acérrimos enemigos o
adversarios del gobierno; independientes o indiferentes políticos; jóvenes
expertos en el manejo cibernético que usaron sus conocimientos para delinquir a
través de la asignación ilegal de divisas por vía electrónica; familiares o
amigos personales de los funcionarios competentes en la materia, quienes, con
independencia de su filiación o simpatía política; funcionarios de alta jerarquía en el gobierno o en el partido, en
las Fuerzas Armadas, en el Parlamento o en el Poder Judicial. En otras
palabras, debemos reconocer, para concluir, que, aunque resulta fácil y muy
lógico responsabilizar única o principalmente al gobierno, la participación y
la responsabilidad en estos delitos contra el Fisco Nacional, va mucho más allá
de la responsabilidad del alto gobierno y de los funcionarios directamente
encargados de administrar las divisas. El diferencial cambiario y el hambre de
dólares convirtieron a miles y miles de venezolanos y a muchos extranjeros en
desfalcadores de la nación y en “devaluadores”
profesionales y sistemáticos de nuestro signo monetario.
Se ha dicho que los venezolanos tenemos un dólar impregnado
en el cerebro y ello es relativamente cierto, pero no es algo innato y mucho
menos algo exclusivo de los venezolanos. Vivimos en una sociedad regida por el
afán de lucro y la voracidad acumulativa en la cual el ”ser” es un valor
dominado por el “tener”. Además de ello, y esto si es específico de Venezuela,
vivimos en un país rentista petrolero, es decir, que tenemos y disfrutamos una
riqueza que no producimos (sólo la extraemos) y, esa riqueza la recibimos del
exterior en forma de divisas extranjeras (dólares), lo que, de manera
inmediata, genera en los improductivos habitantes la ambición de apoderarse de la mayor parte de esa riqueza lo más
rápida y fácilmente posible. Y, como “el que tiene más saliva, traga más
harina” y “el que parte y reparte le toca la mayor parte”, la voracidad que se despierta logran
satisfacerla de la manera más fácil y más rápida, los burócratas y los sectores
más poderosos del país. Siendo así, el reparto no termina siendo ni racional ni
justo ni armonioso, sino que entra de manera perversa dentro de la lógica de la
lucha de clases que existe en todo país capitalista, con las especificidades
propias de un país rentista petrolero gobernado por una fuerza política que se
define socialista y antimperialista, sometido por tanto a una guerra económica
interna e internacional.
Todo ello tenía que conducir, como en efecto ha conducido, a
una pavorosa devaluación que ha pulverizado el valor de nuestro signo
monetario, y, que, precisamente por ser un país en gran medida dependiente de
las importaciones (amén de la preferencia justificada o no de los venezolanos
por los productos importados) nos ha conducido, por añadidura, a una espiral
híper-inflacionaria que sobrepasa o está cercana al millón por ciento. En
efecto, el valor del dólar paralelo, impulsado por el reiterado incremento del
diferencial cambiario, se ha convertido
en factor aparentemente ajeno a la economía y a la producción interna, que
influye o determina día a día toda la estructura de precios del país y que ha
hecho del índice de la inflación un indicador económico en ascenso vertical.
Por eso los precios en el país nada tienen que ver con los costos de
producción, por el contrario, los costos están pautados o impulsados en su
crecimiento por la galopante hiperinflación, la cual asciende verticalmente,
impulsada por el dólar paralelo, y, como hemos dicho, a[JM1]
la manera de círculo vicioso en espiral.
Estas reflexiones críticas continuarán en nuestra próxima
entrega que titularemos: Venezuela: Diagnóstico de la crisis Nº 9: Política
económica favorable a la “guerra económica”. Segunda parte.
http://josemanuelhermoso.blogspot.com/2018/08/politica-economica-venezuela-crisis.html
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