Los neoliberales proponen una política que denominan de “libre”
mercado, pero, ellos saben perfectamente que en el capitalismo sólo existe el
libre mercado de manera excepcional y transitoria, marginal, pues, en este
sistema económico -caracterizado por una irrefrenable tendencia a la concentración de la riqueza- surgen siempre monopolios, oligopolios y monopsonios, y, en
consecuencia, casi siempre, los mercados
son controlados por los sectores sociales más poderosos. En estas condiciones, la no intervención del Estado
favorece ampliamente a esos sectores. Aunque, no debemos olvidar que, en
algunas circunstancias, los neoliberales aceptan como buena la intervención del
Estado, como por ejemplo, cuando invierten grandes recursos del Estado para
rescatar a los bancos quebrados, desfalcados por sus propios dueños o cuando impulsan un proteccionismo
que le resulte conveniente al gran capital nacional o transnacional.
No ignoran -pero lo ocultan aviesamente- que una política de
“libre mercado” favorecería a los grupos económicos con mayor poder de mercado;
a casi todos los comerciantes; a las empresas transnacionales; a algunos
productores, y particularmente, al
capital financiero nacional e internacional, y que, al favorecer la acumulación de riqueza en pocas
manos, saldrían notablemente perjudicados los trabajadores
asalariados y los sectores sociales más débiles y vulnerables. En términos
generales, desmejorarían las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de
la población, como está ocurriendo hoy en Argentina y Brasil, o como ocurrió en
toda América Latina en la década de los noventa.
Lo que en el fondo proponen -pero no lo dicen- es la libertad del
capital; la libertad de acumular; la libertad de expropiación y privatización; la libertad de explotar y empobrecer; la
libertad de oprimir y esclavizar.
Esa es la libertad que defienden. Esa
es la prosperidad que fomentan, la prosperidad y la libertad que existe en los
EEUU y en los países que integran la Unión Europea. Una libertad que
favorece a los países más ricos, y, dentro de estos países, a los grandes
capitalistas, a las grandes empresas, a las oligarquías, al capital financiero,
a los monopolios, oligopolios y monopsonios; en fin, al capital transnacional.
Tampoco dicen que cuando estas políticas fueron aplicadas en los
EEUU condujeron a la gran crisis económica que estalló durante el año 2007 y
que requirió la intervención del
Estado a favor de los grandes capitales (los mismos que habían provocado
la crisis), y no en favor de la clase
media-media y la clase media-baja, cuyos integrantes -muchos de ellos
asalariados- terminaron pagando las consecuencias de una crisis que ellos no
habían provocado, pues perdieron sus empleos y sus viviendas fueron
confiscadas.
Tampoco dicen que estas políticas condujeron a la crisis, por
ejemplo, en Islandia (único país que por haberse salido del redil europeo, se
ha salvado de sufrir las peores consecuencias del colapso), como sí ocurrió,
por ejemplo, en Portugal, Grecia y España, hasta ahora sometidos a la dictadura del
capital financiero, saqueador
y esquilmador de sus economías. Alemania -el país que, como potencia
económica ha sido el menos afectado (o el más beneficiado) por la crisis
europea, por ser una potencia aliada al capital financiero internacional- que
mantiene a los países subordinados con la soga al cuello y a sus habitantes al
borde de la hambruna, como consecuencia de una intervención del Estado -en este
caso- a favor de los poderosos.
Los efectos han sido: el incremento casi vertical del desempleo;
la reducción de los salarios; los
recortes en educación, en salud y en bienestar social; la impunidad de
los delitos financieros y de la también impune evasión de impuestos; la
impunidad de los grandes corruptos; la
impunidad de las estafas bancarias y
otras formas de corrupción y
de enriquecimiento ilícito, mientras muchos ciudadanos han perdido sus
viviendas como consecuencia de estas políticas y de estas prácticas ilícitas.
Se produce así, sin cortapisa, sin disimulo ni clemencia, el empeoramiento de
las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la población.
Tampoco dicen que en el caso de Venezuela, en la llamada crisis de
desabastecimiento (acaparamiento, especulación, contrabando de extracción,
corrupción, suspensión de la producción por no satisfactoria rentabilidad), que
la oposición atribuye a la política del gobierno, pero que se debe
primordialmente al hecho de que en una economía capitalista -como la que impera
en Venezuela- el afán de lucro y la
voracidad acumulativa constituyen el
motor fundamental de la actividad económica, motor que opera siempre como un factor saboteador, contrario a la
distribución de la riqueza, es decir, opuesto a las políticas sociales, por ser
opuestas a los intereses oligárquicos, por lo que sus poderes fácticos
reaccionan y se esfuerzan en revertir los beneficios logrados mediante las políticas
sociales. En síntesis, al igual que en todos los países capitalistas, lo que
está detrás de la crisis es la lucha de clases por la apropiación, posesión o
control de la riqueza producida por todos.
Tampoco se pasean los partidarios del neoliberalismo (capitalismo
salvaje lo denominó Juan Pablo II) por los efectos perversos que se producen en
una economía rentista. La circunstancia de que Venezuela cuente con muy
cuantiosos ingresos que no son
producto del trabajo de los venezolanos y el hecho de que estos ingresos se estén distribuyendo
mediante políticas sociales en favor
de las grandes mayorías, se había traducido o se traduce todavía, en el
incremento de la capacidad adquisitiva de la mayoría de la población, lo que
-en este caso y por la lógica del capital- ha favorecido la subida
inflacionaria de los precios de todas las mercancías, así como la corrupción,
la especulación, el despilfarro.
¿Qué plantearía la oposición respecto a ello? Reducir
drásticamente lo que ellos llaman el “gasto social”. Y, aunque según ellos
mismos la inflación se produce como consecuencia de creación de dinero
inorgánico, sin embargo, plantean revertir todo lo que se ha avanzado en
políticas de inclusión social y de distribución de la renta petrolera. En otras
palabras, decretarían el empobrecimiento y desamparo general de la mayoría de la población
de Venezuela. En ese caso, lógicamente, y de manera inmediata, reaparecerían
las mercancías en los anaqueles, pero la
mayoría del pueblo no tendría acceso a ellos, como está ocurriendo en Argentina
y Brasil; como ocurre o tiende a ocurrir ahora en EEUU y España y ocurre casi
siempre en casi todos los países capitalistas, y, hay que reconocerlo, como
está ocurriendo acá, en el país, con los productos cuyos precios, en la
práctica, ya están siendo liberados.
Finalmente, consideramos que estamos en el deber de compartir con
quienes nos leen, nuestra preocupación respecto al peligro que percibimos en el
sentido de que algunos integrantes del gobierno, asesores o colaboradores del
proceso bolivariano o dirigentes del Polo Patriótico, ante el agravamiento de
las dificultades que tienden a abrumar y
desesperar, tanto al pueblo como a sus dirigentes, se están dejando
arrastrar por la prédica soterrada de la derecha endógena y estén cayendo en la
tentación de plantearse la necesidad de ceder ante la presión de los poderes
fácticos de la derecha y del imperialismo y, terminar aceptando que no hay otra
salida para superar la crisis que pactar la aplicación de medidas neoliberales.
Tenemos que estar alerta, la tentación es grande. La gravedad de la crisis
tiende a justificarlo. Ya hay gente dentro del chavismo que, en aras de mantenerse en el poder, se inclina hacia la aplicación de este tipo de medidas.
NOTA FINAL: Como ya lo informamos a nuestros lectores, actualmente
estamos terminando un segundo ensayo que titularemos VENEZUELA: HACIA UN DIAGNÓSTICO DE LA CRISIS, un aporte a la comprensión de la coyuntura que se ha abierto en Venezuela a
partir de las elecciones presidenciales del 20 de mayo y de la perpetración del
atentado de magnicidio múltiple calificado en grado de frustración intentado el
sábado 4 de agosto de 2018 contra las más altas autoridades del Estado
venezolano. Iniciaremos muy pronto su publicación.
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