José Manuel Hermoso González
Según el autor del presente artículo, la situación económica social y política internacional, tiende a configurar una crisis civilizatoria caracterizada por la agonía del sistema capitalista que le abre paso a una situación pre o pro revolucionaria, derivada del hecho de que el incremento indetenible de la productividad está totalmente al servicio de una irracional acumulación de riqueza en pocas manos, contradictoriamente acompañada de una tendencia a la disminución de la tasa de ganancia, todo lo cual plantea la necesidad y la posibilidad de un cambio social global que haga posible el surgimiento de nueva sociedad, de un mundo de justicia, paz y libertad.
Según el autor del presente artículo, la situación económica social y política internacional, tiende a configurar una crisis civilizatoria caracterizada por la agonía del sistema capitalista que le abre paso a una situación pre o pro revolucionaria, derivada del hecho de que el incremento indetenible de la productividad está totalmente al servicio de una irracional acumulación de riqueza en pocas manos, contradictoriamente acompañada de una tendencia a la disminución de la tasa de ganancia, todo lo cual plantea la necesidad y la posibilidad de un cambio social global que haga posible el surgimiento de nueva sociedad, de un mundo de justicia, paz y libertad.
Capitalism isn´t working (El capitalismo no està funcionando) |
La Humanidad de nuestros días vive
una coyuntura que podría caracterizarse como una crisis civilizatoria, que
viene dada por el agotamiento de una etapa de la historia que comienza hace
aproximadamente siete mil años o más. Estamos hablando de la Civilización
Patriarcal, caracterizada por el inicio de la caída en desgracia del sexo
femenino, primero, y, posteriormente, por el inicio de la explotación del
hombre por el hombre, que comienza con el surgimiento de la esclavitud; el incremento de la productividad que hace
posible la producción de un excedente económico (superación de la economía
de subsistencia); por la conversión de los productos del trabajo en mercancías,
por la aparición, regularización y generalización del comercio y la
consiguiente aparición del dinero; el monopolio de la propiedad de la tierra;
por la aparición, atesoramiento y la acumulación del excedente, y por la
creación o aparición del Estado, fenómeno social acompañado de la
sistematización de la guerra y la creación e institucionalización de los
ejércitos regulares. Esa es la civilización la que ha entrado en crisis y que
se hace cada vez más obsoleta.
Ese modelo de sociedad de clases,
de desigualdades e injusticias, de
expropiación del producto del trabajo y de la acumulación de riqueza, todo lo
cual configura una economía de la escasez, de opresión y explotación, los
trabajadores (productores convertidos en esclavos, siervos y ahora los nuevos
esclavos asalariados); una civilización de violencia y sumisión, de expolio y
opresión del más fuerte sobre el más débil. Ese modelo de civilización
opresiva, injusta, cruel y violenta, es el régimen social que ha entrado en
crisis, configurando una situación
revolucionaria o pro-revolucionaria a escala internacional. En otras
palabras, la profundidad de la crisis internacional del capitalismo, comienza a
configurar lo que los teóricos de la revolución social catalogaron como “las
condiciones objetivas de la revolución”, las cuales vienen a configurarse
cuando, como consecuencia de la crisis económica, las clases dominantes ya no
son capaces de mantener el viejo orden opresivo, pero que, sin embargo, las
nuevas clases en ascenso no están en condiciones de desplazar del poder a las
viejas clases opresoras.
En otras palabras, resulta
visible que están madurando rápidamente las condiciones objetivas, pero que las
condiciones subjetivas no están dadas, pues el nivel de conciencia y
organización de los oprimidos todavía no alcanza el nivel adecuado. Dicho de
otro modo, que las clases llamadas a emanciparse y establecer el nuevo orden social
liberador, no han alcanzado el nivel de consciencia necesario para convertirse en
clases sociales revolucionarias. Podríamos decir, quizás exagerando, que la dominación capitalista es un gigante con
pies de barro o un tigre de papel, (como llamó Mao a las viejas clases
dominantes chinas antes de 1949), un cíclope que está a punto de caer y que lo
que falta es que el pueblo oprimido se levante y le dé el empujón. Dicho de
otra manera, que lo que falta es que las
clases oprimidas, armadas de un programa de cambio social, y dotadas de una
dirección revolucionaria, cumplan su papel de dar el salto histórico hacia un
mundo mejor, que es la tarea que les corresponde o que se espera de ellas.
Sin embargo, no hay que olvidar
que para que las masas populares lleguen a adquirir el nivel de conciencia y
organización que las arme teórica, política y organizativamente para cumplir el
objetivo histórico de emanciparse y emancipar a toda la sociedad, necesitan
tener al frente de ellas a una organización revolucionaria que, provista de un programa y de una estrategia
de transformación social profunda, en función de lo cual tendría que ser
capaz, previamente, de contribuir a la necesaria toma de conciencia y al
empoderamiento progresivo del pueblo y, de esta manera, conducirle hacia (o
ayudarle a encontrar el camino de) la transformación social profunda. Es decir,
un programa y una estrategia internacionalista, anticapitalista y
anti-patriarcal. Es lo que lo que
faltaría para que también estén dadas las condiciones subjetivas, lo que
implicaría, en ese caso, estar a las puertas de un cambio social global, de una
transformación social profunda.
En cuanto a la caracterización de
la coyuntura internacional, así como de lo que hemos denominado una situación pre-revolucionaria,
podríamos agregar que, a la hora del análisis de la coyuntura es necesario
precisar el hecho de que la contradicción principal (el antagonismo que nos
permitiría explicar la profunda crisis que sufre el régimen de producción
social capitalista), es una contradicción que no es visible a primera vista, es
decir, que se encuentra oculta tras múltiples manifestaciones conflictivas y contradicciones que podríamos
considerar secundarias. Esa contradicción principal está constituida por el
antagonismo “capital-trabajo”, o, dicho de otra manera, por la distribución de
la riqueza implícita en ese antagonismo. Un antagonismo expresado
cuantitativamente en las magnitudes
“salario-plusvalía”. Estamos hablando de una contradicción que se agudiza, dado
el hecho de que la riqueza que producen los trabajadores resulta expropiada por
el capitalista en forma de plusvalía, mientras que retribuye su esfuerzo
productivo con un salario que resulta cada vez más bajo en proporción a
la riqueza producida y a la cada vez más elevada (en términos absolutos) plusvalía.
En esta contradicción principal
está el meollo de todas las demás contradicciones que condenan al capitalismo a
una inevitable autodestrucción. La crisis tiende a ser cada vez más grave por
el hecho de que los avances científico-tecnológicos conducen a un incremento
cada vez mayor de la productividad, y,
ese aumento indetenible de la capacidad productiva del trabajo humano, por
estar al servicio de la acumulación de
capital y no al servicio de los trabajadores y de la sociedad, en vez de
conducir a la disminución del precio de las mercancías y a la reducción de la
jornada de trabajo, conduce al galopante desempleo y tiende a la recesión
económica, porque, al concentrar cada vez más la riqueza, empobrece cada vez
más a la mayoría de la población presionando a la caída de la demanda, a la
crisis de sobre producción, a la contracción de la riqueza, a la recesión, al
incremento de la capacidad ociosa y al despilfarro de recursos.
En estas condiciones se agudizan
dos tendencias. Por una parte, la tendencia a la depauperación relativa (y, en
muchos casos absoluta) de la mayoría de la población del planeta, y, por otra
parte, la tendencia irreversible a la caída de la tasa de ganancias derivada de
una composición orgánica del capital que obliga a los capitalistas a hacer
inversiones cada vez mayores en proporción a la ganancia que pueden obtener de
ella. Como consecuencia de esta tendencia, aunque la ganancia aumenta en términos absolutos, disminuye en términos relativos.
Es así como la referida contradicción fundamental del capitalismo, explica las
crisis cíclicas que lo caracterizan, derivadas de la irracionalidad que
consiste -por ejemplo- en que el uno por ciento (1%) de la población del
planeta se esté apropiando de más del 80 por ciento de la riqueza, mientras
que, el 99% de la población sobrevive con menos del 20% de lo producido.
Esa irracionalidad no solo explica la pobreza, el hambre, la miseria y la
violencia que sufre la mayoría de la población del planeta, sino que explica
todo el conjunto de contradicciones e injusticias, calamidades y tragedias que
le azotan.
Todo ello ha desatado lo que
hemos denominado acumulación delictiva de capital. Comenzando por el capital
financiero internacional que con su economía de casino, ha acudido a todo tipo
de fraudes y defalcos para elevar sus delictivas ganancias. Se trata de la
perversión total del sistema capitalista que se ha venido haciendo cada vez más
parasitario, al punto de que puede hablarse de una cleptocracia para referirse
a los centros de poder mundial. Se trata de una verdadera caotización que ha llevado a que la economía delictiva se
extienda cada vez más hacia todos los países y/o regiones del mundo, un
mundo en el cual se ha ido tejiendo una amplia red de bandas delictivas, de
mafias que se hacen cada vez más poderosas: traficantes de armas, traficantes
de drogas, traficantes de órganos, trata de blancas, trata de personas, nuevas
formas de esclavitud. Redes que penetran a todos los países, especialmente
hacia aquellos países que como Irak, Agfanistan, Irak, Libia y ahora Siria han
sido invadidos y semi-destruidos por la intervención militar extranjera, por la
guerra civil, por invasiones para-militaristas y por redes de terrorismo mercenario,
como el caso emblemático de ISIS, del llamado Estado Islámico.
Entre todas estas aberraciones, egresiones
y graves peligros auto-destructores, habría que sumar dos terribles amenazas:
por una parte, las tendencias al agravamiento del desequilibrio ecológico que pone
en alto riesgo la sobrevivencia de todas las especies vivas que habitan el
planeta tierra. En otras palabras, el empeoramiento de todas las agresiones de
origen económico causadas por el modo de producción social capitalista. Por
otra parte, la grave amenaza de autodestrucción que significa el enfrentamiento
o guerra económica entre las grandes potencias por el dominio geopolítico y
económico del planeta. Un conflicto que ha
llegado al peligroso extremo de que las potencias enfrentadas se muestran
garras y colmillos, amenazándose recíprocamente con destruirse mediante un
ataque termo nuclear. Es evidente que ya ha estallado la tercera guerra mundial,
aunque se desarrolla sacrificando los peones del ajedrez mundial, lo que no
salva a la Humanidad del peligro auto-destructor de un ataque atómico. Ese
riesgo es aún mayor cuando observamos que la había sido la potencia más poderosa,
hoy en decadencia, está conducida por un líder irresponsable que lanza amenazas
que significarían una destrucción total.
Todo lo dicho nos lleva a
concluir que la Humanidad sólo puede salvarse dando un gran salto hacia
adelante mediante una profundo cambio social global que nos permita superar un
régimen social de producción absolutamente irracional y pervertido. Un mundo
mejor no solamente es posible sino absolutamente necesario para la
sobrevivencia humana. No tenemos opción. Si no avanzamos hacia una sociedad más
justa y más racional, no nos vamos a estancar, ni vamos a retroceder,
simplemente vamos a desaparecer. Por nuestra parte (abrigados por, o amparados
en, el optimismo de a voluntad) tenemos plena confianza y la firme convicción
de que la humanidad no se estancará en el peldaño alcanzado. Avanzaremos hacía el mundo soñado por los
grandes pensadores que nos antecedieron. Es nuestro sueño. Es nuestra
utopía. Lucharemos por ella. Seguro que triunfaremos.
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